jueves, 14 de junio de 2012

Ser papá tiene su ciencia

Manuel Elkin Patarroyo, el científico más reconocido del país, reveló a CARRUSEL su faceta familiar.

>> Leer artículo en CARRUSEL



Tiene 26 doctorados honoris causa, es autor de 338 papers divulgados en las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo, es ganador de los premios Robert Koch, Príncipe de Asturias y Edimburgo (considerados pre Nobel), entre muchos otros, y creador de las vacunas sintéticas.

Pero cuando le preguntan por la alegría más grande de su vida, Manuel Elkin Patarroyo, el investigador colombiano más reconocido del planeta, responde que fue haberse convertido en papá de sus tres hijos: Manuel Alfonso (40 años), María Cristina 'Tina' (36) y Carlos Gustavo (33).



Se trata de una felicidad que, asegura, se multiplicó con "total alcahuetería" con el nacimiento de sus nietas, María Alejandra, de 10 años, y Juliana, de ocho.

"A ellas he podido disfrutarlas... Además, me cogieron cuando ya estaba blandito", dice el profesor Patarroyo, mientras Manuel Alfonso, doctor en Ciencias y ranqueado como el tercer investigador más prolífico del país, levanta las cejas, mira hacia el techo y le da la razón: "Era estricto. No era particularmente querendón... Claro, de viejo, sí. Aunque no era hosco, sí era bravo. Pero ha cambiado mucho con las nietas".



Carlos, doctor en Filosofía, difiere un poco del diagnóstico: "A mí me lo arreglaron mis hermanos mayores; me tocó un papá más blando. Siempre teníamos la rutina de que yo era el primero en saludarlo cuando llegaba a la casa por las noches... Lo oía llegar y bajaba corriendo las escaleras. Ese era el momento del beso de la saludada. Ahora, sí era exigente. En eso no ha cambiado".

La pediatra María Cristina Gutiérrez, su esposa, su coequipera y compañera de toda la vida, admite que al doctor Patarroyo nunca se le han dado los asuntos de la casa, "no sabe ni cuánto vale una bolsa de leche, pero eso sí, como papá siempre ha estado cuando se ha necesitado", dice.

Se puede decir que él y María Cristina trataron de proyectar con rigor científico el nacimiento de sus hijos. Decidieron que serían tres, que preferiblemente la niña fuera la de la mitad y que habría, entre uno y otro, un espacio de tres años, como en efecto ocurrió. "La cosa fue muy sencilla: pensamos que así, tanto para ellos como para nosotros, era la mejor época para educarlos. Si esperábamos más, la diferencia generacional sería más grande", explica el profesor.



Pese a lo planeado, la llegada al mundo de su primer hijo estuvo lejos de ser exacta. "Manuel Alfonso fue lo más emocionante para mí. Nació prematuro, de seis meses y medio; apenas pesaba 1.200 gramos. Eso fue muy fuerte. Lo esperábamos para dos meses después, pero él se descolgó un domingo, cuando yo estaba en el laboratorio. Duró 15 días en incubadora. Pensé que no iba a salir adelante", recuerda el inmonólogo.

El primer recuerdo que Manuel Alfonso tiene con su papá eran los paseos en triciclo a medianoche. "Yo tendría cuatro años; él llegaba a las 11 o 12 de la noche. A esa hora él me paseaba en triciclo por los alrededores. A cada zona o calle por donde podíamos meternos le ponía el nombre de una ciudad. 'Vamos por París y volteamos por Estocolmo', me decía".

Patarroyo explica que con eso, como con los principios, valores y actitudes que ha promovido en sus hijos, siempre buscó darles mundo, "quería que ellos supieran comportarse, hablar, conocer. Creo que eso lo he logrado. Nunca participé mucho en sus juegos ni fui a reuniones en sus colegios". Tanto que reconoce con risa, y algo de pena, que el acudiente siempre fue Javier Bejarano, un amigo de la familia: "Cuando llamaban a Patarroyo, él levantaba la mano y decía 'yo'".

