El artículo abajo muestra de cuerpo entero otra de las dificultades que
deben enfrentar a diario el Profesor Patarroyo y su grupo: la ignorancia en
cuestiones científicas de unos abogados que toman decisiones equivocadas e
inconsultas, en contravía de la investigación destinada a proteger la salud y
la vida humanas, con base en los argumentos de unos interesados cuyas
motivaciones no parecen ser, por lo menos completamente, la protección de
los recursos naturales, como alegan.
De ser así, hay en Colombia, para no ir tan lejos, causas que necesitan
el apoyo decidido y urgente de estos personajes y de todos los colombianos: la
minería arrasadora y su mortal mezcla de mercurio con cianuro, la devastación
del amazonas para sembrar soja, los cultivos de palma africana que
desertifican la tierra en pocos años, la disposición de los residuos tóxicos de
la producción de etanol y su combustión, que aumenta emisiones peligrosas, la
contaminación por carbón de la bahía de Santa Marta... pero no, denunciar esas actividades
es hasta peligroso, no son noticia en ningún diario ni suponen ganancias para nadie.
Mejor y más barato denunciar a Patarroyo por estar al servicio de la humanidad
y no de la industria farmacéutica, por no venderse.
Las leyes son hechas por seres humanos, que se pueden equivocar, de
buena o mala fe; la justicia es un concepto superior, que no siempre por imponerla
un juez se cumple. Cuando Gil Botero entienda que el trabajo científico del Dr. Patarroyo es
muy diferente al que realiza el Inspector Ruanini, parecido al de algunos abogados y magistrados confundidos, talvez empiece a darse cuenta de que su
fallo será caso de estudio en todas las
facultades de derecho del mundo, para que los futuros abogados aprendan como es
que no se debe aplicar la ley.
Fernando Márquez
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