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Foto: Colprensa
CARACOL | DICIEMBRE 3 DE 2013
Noticia en desarrollo...
Esa es la
triste realidad en Colombia: la gran industria, llámese minera, agrícola o
farmacéutica es la que impone las reglas de juego con sus estrategias de largo
aliento y las enormes cantidades de dinero que manejan, que es lo que les
permite amenazar páramos como el de Santurbán, apoderarse del negocio de las
semillas, que es la base del problema campesino, o frenar el desarrollo de las
vacunas y métodos de Patarroyo y su grupo. Es su estilo, eso no debe
asombrarnos; lo que si debe preocuparnos, y mucho, es que ese aparato económico
pudiera llegar a permear los más altos cargos oficiales para que desde ellos se
favorezcan los intereses de estos monstruos comerciales. Tenemos que estar muy
atentos.
Y que quede
bien claro: entorpecer, en cualquier lugar del mundo, investigaciones
destinadas a salvar vidas para llenarse los bolsillos es un crimen de lesa
humanidad, un genocidio de características espantosas. Los colombianos no
podemos seguir siendo ni los conejillos de indias ni los idiotas útiles de esta
máquina de hacer dinero a costa de la salud y la vida de todos.
El país que
piensa, la comunidad científica, los estudiantes, la academia, el país entero
debe unirse en torno a la defensa del derecho y a la vez la obligación de hacer
ciencia en Colombia.
Fernando Márquez
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