Insiste, no obstante, en que en la casa siempre se promovió la excelencia. "El ambiente fue favorable para que se formaran bien y con respeto por su independencia, aunque poco les ayudé con las tareas...", y Carlos lo interrumpe: "Menos mal...".

¿Hijos de tigre?

Los Patarroyo-Gutiérrez se han movido siempre en entornos ligados con la medicina y la investigación; abuelos, padres, tíos y amigos cercanos han tenido relaciones directas con estos campos. A pesar de eso, los hijos del profesor Patarroyo aseguran que nunca se sintieron presionados a seguir el mismo camino. Cada uno llegó a su carrera por iniciativa propia, inspirados por el ejemplo de disciplina y persistencia de su papá, que casi raya con la terquedad.

Carlos y Manuel Alfonso -que siguió los pasos de Patarroyo y trabaja hombro a hombro con él en la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia- reconocen que su padre es una figura polémica, que si bien despierta mucha admiración, también tiene duros contradictores.

"Mi papá es un hombre muy apasionado, pero quizá la característica que más nos sorprende es su capacidad de aguante. Ninguno de nosotros se siente capaz de soportar lo que él. Yo en su lugar me hubiera derrumbado más de una vez", dice Manuel Alfonso, sobre la base de que, pese a ser un investigador respetado y reconocido en los círculos más importantes de la ciencia en el mundo, en Colombia eso no pasa. "Aquí hay gente que se atreve a criticarlo o a descalificarlo, aun cuando ignora la naturaleza y los objetivos de su trabajo", insiste. Carlos opina, de hecho, más que un investigador, Patarroyo "es un benefactor de la humanidad".

Con el tiempo, el inmunólogo ha ido reconociendo que la investigación y el agite de su trabajo le impidieron, durante años, disfrutar a plenitud sus hijos. Sin embargo, con la llegada de sus nietas, hijas de Tina, él se dio la licencia de ser un abuelo querendón y alcahueta. Cuenta que en torno a ellas (hoy radicadas con su familia en Chile) se agrupaba el núcleo familiar los fines de semana, algo extraño en un trabajador de 24 horas, siete días a la semana.



Dice que le dolió mucho que ellas se fueran, por lo que aprovecha al máximo sus visitas, "pasan las vacaciones largas aquí y son ellas las que me presionan para que las lleve al laboratorio del Amazonas. Son niñas que han crecido sin miedos, capaces de hacer 'safaris nocturnos' para coger sapos y otros animales que a mí me causaban susto, hasta que me compartieron su técnica para atraparlos: 'Consíguete un par de bolsas, te las pones en las manos y te les abalanzas encima'. Listo".

Ellas lo adoran y sus hijos hace tiempo lo graduaron de buen papá. Y María Cristina, su esposa, segura del inmenso valor que tiene como científico, lo apoya, lo comprende y se mantiene sólida y prudente a su lado. Solo una vez ella, por petición de colegas y colaboradores de Patarroyo, tuvo que pronunciar un discurso durante un homenaje organizado para el profesor en el Instituto. "Es el discurso más corto que he oído, porque se redujo a una sola frase: "Señores, gracias por tenérmelo aquí", recuerda riéndose.

Patarroyo, el científico más reconocido de América Latina, insiste en que ser papá es una labor que se construye día a día, "es la más grande de las responsabilidades y para la cual a uno no lo educan. Para eso no hay doctorados. Ni siquiera una primaria".

Carlos Francisco Fernández

sábado, 9 de junio de 2012

Recidivas de nacionalcatolicismo-anticlericalismo



06.06.12 | 22:53. Archivado en Reflexiones "con ojos de pueblo"

Leer artículo en la fuente

Hay una variedad de paludismo, la producida por el Plasmodium Vivax, en que la que una de las formas de vida del parásito se aloja en las células hexagonales del hígado humano; y allí se va gestando, latente, durante meses, de manera que, cuando parece que uno lleva tiempo sano, el bichito reaparece y regresa la pesadilla del fiebrón, la cefalea insoportable, la descomposición intestinal... Lo digo por experiencia.

