Durante el año 2010, según estadísticas de la OMS, la malaria produjo 219 millones de casos clínicos y mató 660,000 personas, la mayoría niños africanos pobres. La comercialización de medicamentos tiene que ser una opción secundaria al desarrollo de vacunas para prevenir la enfermedad, aunque ello suponga una disminución de las utilidades que obtiene la industria farmacéutica por este concepto.
lunes, 21 de mayo de 2012
Patarroyo denuncia falta de recursos para reforzar vacuna contra la malaria
El científico dijo que no hay recursos para lograr la vacuna mejorada contra La Malaria, y que ha llamado 25 veces al Presidente Santos y no ha tenido ninguna respuesta para buscar recursos.
Por: RCN La Radio. >> Escuchar entrevista
Farmacéuticas inflan costos para aumentar sus ganancias. Leer artículo en EL TIEMPO
Mirar para atrás es muy fácil: Diego Palacio. EL ESPECTADOR
El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo denunció falta de recursos y presupuesto, lo que impide el avance de la vacuna contra la Malaria.
Manuel Elkin Patarroyo habla en RCN Al Fin de Semana sobre su nueva vacuna contra la Malaria
En diálogo con RCN La Radio, Patarroyo aseguró que existen bastantes palos en la rueda, al advertir que hay gente a quien no le interesa este proyecto.
“Si quieren acabar con Patarroyo, háganlo; pero no con la vacuna contra la malaria; por favor. Nosotros sólo queremos buscar una solución al problema, pero intereses ajenos no nos dejan trabajar. Para esto se necesita gasolina y la gasolina es la inversión económica; y recursos es lo que no tenemos para avanzar en estudios sobre la malaria”, se lamentó Patarroyo.
El científico sostuvo que el apoyo del Gobierno Nacional es nulo, al punto que actualmente los institutitos por él liderados adelantan conversaciones con gobiernos de otros países con el fin de financiar sus trabajos.
sábado, 12 de mayo de 2012
´La utilidad de las farmacéuticas cae dramáticamente si se descubre la vacuna del sida´
» Leer artículo en La Opinión de Málaga
Entrevista a Manuel Elkin Patarroyo José Antonio Sau
"Uno de los escollos para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio farmacéutico"
El inmunólogo Manuel Elkin Patarroyo.
Descubridor de la vacuna contra la malaria. El prestigioso inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo se queja de la forma de actuar de las grandes corporaciones y asegura que un país jamás debe recortar en sanidad, educación e investigación porque son las vías de desarrollo de una sociedad civil madura.
Manuel Elkin Patarroyo nació en 1946 en el seno de una humilde familia de Ataco (Colombia). El esfuerzo de sus padres le permitió estudiar hasta convertirse en el insigne inmunólogo que a finales de los 80 descubrió la vacuna contra la malaria. Aunque su eficacia era de un 30%, en la práctica salvó un millón de vidas al año (se calcula que en aquella época morían tres millones cada ejercicio, sobre todo en zonas subdesarrolladas). Patarroyo, actual director del Instituto de Inmunología de Colombia, rechazó una oferta millonaria de una multinacional farmacéutica por la patente, que donó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) haciendo gala de «la ética de la solidaridad» que predica allá por donde va. El sida, el cáncer, la lepra o la tuberculosis han sido otros de los frentes en los que logró importantes avances. Asegura que la falta de financiación y la competencia desleal de otros países en la carrera por una nueva vacuna han retrasado dos años la patente en la que ya trabaja y que supondría prácticamente la desaparición de la malaria. Cercano, bromista y reflexivo, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1994 analiza en esta entrevista su lucha por lograr una medicina más humana.
La vacuna contra la malaria, que usted descubrió y ensayó entre finales de los ochenta y principios de los noventa, supuso un hito en la medicina moderna. ¿Es consciente del número de vidas que ha salvado?
