A la gente se le ha engañado haciéndole creer que los monos utilizados para las pruebas mueren, que son "cazados", que se les maltrata y abandona luego de las pruebas, enfermos o moribundos. TODO ESTO ES FALSO.
Los monos se colectan, sin dispararles, maltratarlos ni lastimarlos. Al llegar al centro de recepción que es la Estación de Primates de la FIDIC en Leticia, los examinan los veterinarios, se tatúan con un número en uno de sus muslos para garantizar que solo se utilizan una vez, los tratan, desparasitan y alimentan hasta que estén en óptimas condiciones. Luego se inoculan con el péptido candidato a vacuna que se está probando y 20 días mas tarde se les inyecta el parásito, en cantidades suficientes para producir la enfermedad. Algunos investigadores suelen inyectar pequeñas cantidades de parásito, lo cual distorsiona los resultados.
En este momento empiezan los estudios para determinar en que porcentaje el péptido protegió, que reacciones produjo, si el animalito se enfermó o no, lo cual se hace mediante la extracción de unas pequeñas muestras de sangre que se envían a Bogotá. Después el animal entra en cuarentena, se trata y alimenta nuevamente hasta que esté completamente sano y se libera en la misma zona en que se colectó.
Un porcentaje pequeño, 3 ó 4% de los animales muere, no necesariamente por la pruebas, muchos de ellos llegan enfermos y no se pueden utilizar. De todas maneras el estrés y el malestar que puedan sufrir los animales durante las pruebas es un precio pequeño que se paga por la posibilidad de disponer de vacunas para salvar la vida de millones de personas pobres y vulnerables en todo el mundo.
Lo de la cacería, el maltrato, la tortura, el contrabando y otras especies que circulan por ahí son fábulas utilizadas para despertar la sensibilidad de la gente. Lo cierto es que la malaria mata una persona cada 30 segundos, así que cualquier retraso en el desarrollo de la vacuna es una condena a muerte para muchos de ellos, la mayoría niños, lamentablemente.
La indiscutible importancia que tienen los recursos y los animales no debe ser la bandera que se enarbola para obstaculizar un trabajo honesto, bien hecho y en beneficio de quienes no tienen ninguna otra posibilidad de sobrevir. De eso se trata.
Fernando Márquez
Gente - Enero 22 de 2014, 3:30 pm
El científico está considerando irse
a Ecuador ante las dificultades para desarrollar su trabajo en Colombia.
La falta
de apoyo económico del Gobierno, las deudas y un fallo del Consejo de Estado
que canceló el permiso para recolectar primates con fines científicos, son
algunos de los motivos por los que el inmunólogo colombiano Manuel Elkin
Patarroyo está pensando en dejar el país.
El
principal problema para el científico es el impedimento de usar monos nocturnos
peruanos para el desarrollo de la vacuna definitiva contra la malaria, ya que
según el concepto del alto tribunal Patarroyo está participando en el tráfico
ilegal de animales.
"Es
una sanción absurda porque desde el principio dijimos que los monos eran
colombianos. Los estudios de la Universidad de Colombia muestran que los micos
que están en Colombia llevan miles de años. Es decir, es un linaje histórico
colombiano", explicó Patarroyo.
Pero no
sólo el inmunólogo es el que se ve afectado. Decenas de indígenas que se ganan
la vida capturando monos para los estudios del científico adelantan una marcha
contra el Consejo de Estado para exigir su participación en el proceso judicial
como parte directamente afectada, ya que consideran que sus vidas y las de
generaciones futuras dependen de las vacunas de Patarroyo.
"El
método que estamos desarrollando nosotros no es solamente para la vacuna de la
malaria, sino también para otras como la tuberculosis y la hepatitis",
explicó el científico.
Ante este
escenario, Patarroyo piensa en aceptar el apoyo del Viceministerio de Ciencia y
Tecnología del Ecuador, el Instituto Ecuatoriano de Medicina Tropical y la familia
Guayasamín para continuar con sus estudios.
NoticiasRCN.com
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