El canal público Señal Colombia emitió recientemente (Abril-25-2013)
un documental titulado “La vacuna según Bill
Gates, ya basta malaria”, realizado por la empresa francesa ZED y coproducido por
canales de Francia, República Checa, Portugal, Irlanda Brasil y Colombia, en el
que se analiza el estado actual de algunas de las más prometedoras vacunas
contra la malaria: RTS,S, Colfavac, que en su primera etapa se llamó
SPf66, GMZ2 y MSP3.
La malaria, también llamada paludismo, es una
enfermedad causada por un parásito, el Plasmodium, que se transmite de persona
a persona mediante la picadura de la hembra del mosquito anopheles infectada. El
parásito, al ingresar al cuerpo humano llega rápidamente –una hora– al hígado, donde cumple la llamada fase
hepática.
Luego, después de entre 5 y 10 días, ingresa al
torrente sanguíneo, invadiendo los glóbulos rojos, los cuales destruye,
multiplicándose aceleradamente. Esta es la fase sanguínea, momento en el que se
presentan los síntomas típicos de la malaria: fiebres altas, escalofríos,
sudoración profusa y, de no tratarse oportunamente, malaria cerebral y la
muerte. Los tipos de parásito más frecuentes son el Plasmodium Vivax y el Plasmodium
Falciparum, que es el más letal.
Esta enfermedad, que en el 2010 atacó a 200
millones de personas y mató un millón de ellas, la gran mayoría niños, obliga
moral y perentoriamente a los investigadores de todo el mundo a desarrollar una vacuna que le permita
a estas poblaciones, pobres y vulnerables, protegerse, sino gratuitamente, por
lo menos a un costo ínfimo que puedan asumir quienes malviven con menos de dos
dólares diarios, como el África subsahariana y las regiones más pobres de
Colombia y otros países latinoamericanos. 260 mil muertos por hambre en Somalia
son una prueba irrefutable de la gravedad de la situación.
La compra de medicamentos para tratar la malaria no es una
opción viable para personas tan pobres, pero
la venta a gobiernos y organizaciones interesadas si constituye un vasto
mercado para las empresas comercializadoras, negocios de los que obtienen
multimillonarias ganancias. El problema, dice Germán Velásquez, es que si van a
morir cien mil niños y se pueden salvar 50 mil hay que hacerlo, pero, ¿Cuál es
el costo?, es decir, es un problema económico, no de humanidad.
Es aquí, justamente, donde empiezan los
cuestionamientos a la candidata a vacuna RTS,S, cuyo objetivo es proteger
durante el estadio hepático del parásito. Para desarrollarla se han invertido
hasta el momento 500 millones de dólares provenientes de la Fundación Bill
& Melinda Gates y de la gigante multinacional farmacéutica Glaxo
SmithKline, GSK, que han aportado 200 y 300 millones de dólares
respectivamente.
Las vacunas son una de las mejores
inversiones que podemos hacer, dice Gates. La frase refleja a la perfección el
sentido comercial de la investigación que desarrollan en colaboración con el
Walter Reed Army Institute, centro de investigaciones médicas del ejército de
los Estados Unidos, que busca proteger los soldados que cumplen misiones fuera
del territorio norteamericano en los que la malaria es endémica.
También hay serios cuestionamientos de tipo
técnico y científico. De acuerdo con un artículo publicado en noviembre del
2012 por el New York Times, esta vacuna produjo “resultados decepcionantes”. La decepción se debe a la publicación de su
desarrollo sin completar las pruebas y sin aportar datos, grave pecado
científico, numerosos casos de meningitis asociados a su aplicación, pérdida de efectividad en un breve lapso de tiempo
y a la disminución de su protectividad casi a cero cuando se aplicó mezclada
con la vacuna contra la polio. El prematuro anuncio constituyó una evidente
jugada con ribetes políticos y económicos a los ojos de la comunidad científica
internacional.
Las fundaciones como la de Bill Gates se utilizan, dice Patrick Zylberman, miembro del Centre de recherche médecine, sciences, santé, santé mentale société, para lavar la imagen de grandes empresarios y corporaciones cuando estas se ven afectadas ante la opinión pública, y que mejor pretexto para ello que la salud pública, afirma. Por esa época Microsoft enfrentaba una demanda en la cual se le acusaba de ejercer actividades monopolísticas que amenazaban los intereses de otras empresas desarrolladoras de software.