No, realmente lo que sucede es que la primera vacuna se aplicó a cerca de 100.000 personas. De eso soy consciente. Lo que sucedió es que con esa dejamos de trabajar en 1996, para buscar lo que actualmente ya hemos venido consiguiendo: una vacuna con una capacidad protectiva mucho mayor. La primera protegía entre el 30 y el 40% de la gente vacunada, ahora ya estamos por encima del 90 o 95% en monos. Nosotros hacemos esos estudio primero de todo en animales, y una vez ya estamos seguros de eso lo hacemos en seres humanos. Por la misma razón detuve la aplicación de la otra para poder dedicarme a buscar lo que hace falta. No sé cuántas vidas se salvaron.
Usted rechazó ofertas millonarias para vender la patente de la vacuna. ¿Cree que uno de los escollos fundamentales para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio de las farmacéuticas?
Sin duda. Es más aún. Son tan listos que se han repartido los territorios, no geográficos, sino las enfermedades. Unos desarrollan solamente vacunas; otros antirreumáticos; otros, que no son los mismos, cardiotónicos; otros antibióticos, pero no compiten entre ellos. Tú eres fotógrafo, tú eres periodista, yo soy científico... no competimos.
¿En qué punto estamos en la batalla contra el sida?
Estamos bastante atrás, porque la forma como se atacó el problema del sida fue la búsqueda del antirretroviral, en la cual se avanzó muchísimo, pero el problema que tienen los antirretrovirales es que la persona tiene que seguir tomándolos de por vida. Una vacuna lo impediría. Si es así, el problema no solamente se reduce sino que desaparece, con lo cual las utilidades de las multinacionales caen dramáticamente. Es la pura realidad de esta sociedad.
¿Para cuándo una vacuna contra el VIH?
No me gusta dar fechas. Fijaros lo que me pasó a mí. Tuve una serie de ecologistas financiados, yo no puedo decir que por las multinacionales, pero sí puedo decir que por Inglaterra, que es donde está mi principal competencia. Simple y llanamente nos impidieron tener acceso a los monos por dos años. Fueron dos hitos contra línea de flotación del instituto: el aspecto económico, que se puede manejar, y la experimentación.
¿Nos queda mucho recorrido en la batalla contra el cáncer?
El cáncer es difícil. Hay más de quinientos tipos de cáncer, entonces habría que buscar una manera, un denominador común que no lo veo yo aún. De manera que no me atrevería a especular. Hay algunos cánceres que sí se podrían prevenir, que son aquellos causados por agentes microbianos. Por ejemplo, en el cáncer de útero se podría desarrollar una vacuna. Eso lo han dicho las multinacionales. También en el cáncer del sistema linfático, contra el cáncer gástrico. Y hoy en día de acuerdo a los estudios de un gran amigo que es Premio Nobel de Medicina, Harald Zur Hausen, sabemos por sus cálculos que cerca del 30% de los cánceres están siendo causados por microbios. O inducidos por microbios. Existiría esa posibilidad.
¿Qué le parecen los recortes en sanidad debido a la crisis?
Tengo una perspectiva diferente, porque allí es diferente a como acontece aquí. Nosotros lo hemos sufrido porque hubo un cambio de políticas en Colombia, no recortes económicos, en cómo se distribuyen los presupuestos en investigación. Aquí es distinto. Ahora, abogo siempre por que no se recorte ni en salud, ni educación ni en investigación, que son los motores de desarrollo de las naciones. Si tú tienes salud, educación e investigación, eso es lo que impulsa el desarrollo de un país.
Entrevista a Manuel Elkin Patarroyo José Antonio Sau
"Uno de los escollos para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio farmacéutico"
El inmunólogo Manuel Elkin Patarroyo.
Descubridor de la vacuna contra la malaria. El prestigioso inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo se queja de la forma de actuar de las grandes corporaciones y asegura que un país jamás debe recortar en sanidad, educación e investigación porque son las vías de desarrollo de una sociedad civil madura.