Febrero, mes de congresos de los dos grandes partidos, registró curiosas iniciativas y declaraciones. Primero, Rubalcaba con el dedo extendido, pidiendo la revisión inminente del concordato con la Santa Sede, como si eso importara a alguien o fuera a resolver algo en medio de la tempestad económico-financiera que soportamos. Dos semanas más tarde, en el mismo sitio, un grupo relevante de congresistas del PP (entre ellos la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, por ejemplo) pide la retirada del rótulo "cristiano" de la definición ideológica del partido; moción que, por supuesto, fue ampliamente derrotada.

De tarde en tarde, cuando parecían dormidos, vuelven el anticlericalismo barato, trasnochado e inútil de algunos, y el nacionalcatolicismo publicitario y ostentoso de otros. Para mí son tres cuartos de lo mismo: la vieja manía de intentar colonizar las conciencias y las ideas, la pretensión secular de apropiarse las esencias de lo católico como patrimonio exclusivo. Recidivas estridentes, virutas de una secularización inmadura y mal interpretada.

La malaria requiere una cura radical del hígado. ¿Cuándo nos van a dejar en paz? ¿Cuándo van a dejar de utilizar a la Iglesia para atacarla de manera ventajista y facilona o para apuntarse al caballo ganador por todo el morro? Quizá el día en que cada cual pueda pensar y creer lo que quiera, sin que le cuelguen sambenitos progresistoides o facistoides; o el día que la etiqueta de cristiano deje de usarla cualquiera arbitrariamente, para acusar con ella o para colgársela como una medalla.
Mientras tanto seguimos buscando la vacuna, igual que el infatigable Patarroyo.

Pero da la impresión de que a las multinacionales del poder (IBIS aparte) no les interesa demasiado. Qué coincidencia: como le pasa a Patarroyo.

César L. Caro

viernes, 8 de junio de 2012

Manuel Elkin Patarroyo en el Colegio Distrital de su mismo nombre

Miércoles, 06 de Junio de 2012 20:48

>> Leer artículo en la fuente

Ante la invitación de la rectora Janeth Molina Gaitán del Colegio Manuel Elkin Patarroyo, el pasado martes 5 de abril, el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, sostuvo una charla muy cercana con los estudiantes de la institución.


En un lenguaje sencillo y acogedor, cargado de conocimiento, experiencia y jovialidad, explico a niños, niñas y jóvenes de la institución educativa, algunas anécdotas de sus experiencias de vida y científicas.

Invitó a los estudiantes a perseverar en sus proyectos y sueños, único camino seguro para alcanzar grandes metas, a través de constante estudio, disciplina de trabajo y pensamiento, insistiendo y nunca desistiendo de ellos.



Los estudiantes tuvieron la oportunidad de preguntar y adentrarse un poco en la vida del doctor Patarroyo, a preguntas tales como: ¿Qué piensa de usted mismo? ¿Cómo se ve usted?, responde que se ve como una persona congruente, resalta esta correspondencia en aspectos importantes de su vida familiar, llevando cerca de cincuenta años con su esposa, destaca su amor y perseverancia, resalta su inteligencia, su comprensión y fidelidad.

Frente a la pregunta ¿Qué lo marco en la vida para tener el carácter de ayuda social?, responde, que el ejemplo de su padre fue decisivo, expresa la importancia de perseverar en la unidad familiar. Manifiesta que la familia es portadora de cariño, de afecto, de sueños y también fomentadora de los métodos, los cuales, son el ejemplo directo que esparcen los padres a los hijos en sus experiencias de vida cotidianas, algunos incongruentes, y muchos cargados de enseñanzas para la vida.

