Durante el año 2010, según estadísticas de la OMS, la malaria produjo 219 millones de casos clínicos y mató 660,000 personas, la mayoría niños africanos pobres. La comercialización de medicamentos tiene que ser una opción secundaria al desarrollo de vacunas para prevenir la enfermedad, aunque ello suponga una disminución de las utilidades que obtiene la industria farmacéutica por este concepto.
domingo, 3 de marzo de 2013
Patarroyo presenta su nueva vacuna contra la malaria
Cuando decimos que, a diferencia de Colombia, en otras latitudes se reconoce y valora la importancia del trabajo de Patarroyo y su grupo, especialmente para las poblaciones más pobres del mundo, estamos afirmando cosas estrictamente ciertas.
Aquí se le acosa y asfixia económicamente, se le ponen todas las trabas y obstáculos imaginables para evitar que pueda lograr su propósito de producir vacunas accesibles para las poblaciones más pobres sin importar que cada día centenares de personas mueran por carecer de ellas.
Mientras los determinadores de la de por si raquítica inversión para investigación en Colombia caigan en el juego maquiavélico de la industria que nos vende medicamentos a 2000 veces su precio en otros países, estaremos condenados a ser reconocidos mundialmente por la corrupción, el narcotráfico y la violencia, no por los aportes hechos al bienestar de la humanidad.
Ningún colombiano de bien, ningún colombiano consciente, puede permitir que mientras unos pocos se llenan los bolsillos robándose los dineros de todos, la ciencia y la investigación científica de punta se ahoguen en beneficio de intereses foráneos. La conciencia de ningún colombiano debería tener precio.
Cuando decimos que, a diferencia de Colombia, en otras latitudes se reconoce y valora la importancia del trabajo de Patarroyo y su grupo, especialmente para las poblaciones más pobres del mundo, estamos afirmando cosas estrictamente ciertas.
ResponderBorrarAquí se le acosa y asfixia económicamente, se le ponen todas las trabas y obstáculos imaginables para evitar que pueda lograr su propósito de producir vacunas accesibles para las poblaciones más pobres sin importar que cada día centenares de personas mueran por carecer de ellas.
Mientras los determinadores de la de por si raquítica inversión para investigación en Colombia caigan en el juego maquiavélico de la industria que nos vende medicamentos a 2000 veces su precio en otros países, estaremos condenados a ser reconocidos mundialmente por la corrupción, el narcotráfico y la violencia, no por los aportes hechos al bienestar de la humanidad.
Ningún colombiano de bien, ningún colombiano consciente, puede permitir que mientras unos pocos se llenan los bolsillos robándose los dineros de todos, la ciencia y la investigación científica de punta se ahoguen en beneficio de intereses foráneos. La conciencia de ningún colombiano debería tener precio.
Fernando Márquez