Manuel Elkin Patarroyo nació en 1946 en el seno de una humilde familia de Ataco (Colombia). El esfuerzo de sus padres le permitió estudiar hasta convertirse en el insigne inmunólogo que a finales de los 80 descubrió la vacuna contra la malaria. Aunque su eficacia era de un 30%, en la práctica salvó un millón de vidas al año (se calcula que en aquella época morían tres millones cada ejercicio, sobre todo en zonas subdesarrolladas). Patarroyo, actual director del Instituto de Inmunología de Colombia, rechazó una oferta millonaria de una multinacional farmacéutica por la patente, que donó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) haciendo gala de «la ética de la solidaridad» que predica allá por donde va. El sida, el cáncer, la lepra o la tuberculosis han sido otros de los frentes en los que logró importantes avances. Asegura que la falta de financiación y la competencia desleal de otros países en la carrera por una nueva vacuna han retrasado dos años la patente en la que ya trabaja y que supondría prácticamente la desaparición de la malaria. Cercano, bromista y reflexivo, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1994 analiza en esta entrevista su lucha por lograr una medicina más humana.
La vacuna contra la malaria, que usted descubrió y ensayó entre finales de los ochenta y principios de los noventa, supuso un hito en la medicina moderna. ¿Es consciente del número de vidas que ha salvado?
No, realmente lo que sucede es que la primera vacuna se aplicó a cerca de 100.000 personas. De eso soy consciente. Lo que sucedió es que con esa dejamos de trabajar en 1996, para buscar lo que actualmente ya hemos venido consiguiendo: una vacuna con una capacidad protectiva mucho mayor. La primera protegía entre el 30 y el 40% de la gente vacunada, ahora ya estamos por encima del 90 o 95% en monos. Nosotros hacemos esos estudio primero de todo en animales, y una vez ya estamos seguros de eso lo hacemos en seres humanos. Por la misma razón detuve la aplicación de la otra para poder dedicarme a buscar lo que hace falta. No sé cuántas vidas se salvaron.
Usted rechazó ofertas millonarias para vender la patente de la vacuna. ¿Cree que uno de los escollos fundamentales para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio de las farmacéuticas?
Sin duda. Es más aún. Son tan listos que se han repartido los territorios, no geográficos, sino las enfermedades. Unos desarrollan solamente vacunas; otros antirreumáticos; otros, que no son los mismos, cardiotónicos; otros antibióticos, pero no compiten entre ellos. Tú eres fotógrafo, tú eres periodista, yo soy científico... no competimos.
¿En qué punto estamos en la batalla contra el sida?
Estamos bastante atrás, porque la forma como se atacó el problema del sida fue la búsqueda del antirretroviral, en la cual se avanzó muchísimo, pero el problema que tienen los antirretrovirales es que la persona tiene que seguir tomándolos de por vida. Una vacuna lo impediría. Si es así, el problema no solamente se reduce sino que desaparece, con lo cual las utilidades de las multinacionales caen dramáticamente. Es la pura realidad de esta sociedad.
¿Para cuándo una vacuna contra el VIH?
No me gusta dar fechas. Fijaros lo que me pasó a mí. Tuve una serie de ecologistas financiados, yo no puedo decir que por las multinacionales, pero sí puedo decir que por Inglaterra, que es donde está mi principal competencia. Simple y llanamente nos impidieron tener acceso a los monos por dos años. Fueron dos hitos contra línea de flotación del instituto: el aspecto económico, que se puede manejar, y la experimentación.
¿Nos queda mucho recorrido en la batalla contra el cáncer?
El cáncer es difícil. Hay más de quinientos tipos de cáncer, entonces habría que buscar una manera, un denominador común que no lo veo yo aún. De manera que no me atrevería a especular. Hay algunos cánceres que sí se podrían prevenir, que son aquellos causados por agentes microbianos. Por ejemplo, en el cáncer de útero se podría desarrollar una vacuna. Eso lo han dicho las multinacionales. También en el cáncer del sistema linfático, contra el cáncer gástrico. Y hoy en día de acuerdo a los estudios de un gran amigo que es Premio Nobel de Medicina, Harald Zur Hausen, sabemos por sus cálculos que cerca del 30% de los cánceres están siendo causados por microbios. O inducidos por microbios. Existiría esa posibilidad.
¿Qué le parecen los recortes en sanidad debido a la crisis?