El estudiante Oscar pregunta ¿Es posible tener científicos en Colombia?, responde que es posible, ya se tiene la semilla, se encuentra sembrada, se puede seguir el camino, persistir a pesar de la inconciencia de algunos sectores y estamentos del país.

Otra de las preguntas, relacionada con la posibilidad de buscar apoyo con los Estados Unidos, manifiesta que la actitud de este país es mercantilista, donde el asociarse con una industria farmacéutica, implicaría unas condiciones limitantes, en su momento solicitó el apoyo del presidente Belisario Betancourt durante su gobierno, recursos que el presidente consiguió, los cuales, fueron utilizados en la adquisición de equipos para el trabajo científico.



Estando en una feria científica en la ciudad de Edimburgo, lo sorprendió una niña, al jalarlo de la mano, para mostrarle didácticamente el ADN, acción en la que le hizo sacar una muestra de sangre, la puso a centrifugar, le saco los glóbulos blanco, los lavo en minutos, los rompió con un detergente, saco una varilla de vidrio y enrollo el ADN, luego separó las moléculas a través de una técnica llamada Electroforesis.
Manifiesta que en países como Inglaterra, Japón, Alemania y Estados Unidos, la educación científica se enseña desde la niñez, aspira que en un futuro no muy lejano, los niños Colombianos sean educados científicamente.

Frente al tema de la malaria, explica que se contrae por la picadura del mosquito anofeles hembra, que se ha infectado al picar a un portador de la enfermedad, previamente infectado por el parásito Plasmodium, donde el infectado presenta un cuadro similar a un síndrome gripal.

Comenta que durante su primer hallazgo, no se detectaba con exactitud la manera como el parásito se agarraba al glóbulo rojo del mico para infectarlo, dificultando generar una inmunidad eficaz, llevándolo a investigar la forma de revelar cada una de las manitas con las que el parásito se aferraba al glóbulo rojo. Posteriormente, hallar la forma de cambiarlas químicamente, para que el sistema inmunológico pueda detectarlas y generar anticuerpos específicos.





De igual forma, habla a los estudiantes sobre las infecciones causadas por virus, pueden conducir a la diabetes, donde ciertos virus como el virus Coxsackie B 15 puede infectar el páncreas, llevándolo a la destrucción de las células de los islotes de Langerhans, afectando la liberación de insulina y el aumento de los niveles de azúcar en la sangre.

Sus trabajos están dirigidos a la obtención de una vacuna total contra la malaria (paludismo). Actualmente, viene desarrollando la segunda generación de esta vacuna, de la que ha comprobado una efectividad superior al 90 por ciento en monos.

Aspira que la metodología empleada, sirva a futuro para el desarrollo de otras vacunas sintéticas, que buscaran prevenir gran parte de las enfermedades infecciosas existentes en el mundo.

Manuel Elkin Patarroyo visitó colegio de Bogotá que lleva su nombre‏

Martes, 05 de Junio de 2012 22:51



>> Leer artículo en la fuente

El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo visitó este martes 5 de junio uno de los 50 colegios de Colombia que llevan su nombre. Compartió su experiencia, respondió preguntas de estudiantes y explicó la filosofía y los resultados de su trabajo.

“Soy de un pueblo llamado Ataco, en el Tolima, un lugar donde no había sino una escuela pública en la que solo se podía cursar hasta quinto de primaria. No había biblioteca y el periódico llegaba con las noticias ‘nuevas’ sólo cada ocho días. La primera biblioteca la conocí a los 12 años, y supe del arte colombiano hasta los 19, pero aquí estoy para contarles cómo hice de mis sueños un beneficio para la humanidad”. De esta manera el reconocido científico Manuel Elkin Patarroyo introdujo las reflexiones que en la mañana de hoy cinco de junio, compartió con estudiantes y docentes del colegio distrital que lleva su nombre, en la localidad de Santa Fe.