El economista colombiano Germán Velásquez,
quien dirigió durante un tiempo el Programa de Acción de Fármacos de la Organización
Mundial de la Salud, OMS, se retiró después de denunciar varias veces su falta
de independencia en las decisiones. “Las
decisiones que están siendo tomadas no son de carácter estrictamente técnico
sino que hay implicadas consideraciones de tipo político, industrial y
económico; se ha vuelto un organismo que está en manos del sector privado en
gran parte, hasta el 80%”, dice.
Que la OMS dependa de intereses particulares
para su funcionamiento -léase industria farmacéutica- lo convierte en un organismo fácil de presionar
y cuyas decisiones necesariamente deben responder a los intereses de sus
financiadores. Se investiga y desarrolla solamente aquello para cual la
industria aporta recursos, no lo que necesitan grandes masas de población sin
capacidad de pago.
La MSP3, creada por Pierre Duilhe, probada en
Malí, se enfoca en la fase sanguínea de la enfermedad. Su estrategia consiste
en estudiar las personas que con el tiempo han desarrollado algún grado de
inmunidad frente a la enfermedad para entender como se protege su organismo e
inyectar esos anticuerpos a niños expuestos con lo cual se espera alcanzar un
grado de protectividad que justifique su producción.
Parece que reduce los episodios de malaria
severa hasta en un 40% pero no hay evidencia alguna de protección. Está conformada por un polipéptido sencillo,
90 aminoácidos, diluido en hidróxido de aluminio como adyuvante. En su desarrollo se han invertido 3 millones
de Euros.
La GMZ2 es, básicamente, la MSP3 mezclada con
otra proteína denominada GLURP (Plasmodium Falciparum Glutamate Rich Protein).
Fue creada por el científico danés Michael Theisen a pedido de la European
Malaria Vaccine Initiative's (EMVI) y mediante contrato firmado en 2003 con la
empresa biotecnológica Henogen. En 2005, también bajo la figura de un contrato
con la Universidad de Tübingen, se desarrollaron las pruebas clínicas en Burkina
Faso. Ha costado a la fecha 10 millones de Euros.
En Colombia la Fundación Instituto de
Inmunología de Colombia, FIDIC, grupo que dirige el colombiano Manuel Elkin
Patarroyo, desarrolló la segunda etapa de la SPf66, la primera vacuna
químicamente hecha y la primera contra un parásito en el mundo, a la cual llamó
COLFAVAC, por Colombian Falciparum Vaccine, que en pruebas realizadas ha
alcanzado niveles de protectividad de hasta el 95% en monos y es multiestadio,
es decir, ofrece protección durante las fases hepática y sanguínea del parásito.
El dinero invertido en la investigación durante
30 años es de alrededor de 40 millones de dólares, provenientes en su mayoría
de donaciones. Patarroyo se ha negado sistemáticamente a establecer alianzas
con la industria farmacéutica. El que pone el dinero pone las condiciones,
dice, y eso nos privaría de producir vacunas a razón de 20 centavos de dólar
por dosis, lejos de los 25 dólares que costaría la de GSK, si es que llega a
producirse, dice.
El paso a la fase clínica de la vacuna se
encuentra bloqueado debido a falta de financiación por parte de los organismos
competentes en Colombia y a presiones de diversa índole, incluso jurídicas, que
han obligado al cierre del centro de experimentación que el
Profesor Patarroyo tiene en Leticia, Colombia.
La SPf66, donada a la OMS en 1993, fue
archivada con el argumento de que no ofrecía niveles de protección que
justificaran su producción. Esos niveles, entre 30 y 50% según la
literatura médica, serían suficientes para proteger y salvar la vida de muchos
miles de personas en todo el mundo, pero las condiciones impuestas por
Patarroyo, básicamente su producción al costo para hacerla accesible a todos
los grupos de población, se han convertido en el mayor obstáculo para su
aplicación porque no hay ganancias, ni grandes ni pequeñas, para nadie.
Se deduce del documental que las inversiones en
tiempo y dinero para el desarrollo de esta vacuna son enormes y, sobre todo,
que es una competencia feroz en la que priman consideraciones de tipo político,
industrial, estratégico, militar y económico antes que razones humanitarias.
Fernando Márquez
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