Tengo una perspectiva diferente, porque allí es diferente a como acontece aquí. Nosotros lo hemos sufrido porque hubo un cambio de políticas en Colombia, no recortes económicos, en cómo se distribuyen los presupuestos en investigación. Aquí es distinto. Ahora, abogo siempre por que no se recorte ni en salud, ni educación ni en investigación, que son los motores de desarrollo de las naciones. Si tú tienes salud, educación e investigación, eso es lo que impulsa el desarrollo de un país.
viernes, 11 de mayo de 2012
Una vida de lucha contra la malaria
Granada | Universidad | Viernes, 11/05/12 11:42
Manuel Patarroyo, creador de la primera vacuna contra la malaria, visitó Granada invitado por Manos Unidas y el seminario J.H. Newam
Susana Martín Herrero Foto: Álex Cámara
>> Leer artículo en Granada Digital
La Facultad de Medicina de Granada ha sido sede de la conferencia ofrecida por el creador de la primera vacuna contra la malaria, Manuel Elkin Patarroyo. El investigador colombiano visitó Granada invitado por Manos Unidas y el seminario de estudios J.H. Newam para hablar sobre la importancia que la investigación científica tiene para los países en vías de desarrollo.
Patarroyo ha explicado su visión cristiana de la ciencia según la cual “si todos desconocemos hacia dónde camina la evolución, todos estamos en la obligación de ayudarnos”. Su aportación en este sentido es una vida entera dedicada a encontrar lo que él mismo denomina “una metodología lógica para el desarrollo de la vacuna” que en su caso será para la malaria, pero que abrirá el campo al resto de los investigadores para desarrollar de forma sintéticas las vacunas que terminen con otras muchas patologías.
Manuel Elkin Patarroyo dio con una primera vacuna para contra la malaria en el año 1986. Pero lo que se demostró eficaz en el entorno en el que se había producido las investigaciones, no lo era tanto en otros países. Entraba en juego la variabilidad genética de los individuos a los que se inyectaba la vacuna. Treinta años después Patarroyo está mucho más cerca de encontrar la solución, tras averiguar, con su equipo de investigadores las variaciones que sufría el polímero que se adhiere a los glóbulos rojos y los infecta.
Para ello han sido necesario conocer, primero las moléculas implicadas en la infección, después los átomos, y por último las cargas eléctricas capaces de invertir la polaridad de los componentes. Cifras de ensayo y error capaces de hundir la moral de cualquiera, salvo de quien está decidido a entregar su vida a este proyecto.
Elkin Patarroyo lo tiene claro. “Hacer vacunas no es soplar y hacer una botella” afirma. En una ocasión la Reina Doña Sofía le pregunto qué faltaba para encontrar la vacuna, a lo que Patarroyo contestó “treinta años más, señora”.
Puede que no haga falta tanto. El próximo mes de junio el científico promete nuevas publicaciones que demostrarán que está muy cerca de la solución. La investigación se ha desarrollado en dos etapas de la infección. Tras la picadura del mosquito que propaga la malaria, mientras está en el torrente sanguíneo y, una vez que llega al hígado, momento en el que comienza a mutar. Es la primera fase, la de la larva, la que aún requiere un buen número de análisis, pero Patarroyo se muestra convencido de estar en el camino correcto. Al fin y al cabo la malaria es un problema de salud mundial, que causa un millón y medio de muertes al año, pero cuyos índices de morbilidad son aún mayores. El trabajo de este investigador es ya un privilegio para la humanidad.
miércoles, 25 de abril de 2012
Países se disputan a muerte la carrera por la vacuna antimalaria
Por: CARLOS FRANCISCO FERNáNDEZ | 11:03 p.m. | 24 de Abril del 2012
En la puja por la vacuna antimalaria todo vale
Pese a los reveses, Patarroyo persiste en la vacuna sintética.
Foto: EFE
Colombia, en la carrera por lograr la vacuna que protegería a la mitad de la población mundial.