El director del FIDIC (Fundación Instituto de Inmunología de Colombia) estuvo por cerca de dos horas respondiendo preguntas, compartiendo los detalles del desarrollo de su proyecto de vida y explicando que los sueños deben ser los pilares de toda existencia.

En el conversatorio el profesor Patarroyo recalcó el hecho de que “Si se tiene sueños, sea en lo que sea que haya decidido hacer cada uno, se debe trabajar con disciplina, con principios, valores y actitudes, ser congruente y consistente”.

“Yo ya puse el punto muy alto viniendo de donde vengo, con las condiciones que les he contado, entonces no hay excusa, ustedes no pueden ser menos; no se puede ser menos cuando se tiene internet desde el útero. Ustedes tienen el mundo en sus manos”, agregó el inmunólogo que descubrió los principios para la creación de vacunas sintéticas, y con ello puso a Colombia en el plano de la ciencia mundial.

Tomado: Bogotá Humana

jueves, 7 de junio de 2012

Patarroyo y la juventud, la mejor vacuna contra la mediocridad.

Hay que tener un sueño, estudiar y trabajar duro para realizarlo, sin importar lo que hagan o digan los demás. Siempre habrá en el camino gente dispuesta a demorar la realización de tu sueño.























lunes, 21 de mayo de 2012

Patarroyo denuncia falta de recursos para reforzar vacuna contra la malaria


El científico dijo que no hay recursos para lograr la vacuna mejorada contra La Malaria, y que ha llamado 25 veces al Presidente Santos y no ha tenido ninguna respuesta para buscar recursos.


Por: RCN La Radio. >> Escuchar entrevista

Farmacéuticas inflan costos para aumentar sus ganancias. Leer artículo en EL TIEMPO

Mirar para atrás es muy fácil: Diego Palacio. EL ESPECTADOR

El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo denunció falta de recursos y presupuesto, lo que impide el avance de la vacuna contra la Malaria.

Manuel Elkin Patarroyo habla en RCN Al Fin de Semana sobre su nueva vacuna contra la Malaria

En diálogo con RCN La Radio, Patarroyo aseguró que existen bastantes palos en la rueda, al advertir que hay gente a quien no le interesa este proyecto.

“Si quieren acabar con Patarroyo, háganlo; pero no con la vacuna contra la malaria; por favor. Nosotros sólo queremos buscar una solución al problema, pero intereses ajenos no nos dejan trabajar. Para esto se necesita gasolina y la gasolina es la inversión económica; y recursos es lo que no tenemos para avanzar en estudios sobre la malaria”, se lamentó Patarroyo.

El científico sostuvo que el apoyo del Gobierno Nacional es nulo, al punto que actualmente los institutitos por él liderados adelantan conversaciones con gobiernos de otros países con el fin de financiar sus trabajos.

sábado, 12 de mayo de 2012

´La utilidad de las farmacéuticas cae dramáticamente si se descubre la vacuna del sida´

» Leer artículo en La Opinión de Málaga

Entrevista a Manuel Elkin Patarroyo
José Antonio Sau

"Uno de los escollos para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio farmacéutico"


El inmunólogo Manuel Elkin Patarroyo.

Descubridor de la vacuna contra la malaria. El prestigioso inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo se queja de la forma de actuar de las grandes corporaciones y asegura que un país jamás debe recortar en sanidad, educación e investigación porque son las vías de desarrollo de una sociedad civil madura.

Manuel Elkin Patarroyo nació en 1946 en el seno de una humilde familia de Ataco (Colombia). El esfuerzo de sus padres le permitió estudiar hasta convertirse en el insigne inmunólogo que a finales de los 80 descubrió la vacuna contra la malaria. Aunque su eficacia era de un 30%, en la práctica salvó un millón de vidas al año (se calcula que en aquella época morían tres millones cada ejercicio, sobre todo en zonas subdesarrolladas). Patarroyo, actual director del Instituto de Inmunología de Colombia, rechazó una oferta millonaria de una multinacional farmacéutica por la patente, que donó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) haciendo gala de «la ética de la solidaridad» que predica allá por donde va. El sida, el cáncer, la lepra o la tuberculosis han sido otros de los frentes en los que logró importantes avances. Asegura que la falta de financiación y la competencia desleal de otros países en la carrera por una nueva vacuna han retrasado dos años la patente en la que ya trabaja y que supondría prácticamente la desaparición de la malaria. Cercano, bromista y reflexivo, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1994 analiza en esta entrevista su lucha por lograr una medicina más humana.