A la competencia por producir una vacuna contra la malaria no solo la alimentan propósitos altruistas. Inmunizar al organismo contra el parásito plasmodium, que en el 2010 afectó a 216 millones de personas y mató a 655 mil, convertiría a la mitad de la humanidad, hoy en riesgo, en cliente potencial de quien llegue primero a esta meta.
"Detrás del desarrollo de esta vacuna están los más altos intereses económicos, y ligados a ellos, los políticos", advierte Ismael Roldán, exdecano de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional.
Esta carrera, que se disputa a muerte y en la que se vale todo, empezó el 13 de mayo de 1969. Ese día, la revista Nature anunció que se podía obtener inmunidad contra la malaria si la gente era picada por mosquitos infectados con el parásito, que habían sido expuestos a rayos X. El método fue descartado, pues cada persona necesitaba 1.500 picaduras.
Por esa época el desplazamiento del ejército norteamericano a las zonas tropicales hizo de la búsqueda de una vacuna para proteger a las tropas, una prioridad político-militar.
Era la época de la Guerra del Vietnam, de la Guerra Fría, y cientos de millones de dólares, aportados por las fundaciones Rockefeller, McArthur, Kelloggs, la USAID y el mismo ejército, eran girados para financiar la investigación en Estados Unidos, que no era la única nación interesada. Por razones históricas, Inglaterra convirtió esta enfermedad en uno de sus portaestandartes e involucró a la prestigiosa London School of Tropical Medicine, a las universidades de Oxford y Liverpool, y al Medical Research Council. Francia ingresó en el partidor con su Instituto Pasteur, y las universidades de Lille y Montpellier.
Italia hizo lo propio con la Universidad de Roma, al igual que Australia. En fin, todo aquel con poder, dinero y un pie en el trópico entró en la carrera por lograr una vacuna contra la malaria, con el apoyo decidido de sus gobiernos.
"No es para menos. Tener una vacuna significaba una posibilidad de vida y salud para más de 300 millones de personas afectadas por esta enfermedad cada año", dice el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo.
Cada grupo en pugna puso todos los huevos en la canasta de la investigación biológica, que consistía en inyectar en el cuerpo moléculas recombinantes o material genético causante de la enfermedad, para generar defensas contra ella en el organismo. Era lo esperado: con base en este principio han sido creadas la mayoría de las vacunas.
Por la misma época, sin embargo, Patarroyo, aliado con la Universidad de Estocolmo y asesorado por los profesores Henry Kunkel y Bruce Merrifield (Premio Nobel de Química en 1984), tomó la vía inexplorada de una vacuna sintética. Para llegar a ella, tenía que construir las moléculas en el laboratorio. Esta propuesta sumó un nuevo enfoque: la carrera ya no era solo entre grupos de investigación y laboratorios, también entre dos escuelas científicas opuestas, la biológica y la química.
En 1986, la química se ubicó un paso adelante cuando el equipo de Patarroyo ensayó en monos la primera vacuna contra la malaria diseñada en un laboratorio. El revuelo fue mayúsculo cuando en agosto de 1987, la revista Nature avaló la investigación. A nadie le cabía en la cabeza que el avance se hubiera producido en un país subdesarrollado y lejos de los templos de la ciencia y de las platas de las grandes compañías.
Apenas unos meses después, en marzo de 1988, Nature divulgó los resultados del ensayo hecho con soldados colombianos voluntarios, que tras recibir la vacuna luego fueron infectados con el plasmodium. El nivel de protección alcanzado fue del 40 por ciento.
En este punto se avivó la pelea. En un editorial, el investigador Louis Miller, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, lanzó la primera bomba al cuestionar los parámetros éticos del trabajo de Patarroyo, porque había inoculado el parásito a soldados vacunados y a soldados sin vacunar, que constituyeron el grupo de control. Miller no se quedó ahí, y dijo que el hallazgo de Patarroyo no era "un desarrollo científico", sino "un golpe de suerte".
Carlos Francisco Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO
En la puja por la vacuna antimalaria todo vale
Pese a los reveses, Patarroyo persiste en la vacuna sintética.
Foto: EFE
Colombia, en la carrera por lograr la vacuna que protegería a la mitad de la población mundial.