La vacuna contra la malaria, que usted descubrió y ensayó entre finales de los ochenta y principios de los noventa, supuso un hito en la medicina moderna. ¿Es consciente del número de vidas que ha salvado?

No, realmente lo que sucede es que la primera vacuna se aplicó a cerca de 100.000 personas. De eso soy consciente. Lo que sucedió es que con esa dejamos de trabajar en 1996, para buscar lo que actualmente ya hemos venido consiguiendo: una vacuna con una capacidad protectiva mucho mayor. La primera protegía entre el 30 y el 40% de la gente vacunada, ahora ya estamos por encima del 90 o 95% en monos. Nosotros hacemos esos estudio primero de todo en animales, y una vez ya estamos seguros de eso lo hacemos en seres humanos. Por la misma razón detuve la aplicación de la otra para poder dedicarme a buscar lo que hace falta. No sé cuántas vidas se salvaron.

Usted rechazó ofertas millonarias para vender la patente de la vacuna. ¿Cree que uno de los escollos fundamentales para acabar con las enfermedades que aquejan al ser humano es el monopolio de las farmacéuticas?

Sin duda. Es más aún. Son tan listos que se han repartido los territorios, no geográficos, sino las enfermedades. Unos desarrollan solamente vacunas; otros antirreumáticos; otros, que no son los mismos, cardiotónicos; otros antibióticos, pero no compiten entre ellos. Tú eres fotógrafo, tú eres periodista, yo soy científico... no competimos.

¿En qué punto estamos en la batalla contra el sida?

Estamos bastante atrás, porque la forma como se atacó el problema del sida fue la búsqueda del antirretroviral, en la cual se avanzó muchísimo, pero el problema que tienen los antirretrovirales es que la persona tiene que seguir tomándolos de por vida. Una vacuna lo impediría. Si es así, el problema no solamente se reduce sino que desaparece, con lo cual las utilidades de las multinacionales caen dramáticamente. Es la pura realidad de esta sociedad.

¿Para cuándo una vacuna contra el VIH?

No me gusta dar fechas. Fijaros lo que me pasó a mí. Tuve una serie de ecologistas financiados, yo no puedo decir que por las multinacionales, pero sí puedo decir que por Inglaterra, que es donde está mi principal competencia. Simple y llanamente nos impidieron tener acceso a los monos por dos años. Fueron dos hitos contra línea de flotación del instituto: el aspecto económico, que se puede manejar, y la experimentación.

¿Nos queda mucho recorrido en la batalla contra el cáncer?

El cáncer es difícil. Hay más de quinientos tipos de cáncer, entonces habría que buscar una manera, un denominador común que no lo veo yo aún. De manera que no me atrevería a especular. Hay algunos cánceres que sí se podrían prevenir, que son aquellos causados por agentes microbianos. Por ejemplo, en el cáncer de útero se podría desarrollar una vacuna. Eso lo han dicho las multinacionales. También en el cáncer del sistema linfático, contra el cáncer gástrico. Y hoy en día de acuerdo a los estudios de un gran amigo que es Premio Nobel de Medicina, Harald Zur Hausen, sabemos por sus cálculos que cerca del 30% de los cánceres están siendo causados por microbios. O inducidos por microbios. Existiría esa posibilidad.


¿Qué le parecen los recortes en sanidad debido a la crisis?


Tengo una perspectiva diferente, porque allí es diferente a como acontece aquí. Nosotros lo hemos sufrido porque hubo un cambio de políticas en Colombia, no recortes económicos, en cómo se distribuyen los presupuestos en investigación. Aquí es distinto. Ahora, abogo siempre por que no se recorte ni en salud, ni educación ni en investigación, que son los motores de desarrollo de las naciones. Si tú tienes salud, educación e investigación, eso es lo que impulsa el desarrollo de un país.

viernes, 11 de mayo de 2012

Una vida de lucha contra la malaria


Granada | Universidad | Viernes, 11/05/12 11:42

Manuel Patarroyo, creador de la primera vacuna contra la malaria, visitó Granada invitado por Manos Unidas y el seminario J.H. Newam

Susana Martín Herrero Foto: Álex Cámara


>> Leer artículo en Granada Digital

La Facultad de Medicina de Granada ha sido sede de la conferencia ofrecida por el creador de la primera vacuna contra la malaria, Manuel Elkin Patarroyo. El investigador colombiano visitó Granada invitado por Manos Unidas y el seminario de estudios J.H. Newam para hablar sobre la importancia que la investigación científica tiene para los países en vías de desarrollo.

Patarroyo ha explicado su visión cristiana de la ciencia según la cual “si todos desconocemos hacia dónde camina la evolución, todos estamos en la obligación de ayudarnos”. Su aportación en este sentido es una vida entera dedicada a encontrar lo que él mismo denomina “una metodología lógica para el desarrollo de la vacuna” que en su caso será para la malaria, pero que abrirá el campo al resto de los investigadores para desarrollar de forma sintéticas las vacunas que terminen con otras muchas patologías.

Manuel Elkin Patarroyo dio con una primera vacuna para contra la malaria en el año 1986. Pero lo que se demostró eficaz en el entorno en el que se había producido las investigaciones, no lo era tanto en otros países. Entraba en juego la variabilidad genética de los individuos a los que se inyectaba la vacuna. Treinta años después Patarroyo está mucho más cerca de encontrar la solución, tras averiguar, con su equipo de investigadores las variaciones que sufría el polímero que se adhiere a los glóbulos rojos y los infecta.

Para ello han sido necesario conocer, primero las moléculas implicadas en la infección, después los átomos, y por último las cargas eléctricas capaces de invertir la polaridad de los componentes. Cifras de ensayo y error capaces de hundir la moral de cualquiera, salvo de quien está decidido a entregar su vida a este proyecto.

Elkin Patarroyo lo tiene claro. “Hacer vacunas no es soplar y hacer una botella” afirma. En una ocasión la Reina Doña Sofía le pregunto qué faltaba para encontrar la vacuna, a lo que Patarroyo contestó “treinta años más, señora”.

Puede que no haga falta tanto. El próximo mes de junio el científico promete nuevas publicaciones que demostrarán que está muy cerca de la solución. La investigación se ha desarrollado en dos etapas de la infección. Tras la picadura del mosquito que propaga la malaria, mientras está en el torrente sanguíneo y, una vez que llega al hígado, momento en el que comienza a mutar. Es la primera fase, la de la larva, la que aún requiere un buen número de análisis, pero Patarroyo se muestra convencido de estar en el camino correcto. Al fin y al cabo la malaria es un problema de salud mundial, que causa un millón y medio de muertes al año, pero cuyos índices de morbilidad son aún mayores. El trabajo de este investigador es ya un privilegio para la humanidad.

miércoles, 25 de abril de 2012

Países se disputan a muerte la carrera por la vacuna antimalaria

Por: CARLOS FRANCISCO FERNáNDEZ | 11:03 p.m. | 24 de Abril del 2012

En la puja por la vacuna antimalaria todo vale

Pese a los reveses, Patarroyo persiste en la vacuna sintética.



Foto: EFE

Colombia, en la carrera por lograr la vacuna que protegería a la mitad de la población mundial.