A la competencia por producir una vacuna contra la malaria no solo la alimentan propósitos altruistas. Inmunizar al organismo contra el parásito plasmodium, que en el 2010 afectó a 216 millones de personas y mató a 655 mil, convertiría a la mitad de la humanidad, hoy en riesgo, en cliente potencial de quien llegue primero a esta meta.
"Detrás del desarrollo de esta vacuna están los más altos intereses económicos, y ligados a ellos, los políticos", advierte Ismael Roldán, exdecano de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional.
Esta carrera, que se disputa a muerte y en la que se vale todo, empezó el 13 de mayo de 1969. Ese día, la revista Nature anunció que se podía obtener inmunidad contra la malaria si la gente era picada por mosquitos infectados con el parásito, que habían sido expuestos a rayos X. El método fue descartado, pues cada persona necesitaba 1.500 picaduras.
Por esa época el desplazamiento del ejército norteamericano a las zonas tropicales hizo de la búsqueda de una vacuna para proteger a las tropas, una prioridad político-militar.
Era la época de la Guerra del Vietnam, de la Guerra Fría, y cientos de millones de dólares, aportados por las fundaciones Rockefeller, McArthur, Kelloggs, la USAID y el mismo ejército, eran girados para financiar la investigación en Estados Unidos, que no era la única nación interesada. Por razones históricas, Inglaterra convirtió esta enfermedad en uno de sus portaestandartes e involucró a la prestigiosa London School of Tropical Medicine, a las universidades de Oxford y Liverpool, y al Medical Research Council. Francia ingresó en el partidor con su Instituto Pasteur, y las universidades de Lille y Montpellier.
Italia hizo lo propio con la Universidad de Roma, al igual que Australia. En fin, todo aquel con poder, dinero y un pie en el trópico entró en la carrera por lograr una vacuna contra la malaria, con el apoyo decidido de sus gobiernos.
"No es para menos. Tener una vacuna significaba una posibilidad de vida y salud para más de 300 millones de personas afectadas por esta enfermedad cada año", dice el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo.
Cada grupo en pugna puso todos los huevos en la canasta de la investigación biológica, que consistía en inyectar en el cuerpo moléculas recombinantes o material genético causante de la enfermedad, para generar defensas contra ella en el organismo. Era lo esperado: con base en este principio han sido creadas la mayoría de las vacunas.
Por la misma época, sin embargo, Patarroyo, aliado con la Universidad de Estocolmo y asesorado por los profesores Henry Kunkel y Bruce Merrifield (Premio Nobel de Química en 1984), tomó la vía inexplorada de una vacuna sintética. Para llegar a ella, tenía que construir las moléculas en el laboratorio. Esta propuesta sumó un nuevo enfoque: la carrera ya no era solo entre grupos de investigación y laboratorios, también entre dos escuelas científicas opuestas, la biológica y la química.
En 1986, la química se ubicó un paso adelante cuando el equipo de Patarroyo ensayó en monos la primera vacuna contra la malaria diseñada en un laboratorio. El revuelo fue mayúsculo cuando en agosto de 1987, la revista Nature avaló la investigación. A nadie le cabía en la cabeza que el avance se hubiera producido en un país subdesarrollado y lejos de los templos de la ciencia y de las platas de las grandes compañías.
Apenas unos meses después, en marzo de 1988, Nature divulgó los resultados del ensayo hecho con soldados colombianos voluntarios, que tras recibir la vacuna luego fueron infectados con el plasmodium. El nivel de protección alcanzado fue del 40 por ciento.
En este punto se avivó la pelea. En un editorial, el investigador Louis Miller, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, lanzó la primera bomba al cuestionar los parámetros éticos del trabajo de Patarroyo, porque había inoculado el parásito a soldados vacunados y a soldados sin vacunar, que constituyeron el grupo de control. Miller no se quedó ahí, y dijo que el hallazgo de Patarroyo no era "un desarrollo científico", sino "un golpe de suerte".
Carlos Francisco Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO
jueves, 19 de abril de 2012
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