A la competencia por producir una vacuna contra la malaria no solo la alimentan propósitos altruistas. Inmunizar al organismo contra el parásito plasmodium, que en el 2010 afectó a 216 millones de personas y mató a 655 mil, convertiría a la mitad de la humanidad, hoy en riesgo, en cliente potencial de quien llegue primero a esta meta.

"Detrás del desarrollo de esta vacuna están los más altos intereses económicos, y ligados a ellos, los políticos", advierte Ismael Roldán, exdecano de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional.

Esta carrera, que se disputa a muerte y en la que se vale todo, empezó el 13 de mayo de 1969. Ese día, la revista Nature anunció que se podía obtener inmunidad contra la malaria si la gente era picada por mosquitos infectados con el parásito, que habían sido expuestos a rayos X. El método fue descartado, pues cada persona necesitaba 1.500 picaduras.

Por esa época el desplazamiento del ejército norteamericano a las zonas tropicales hizo de la búsqueda de una vacuna para proteger a las tropas, una prioridad político-militar.

Era la época de la Guerra del Vietnam, de la Guerra Fría, y cientos de millones de dólares, aportados por las fundaciones Rockefeller, McArthur, Kelloggs, la USAID y el mismo ejército, eran girados para financiar la investigación en Estados Unidos, que no era la única nación interesada. Por razones históricas, Inglaterra convirtió esta enfermedad en uno de sus portaestandartes e involucró a la prestigiosa London School of Tropical Medicine, a las universidades de Oxford y Liverpool, y al Medical Research Council. Francia ingresó en el partidor con su Instituto Pasteur, y las universidades de Lille y Montpellier.

Italia hizo lo propio con la Universidad de Roma, al igual que Australia. En fin, todo aquel con poder, dinero y un pie en el trópico entró en la carrera por lograr una vacuna contra la malaria, con el apoyo decidido de sus gobiernos.

"No es para menos. Tener una vacuna significaba una posibilidad de vida y salud para más de 300 millones de personas afectadas por esta enfermedad cada año", dice el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo.

Cada grupo en pugna puso todos los huevos en la canasta de la investigación biológica, que consistía en inyectar en el cuerpo moléculas recombinantes o material genético causante de la enfermedad, para generar defensas contra ella en el organismo. Era lo esperado: con base en este principio han sido creadas la mayoría de las vacunas.

Por la misma época, sin embargo, Patarroyo, aliado con la Universidad de Estocolmo y asesorado por los profesores Henry Kunkel y Bruce Merrifield (Premio Nobel de Química en 1984), tomó la vía inexplorada de una vacuna sintética. Para llegar a ella, tenía que construir las moléculas en el laboratorio. Esta propuesta sumó un nuevo enfoque: la carrera ya no era solo entre grupos de investigación y laboratorios, también entre dos escuelas científicas opuestas, la biológica y la química.

En 1986, la química se ubicó un paso adelante cuando el equipo de Patarroyo ensayó en monos la primera vacuna contra la malaria diseñada en un laboratorio. El revuelo fue mayúsculo cuando en agosto de 1987, la revista Nature avaló la investigación. A nadie le cabía en la cabeza que el avance se hubiera producido en un país subdesarrollado y lejos de los templos de la ciencia y de las platas de las grandes compañías.

Apenas unos meses después, en marzo de 1988, Nature divulgó los resultados del ensayo hecho con soldados colombianos voluntarios, que tras recibir la vacuna luego fueron infectados con el plasmodium. El nivel de protección alcanzado fue del 40 por ciento.

En este punto se avivó la pelea. En un editorial, el investigador Louis Miller, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, lanzó la primera bomba al cuestionar los parámetros éticos del trabajo de Patarroyo, porque había inoculado el parásito a soldados vacunados y a soldados sin vacunar, que constituyeron el grupo de control. Miller no se quedó ahí, y dijo que el hallazgo de Patarroyo no era "un desarrollo científico", sino "un golpe de suerte".

Carlos Francisco Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO