domingo, 13 de abril de 2014

Investigadores se rebelan por clasificación de Colciencias

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Mejorar la calidad de las publicaciones científicas colombianas era un deber que Colciencias estaba en mora de cumplir. Los grupos de investigación que normalmente publican sus artículos en revistas internacionales indexadas de alto impacto no tienen nada que temer, ese debe ser el rasero con el que nos medimos si es que queremos evitar que con la producción científica nos ocurra lo mismo que con las pruebas PISA. 

Los grupos e investigadores que no cumplen actualmente con los estándares de medición requeridos deben iniciar desde ya la tarea de ponerse a tono con las nuevas exigencias, que redundarán en mayor cantidad y calidad de las publicaciones nacionales.  Es necesario ponernos a tono con los sistemas de medición internaciones para ser competitivos. Algo va, con todo respeto, de un artículo publicado en Nature o el International Journal of Medicine a otro publicado en la Revista Colombiana de Ciencias Ocultas.  

Algo va de las más de 300 y pico de publicaciones en revistas indexadas de Patarroyo, que representan algo así como el 40% de la producción científica nacional, al cúmulo de publicaciones sobre investigaciones en las que se invierten cuantiosos recursos sin que estas sean realmente un aporte significativo para el país.  


La Doctora Delgado es una científica colombiana, conocedora a profundidad de temas bien complejos, decidida a hacer lo necesario para que la investigación hecha en Colombia sea de excelencia, como debe ser. Le van a llover rayos y centellas por parte de quienes no cumplen con las nuevas exigencias. A ellos solo les queda elevar su calidad o desaparecer. Felicitaciones a Colciencias por el paso dado, que es de la mayor importancia. Más vale tarde que nunca.

Fernando Márquez 

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8:39 p.m. | 12 de Abril del 2014
Investigadores se rebelan por clasificación de Colciencias
Decenas de grupos reconocidos podrían perder su categoría.

Cambios en criterios de calidad podrían afectar la investigación en universidades regionales.

Gabriela Delgado, directora de fomento a la investigación de Colciencias, ha invertido buena parte de su trabajo de las últimas semanas en leer y responder pacientemente miles de cartas y correos de reclamo que literalmente han llovido en su despacho.
La mayoría de ellos están firmados por reconocidos docentes e investigadores de distintas universidades, que están inconformes con el nuevo instrumento de medición de grupos de investigación propuesto por esta entidad, que es la cabeza del sistema de ciencia, tecnología e innovación del país.
¿Pero qué tiene este proceso que ha levantado, como pocos, ampolla en la comunidad académica y científica? Vale decir, para empezar, que las universidades, como productoras de conocimiento, fundan buena parte de su proyección y prestigio académico en la cantidad y calidad de los grupos que conforman para investigar e innovar.
Con el tiempo, y con el propósito de homologarlos con estándares internacionales, Colciencias ha venido haciendo ajustes a los criterios con los que se valora la producción científica de estos grupos, que suele ser usada como un indicador clave, por entidades nacionales e internacionales, para clasificar a las universidades por su calidad y generación de conocimiento (ver aquí convocatoria).
Pero uno de los cambios anunciados impactará de tal modo estos parámetros, "que es posible que decenas de grupos reconocidos pierdan formalmente su categoría, y los menos fuertes incluso se queden sin el reconocimiento de Colciencias. En ese orden de ideas, el prestigio de las universidades de las que hacen parte los grupos, también se afectará", explica René Guevara, profesor del Departamento de Posgrados de la Universidad Pedagógica.
De acuerdo con Delgado, con el ánimo de lograr que la investigación colombiana pueda ser comparable en términos de visibilidad e impacto con la de otros países, Colciencias decidió usar, por primera vez, dos índices bibliográficos: Scopus e ISI, referentes mundiales de medición de la calidad de los artículos científicos.
En otras palabras, sus revistas, que estaban registradas en el listado nacional de Publíndex -que según Delgado verifica contenidos de estas publicaciones, pero no su calidad- ahora deberán entrar a Scopus e ISI, que exigen el cumplimiento de requisitos estrictos, que hoy no todas llenan. Uno es que los artículos que aparezcan en ellas hayan sido evaluados en forma anónima y por varios pares académicos alejados del grupo autor de la investigación.
En estos momentos, Colombia tiene apenas 52 revistas (que reúnen a 8.000 investigadores) entre las 20.000 de Scopus y 19 en ISI. "Estos índices –dice Delgado- le permiten saber a un investigador si alguien lo lee y lo cita, lo cual es un medidor del impacto de su trabajo. Con Publindex (que tiene 544 revistas listadas), la base de datos a través de la cual Colciencias venía reconociendo y clasificando estas publicaciones nacionales, solo se colecta información y no necesariamente se mira la calidad".
Otros expertos coinciden en que este esfuerzo de la entidad, por el contrario, va a jalonar la calidad de la investigación que se hace en el país.
El efecto de una mala nota
Felipe García Vallejo, exdirector de Colciencias, es un duro crítico del nuevo modelo de medición y asegura que "estos índices que se impusieron son consorcios comerciales, que mercantilizan la investigación; son contratados por instituciones públicas y privadas de todo el mundo, a costos elevados, a cambio de poder acceder a las publicaciones que aparecen allí. Además, los investigadores deben pagar por publicar en revistas que están en estos índices".
"El efecto más perverso de esta medición es que, si bien favorece a los grupos de mayor producción, se va a invisibilizar la investigación de las universidades regionales y de aquellos grupos incipientes", afirma el ex director de Colciencias Felipe García Vallejo.
En ese sentido, explica, las más beneficiadas son las que tienen más grupos de investigación reconocidos por Colciencias como la Universidad Nacional (que, por ejemplo, tiene 96 en la categoría más alta), la de Antioquia, los Andes, la del Valle, la UIS y la Javeriana.
El académico asegura que también se lesionaría a las editoriales universitarias pues "quién va a querer publicar una revista que no aparece en esos dos índices, pues no se va a visibilizar".
Según García, de más de 50 editoriales universitarias existentes, Colciencias solo reconoció a 28 en el 2012 por un periodo de tres años, que vence en el 2015.
Sergio Roncallo, filósofo y profesor universitario, dice que el nuevo criterio creará más de un problema para cientos de grupos de investigación. "Uno de los efectos –dice este maestro, que además es editor de una revista- es que las revistas de universidades regionales que no están indexadas en ninguno de los dos índices van a quedar invisibles y, por lo tanto, también el trabajo de los investigadores que publican en ellas. Éste entrará entonces en la categoría de 'difusión social de conocimiento', que es inferior".
Roncallo afirma que los profesores universitarios que no publiquen en estas revistas indexadas, "no podrían dar el paso de profesor asistente a asociado, pues las privadas otorgan más puntos para ascensos, si logran publicar en ellas". (Véase recuadro 'Investigadores también serán categorizados')
Para el doctor e investigador José Luis Villaveces, asesor de investigaciones de la Universidad de los Andes -quien destaca que las revistas que figuran en estos índices cumplen con criterios definidos por las comunidades científicas del mundo y que lo que se publica en ellas es resultado de una investigación seria- "una consecuencia inmediata para los grupos que salgan mal calificados, es que sus proyectos podrían ser excluidos de la financiación de Colciencias; de hecho, las buenas calificaciones podrían acabar siendo un requisito exigido por el Ministerio de Educación, para aprobarles a las universidades programas de maestría y doctorado".
Luis Fernando Marín, profesor de la facultad de comunicación del Externado de Colombia, afirma que los grupos de investigación más afectados con este cambio, serán los de ciencias sociales.
Según Marín, índices como Scopus e ISI privilegian las ciencias básicas, y un ensayo en el campo de las sociales no cumpliría con los criterios exigidos por ellos. "Así las cosas, el ensayo de Kant sobre la respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración? o el Manifiesto del Partido Comunista, de Karl Marx, que han marcado la pauta en distintos campos del saber, no hubieran clasificado en las revistas de estos índices bibliográficos, a partir de los criterios de Colciencias".
Pese a las críticas, que considera injustas, Delgado defiende un proceso que, aclara, ha tomado más de dos años y durante el cual "sí se consultó y convocó a la comunidad científica", dice.
No obstante admite que, pese a los constantes llamados, de los 219.482 colombianos que registraron en las bases de Colciencias su hoja de vida como investigadores, "apenas 1.092 opinaron o participaron en la construcción de este modelo. La gente solo participa cuando el resultado no le es favorable, pero no cuando se está construyendo", afirma.
Delgado dice que aunque el proceso seguirá adelante, ya se han hecho modificaciones, a partir de las observaciones de la comunidad científica y pidió tener en cuenta que hay muchos otros productos, derivados de actividades de investigación de los grupos, que serán considerados en este modelo de medición (son en total 37). "No sólo se tendrán en cuenta las publicaciones".
Tiene claro, sin embargo, que la polémica continuará. "Colciencias no tiene credibilidad dentro de sus investigadores y académicos, y eso es fatal; si nos reconocieran, procesos como éste serían distintos. La reacción es normal. En Colombia decíamos que éramos unos 'duros' publicando en revistas que nadie lee".
Investigadores también serán clasificados
En este proceso, Colciencias buscó también actualizar y depurar la información sobre grupos, verificar el cumplimiento de requisitos para ser definidos como tal, clasificarlos e identificar a los investigadores del país, así como categorizarlos como Senior, Asociado y Junior con base en sus hojas de vida. Para ello, abrió una convocatoria en octubre del año pasado, que se cerró a mediados de enero de este año.
Toda esta información, donde se incluía la producción de grupos e investigadores, debía registrarse en la plataforma ScienTi.
En cuanto a los investigadores, la idea es que aquellos de mayor trayectoria sean ubicados en la categoría senior; sin embargo, algunos muy bien calificados y acreditados en el país aparecen como junior, lo cual ha causado molestia en algunos de ellos.
Al respecto, la directora Gabriela Delgado, tras admitir que esta nueva plataforma informática no es óptima, dice que “podemos tener el caso de investigadores consagrados que en los últimos 10 años, que es la ventana de información que tenemos en cuenta, no registren artículos ni direcciones de tesis aunque estén activos académicamente y esto afecta su categoría; o que algunos no hayan registrado de forma completa ni actualizado debidamente sus datos, lo que ocurrió en más del 50 por ciento de los casos. Vale decir que esta base de datos son estadísticas, cifras”,dice.
La funcionaria afirmó, además, que un pequeño porcentaje se encontraron, incluso, investigadores y artículos fantasma “lo cual es muy preocupante”.
Las editoriales también fueron evaluadas
Antes de esta convocatoria sobre medición de grupos, Colciencias realizó un proceso de reconocimiento de editoriales. La entidad buscaba verificar que los libros declarados y sus respectivos autores realmente existieran. Si se reconoce la editorial se reconoce el libro que con ella se publica como producto de investigación.
“Encontramos información falsa en casos específicos como revistas y libros fantasma; también que algunos ponen como resultados de investigación libros de caricaturas y poemas. Tuvimos que verificar uno a uno cada libro. Algunas editoriales cumplieron todos los requisitos y otras no", concluye.
ANDREA LINARES GÓMEZ
Redacción Vida de Hoy







sábado, 12 de abril de 2014

Tras prohibir a Fidic experimentación en primates, continúa el desconcierto

Escuchar en BLUERADIO

Escuchar AQUÍ: 

La Doctora Lucy Gabriela Delgado, ex-investigadora de la FUNDACIÓN INSTITUTO DE INMUNOLOGIA DE COLOMBIA -FIDIC-  hoy  Directora  de  Fomento  a  la  Investigación de COLCIENCIAS, controvierte a Ángela Maldonado, la persona que desde hace algunos años acusa y demanda constantemente al Profesor Manuel Elkin Patarroyo.

"No se le permitió al Doctor Patarroyo exponer sus argumentos. El Consejo de Estado, de manera irresponsable a mi juicio, atendió solamente las acusaciones de la señora Maldonado"

"No se trata de utilizar los animales para nuestro propio divertimento, sino para realizar investigaciones que permitan salvar vidas" dice la científica y Profesora de la Universidad
Nacional de Colombia.

La científica Gabriela Delgado finalizó diciendo que “un científico que está luchando por conservar la vida cómo puede atentar contra la de animales indefensos que no tienen las mismas condiciones de los humanos y en ese sentido “puedo dar fe del manejo ético que se le da a los micos cuando llegan al laboratorio porque son mejor cuidados que los hombres”  .


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Reproducir AhoraABRIL 12 - 2014 - 12:51 PM / DURACIÓN: 0:21:38


Foto: Manuel Elkin Patarroyo/El Espectador
Recientemente, el Consejo de Estado emitió un fallo sobre el desarrollo científico en contra del uso de animales en experimentación que prohibió a Manuel Elkin Patarroyo y a su instituto la utilización de una serie de primates que habitan en Amazonia, en límites entre Colombia y Perú.

Ángela Maldonado, directora de la Fundación Entrópika y quien interpuso el recurso que falló el Consejo de Estado sobre las prácticas del científico, manifestó que desde el año 2003 tuvo la oportunidad de estar con comunidades indígenas peruanas que llevaban una carga de micos y estas le dijeron que iban a venderlos al laboratorio donde se hacía la vacuna contra la malaria en Leticia.

“Esa fue la primera vez que supe de esto y fui directamente al Ministerio del Medio Ambiente a hacer el comentario”, dijo Maldonado y agregó que le respondieron que necesitaba pruebas para entablar cualquier denuncia.

Desde el 2008 hasta el 2011 comenzaron a hacer una investigación dividida en estudio a poblaciones, quiénes eran los que más extraían los animales, recursos genéticos y documentación sobre la forma en que se capturaban.

La directora de Entrópika expresó que se determinó que “había una cantidad de irregularidades sobre los permisos” y el acervo probatorio de la parte legal se consiguió “mediante derechos de petición que  se le enviaron a la Procuraduría Ambiental para Asuntos Agrarios y a Corpoamazonia, información la tenemos desde 1999”.

“Están utilizando tres especies mientras que los permisos otorgados eran únicamente para una y lo que más nos sorprendió es que si la autoridad ambiental sabía que esto pasaba por qué pidió que en el año 99 se empezara un criadero en cautiverio y en el 2011 todavía se presentaban irregularidades”, puntualizó Maldonado.

El Consejo de Estado ratificó una decisión que había tomado un juzgado de Cundinamarca en julio de 2012 y canceló el permiso definitivamente para la caza y recolección de primates para investigaciones contra la malaria que se le había dado a la Fundación Instituto de Inmunología, Fidic, y por ende a Manuel Elkin Patarroyo.

Gabriela Delgado, directora de Fomento a la Investigación de Colciencias y quien trabajó mucho tiempo con Patarroyo, expresó en Blu Radio que quiere invitar respetuosamente, sabiendo que la decisión del Consejo se basó una serie de pruebas, a que se tengan en cuenta otras de estudios que han realizado científicos colombianos, algunos de la Universidad Nacional.

“Esto me permite traer más hacia el lado académico y científico la situación y quiero ser puntual en lo que la doctora Maldonado está mencionando porque no tiene realmente una justificación al mencionar que los animales cuando se liberan tienen una afectación y un peligro”, dijo Delgado e hizo énfasis en que si no se tiene la evidencia no es que esté pasando.

La científica finalizó diciendo que “un científico que está luchando por conservar la vida cómo puede atentar contra la de animales indefensos que no tienen las mismas condiciones de los humanos y en ese sentido “puedo dar fe del manejo ético que se le da a los micos cuando llegan al laboratorio porque son mejor cuidados que los hombres”.






viernes, 11 de abril de 2014

¿Peruanos o colombianos?: la guerra de los micos


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Para reflexionar:

Desde la perspectiva de las leyes del mercado, lo que hacen el Profesor Patarroyo y la FIDIC, regalar el fruto de su trabajo para beneficio de la humanidad más pobre y vulnerable, la que no puede pagar, es un crimen. ¿Como es posible que exista alguien en el mundo a quien no le interese enriquecerse?  Recientemente un alto ejecutivo de una reconocida multinacional farmacéutica expresó, sin ruborizarse, como la cosa mas natural del mundo, que "No producimos medicamentos para los indios. Los producimos para los pacientes occidentales que pueden permitírselos". No todo lo de ellos es bueno. 

La industria farmacéutica gana dinero con la enfermedad, con la venta de medicamentos para tratarlas. En el caso de la malaria, específicamente, resulta mucho más lucrativo vender medicamentos para tratarla que para prevenirla. El problema es que el parásito se ha vuelto resistente y ya no funcionan tan bien como antes, por eso mueren cada año alrededor de un millón de personas, la mayoría niños. Uno cada 30 segundos. Un cliente menos, dirán... 

Si la finalidad de las vacunas es evitar que la gente se enferme, resulta inconveniente a sus intereses, a menos que sean comercializadas por ellos.  El lucro es su razón de ser y para alcanzarlo no siempre atienden a consideraciones éticas o morales, todo tiene precio. Hacer trampa es parte de sus métodos. A Glaxo SK le impuso el gobierno de los Estados Unidos una multa de 3000 millones de dólares, la más alta de la historia, por  "falsear u ocultar datos de tres de sus medicamentos"  lo que puso en riesgo la salud de los pacientes. Alta la multa, sin duda, pero ridícula comparada con las gigantescas ganancias obtenidas. 

No son muchos los periodistas capaces de internarse durante días en la selva para conocer de primera mano la realidad de las cosas, para escuchar la versión de quienes realmente conocen la selva, los micos y la cantidad de intereses que se mueven allí. Eso es lo que han debido hacer los señores Magistrados que tiraron a la basura 35 años de trabajo honesto y desinteresado basados en argumentos absolutamente discutibles, para desgracia de los 17 millones de personas que mueren cada año en el mundo por enfermedades prevenibles mediante vacunación.  Eso es lo que deben hacer los demás periodistas que escriben sobre temas como este, ir, untarse, arriesgarse, asolearse, leer, preguntar a los que saben.  Felicitaciones a Salud y a El Tiempo, así es que se hace periodismo de investigación, así es que se llega a la verdad. 

Fernando Márquez

Por: |

9:19 p.m. | 10 de Abril del 2014


Aotus
Estos son los micos de la discordia. Se trata de la especie nocturna Aotus.

Tras prohibir utilizarlos para estudios de malaria, nativos que los capturaban están indignados.

San Juan de Atacuari. El litigio por los micos nocturnos de Manuel Elkin Patarroyo no terminó con la reciente sentencia del Consejo de Estado que le prohíbe utilizarlos para las investigaciones de malaria. Los nativos que capturaban los animales están en pie de guerra, no se quedarán de brazos cruzados.
Por la ribera del Amazonas, desde Leticia hasta San Juan de Atacuari, el último poblado colombiano, fronterizo con Perú, las autoridades aborígenes respiran indignación contra Ángela Maldonado y los magistrados.

“No vamos a permitir que una aparecida, una señora que llegó ayer a la Amazonia, aplaste a la organización indígena con mentiras”, señala Wilson Laureano, coordinador de Territorios de Aticoya, entidad que agrupa a 22 comunidades de los pueblos ticuna, cocama y yagua. “Se presenta ante el mundo como única defensora y protectora de la Amazonia, dice que nosotros somos los peores depredadores de la fauna y flora. Lo que pedimos es que ella, que violó la autonomía indígena, se retracte de todo lo dicho y pida perdón por los mismos medios en que nos ha difamado”.

Los dardos están dirigidos contra la mujer que acusó a los curacas (máxima autoridad) de corruptos y traficantes de animales, y a Patarroyo de poner en riesgo de extinción e importar de manera ilegal la especie Aotus (micos nocturnos). El científico deberá buscar una fórmula alternativa para realizar sus ensayos de la vacuna contra la malaria.

“Esa señora, ni su Fundación Entropika, puede entrar al territorio de Aticoya, decisión avalada por el Consejo de ancianos. Si lo hace, la Guardia Indígena debe apresarla”, agrega.

En su casa de Leticia, Ángela Maldonado asegura que debido a sus denuncias, que considera irrefutables, su vida corre peligro. “El año pasado tuve que irme seis meses a Bélgica, de donde es mi esposo, por seguridad”.

Su historia con los micos arranca unos lustros atrás, cuando vivía en Pasto con su novio de entonces. Trabajaban en un supermercado y un buen día un camionero dejó un mono abandonado. Ella lo rescató y ese gesto hizo que su vida diera un giro. Se entusiasmó con los primates, comenzó a estudiarlos, primero como autodidacta, lo que le llevó a pasar dos años en la selva profunda del Vaupés, y más adelante realizó una maestría y un doctorado en Conservación.

“Entre el 2008 y el 2011 recogí abundante información y evidencias en la Amazonia sobre lo que estaba ocurriendo con los Aotus. Hice un estudio con la Universidad San Marcos de Lima”, señala. Los datos le hicieren concluir que la especie Aotus nancymaee, de cuello amarillo, que los indígenas vendían a la Fidic de Patarroyo, es originaria de Perú y Brasil, no la hay en Colombia. “Los de nuestro país son de cuello gris. Hay especies de micos que tienen una barrera geográfica que es el Amazonas. Lo que ocurre es que cogieron micos en Perú, se los vendieron a Patarroyo y después los liberaron en Colombia”. Su revelación le mereció el Premio Whitley Gold, conocido como “el Oscar verde”.

A su juicio no solo sufren los animales, que según ella son devueltos a su entorno en malas condiciones después de pasar por el laboratorio y muchos mueren. También la selva porque los indios tumban los árboles donde duermen los micos para darles caza.

Los curacas y los colectores de primates rechazan de manera categórica sus denuncias. Ni tumban árboles ni cogen micos fuera de Colombia, aseguraron todos los que entrevistó este diario. Y encuentran incongruente hablar de nacionalidades de los animales en el universo amazónico. Ellos, que sí conocen la selva desde niños, no han visto las barreras infranqueables que señala Maldonado puesto que hay zonas donde pueden pasar de Colombia a Perú sin problemas.

“Hay ONG que han cogido el Amazonas como marca y tienen que montar escándalos internacionales para sustentar los recursos que les dan”, dice Fernando Mejía, director del noticiero local de RCN, reconocido por sus fuertes denuncias de todo orden. “Gastan millonadas en estudios chimbos”.

‘De eso vivíamos’
Fue la comunidad 7 de Agosto la primera que proporcionó micos a Patarroyo, allá por 1987. Lucía Macedo, de 65 años, explica que tres décadas ayudando a colectar monos le dan autoridad para rechazar la batería de acusaciones.

“Es puro cuento que se miraban micos muertos en el monte, como dice esa señora. Yo acompañaba a mi marido, mi cuñado, éramos un grupo. A veces se encontraba un nido, a veces nada, y no tumbaban árboles, se trepaban a ellos para agarrarlos”, cuenta. “Cogiendo micos es que levanté a mi familia, hicimos la casa. De eso vivíamos en tiempos de inundaciones y ahora quedamos sin nada”.

Patarroyo pagaba entre ochenta y cien mil pesos por ejemplar, y en esos parajes remotos, donde los ríos cubren las chacras varios meses por año y no hay fuentes de empleo, escasean las alternativas a los ingresos que obtenían con Fidic, su único sustento durante el invierno.

El hijo de doña Lucía, Gildardo Vásquez, de 32 años, que fue curaca, aprendió el oficio de sus mayores. “Yo trabajé dieciséis años de colector y siempre los cogimos en nuestra comunidad, 7 de Agosto, jurisdicción de San Juan de Atacuari. Teniendo los micos en Colombia, para qué ir a Perú a meterse en problemas. Eso no es que uno entre a la selva sin más, allá también existen comunidades indígenas con autonomía sobre su territorio y hay que pedir permiso para ingresar y colectar una especie. Para trabajar con micos, Patarroyo tuvo que reunir a los curacas de la región, hablar con el Congreso y explicar sus intenciones. Además, la Fidic va a las comunidades cada tres meses para socializar la manera de colectar micos sin causar daños a la selva ni a la especie”.

Las capturas
Los colectores salían de noche en partidas de cuatro y cinco personas, para detectar los “nidos” –un hueco en los troncos–. Sabían que los micos irían a dormir tan pronto despuntara el día. Señalaban los árboles y regresaban al poblado a descansar unas horas. Cuando el sol estaba alto, volvían a la selva. Trepaban el palo y tapaban con una lona el hueco por donde habían ingresado los monos; después, hacían otro agujero para obligar a los animales a huir por él en cuanto armaban bulla con palos para ponerlos en fuga. Salían aturdidos y los capturaban con facilidad.

“Si estuvieran en peligro de extinción, no los encontraríamos cerca del pueblo después de tantos años. Y la deforestación que dice Maldonado sería evidente”, apunta Gildardo Vázquez.

Una vez reunían varios animales, los trasladaban en lancha hasta Fidic en Leticia. Solo los colectores previamente registrados podían entregarlos, debía ser viernes por la mañana y en presencia de delegados de Corpoamazonia, Policía ambiental y el Comité de Ética, entre otros.

“La de Amazonas es una frontera tan frágil, tan porosa, tan grande, que no es posible determinar que los micos no cruzan a ambos lados. Pero todo lo que afirma Maldonado son supuestos, no hay ningún argumento contundente en sus estudios”, asevera Héctor León Porras, un paisa que dirige el ICA en Leticia desde el 2009 y es miembro del Comité de Ética, organismo que supervisa el trato a los animales en las investigaciones.

“Nosotros vemos cómo trabajan los colectores, se suben a los árboles, no los tumban. También siempre voy a las liberaciones, que se hacen en el mismo lugar donde se capturan, y así mismo garantizamos que los micos estén en perfectas condiciones en la Fidic. Gané mi puesto por concurso, mi único interés es proteger la Amazonia y los animales”.

Le sorprende que el Consejo de Estado no los convocara para conocer otros argumentos que les ayudara a decidir el sentido del fallo. Igual opina Luz Marina Mantilla, directora del Sinchi (Instituto de Estudios Amazónicos). “La discusión científica no debe ser mediática y nosotros podemos aportar”, aduce. “Son 116 kilómetros de frontera del Trapecio Amazónico y acabamos de terminar un estudio con la Universidad Nacional sobre la presencia de los Aotus, que aún no se puede hacer público y que es el más completo hasta la fecha, aunque hay que seguir profundizando”.

Este diario conoció que el ‘Estudio de campo del género Aotus al sur de la Amazonia colombiana, Fase 1’, al que se refiere Mantilla, concluye que la especie nancymaae, la que está en el centro de la polémica, puesto que Maldonado y otros estudiosos afirman que es exclusivamente peruana, existe de tiempo atrás en territorio colombiano y no corre riesgo de desaparecer.

Hasta qué punto ese descubrimiento arrojará luz sobre una disputa jurídica que ha desbordado el ámbito puramente científico, es incierto. A Maldonado la respaldan ONG foráneas, además de dos sentencias de tribunales colombianos, uno de los cuales –Consejo de Estado– estudia la apelación de Patarroyo.

“No entiendo cómo el Consejo de Estado solo la escuchó a ella. Maldonado nunca hizo la consulta previa para estudiar los monos, como marca la ley”, insiste Manuel Ramos, presidente de Aticoya.
“Si fuera científica, la respeto. Pero ella y el marido no sabemos de dónde aparecieron, se atreve a hacer afirmaciones sin base. Los monos están sanos y no en peligro de extinción. Si no nos escuchan en Colombia, vamos a defender ante la Corte Internacional nuestra causa, que es la investigación de la vacuna contra la malaria y la autonomía sobre nuestro territorio”.

SALUD HERNÁNDEZ – MORA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO


jueves, 10 de abril de 2014

Manuel Elkin Patarroyo se uniría a la fuga de cerebros



A la gente se le ha engañado haciéndole creer que los monos utilizados para las pruebas mueren, que son "cazados", que se les maltrata y abandona luego de las pruebas, enfermos o moribundos.  TODO ESTO ES FALSO

Los monos se colectan, sin dispararles, maltratarlos ni lastimarlos. Al llegar al centro de recepción que es la Estación de Primates de la FIDIC en Leticia, los examinan los veterinarios, se tatúan con un número en uno de sus muslos para garantizar que solo se utilizan una vez, los tratan, desparasitan y alimentan hasta que estén en óptimas condiciones. Luego se inoculan con el péptido candidato a vacuna que se está probando y 20 días mas tarde se les inyecta el parásito, en cantidades suficientes para producir la enfermedad.  Algunos investigadores suelen inyectar pequeñas cantidades de parásito, lo cual distorsiona los resultados. 

En este momento empiezan los estudios para determinar en que porcentaje el péptido protegió, que reacciones produjo, si el animalito se enfermó o no, lo cual se hace mediante la extracción de unas pequeñas muestras de sangre que se envían a Bogotá.  Después el animal entra en cuarentena, se trata y alimenta nuevamente hasta que esté completamente sano y se libera en la misma zona en que se colectó. 

Un porcentaje pequeño, 3 ó 4%  de los animales muere, no necesariamente por la pruebas, muchos de ellos llegan enfermos y no se pueden utilizar. De todas maneras el estrés y el malestar que puedan sufrir los animales durante las pruebas es un precio pequeño que se paga por la posibilidad de disponer de vacunas para salvar la vida de millones de personas pobres y vulnerables en todo el mundo.  

Lo de la cacería, el maltrato, la tortura, el contrabando y otras especies que circulan por ahí son fábulas utilizadas para despertar la sensibilidad de la gente. Lo cierto es que la malaria mata una persona cada 30 segundos, así que cualquier retraso en el desarrollo de la vacuna es una condena a muerte para muchos de ellos, la mayoría niños, lamentablemente.  

La indiscutible importancia que tienen los recursos y los animales no debe ser la bandera que se enarbola para obstaculizar un trabajo honesto, bien hecho y en beneficio de quienes no tienen ninguna otra posibilidad de sobrevir. De eso se trata.   

Fernando Márquez 

Gente - Enero 22 de 2014, 3:30 pm

El científico está considerando irse a Ecuador ante las dificultades para desarrollar su trabajo en Colombia.

La falta de apoyo económico del Gobierno, las deudas y un fallo del Consejo de Estado que canceló el permiso para recolectar primates con fines científicos, son algunos de los motivos por los que el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo está pensando en dejar el país. 

El principal problema para el científico es el impedimento de usar monos nocturnos peruanos para el desarrollo de la vacuna definitiva contra la malaria, ya que según el concepto del alto tribunal Patarroyo está participando en el tráfico ilegal de animales. 

"Es una sanción absurda porque desde el principio dijimos que los monos eran colombianos. Los estudios de la Universidad de Colombia muestran que los micos que están en Colombia llevan miles de años. Es decir, es un linaje histórico colombiano", explicó Patarroyo.

Pero no sólo el inmunólogo es el que se ve afectado. Decenas de indígenas que se ganan la vida capturando monos para los estudios del científico adelantan una marcha contra el Consejo de Estado para exigir su participación en el proceso judicial como parte directamente afectada, ya que consideran que sus vidas y las de generaciones futuras dependen de las vacunas de Patarroyo. 

"El método que estamos desarrollando nosotros no es solamente para la vacuna de la malaria, sino también para otras como la tuberculosis y la hepatitis", explicó el científico.

Ante este escenario, Patarroyo piensa en aceptar el apoyo del Viceministerio de Ciencia y Tecnología del Ecuador, el Instituto Ecuatoriano de Medicina Tropical y la familia Guayasamín para continuar con sus estudios.  

NoticiasRCN.com




martes, 8 de abril de 2014

UN ESTORBO MAS QUE SE DEBE SUPERAR

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El doloroso suicidio de Miguel Ángel Olea, un destacado estudiante que representó al país en el concurso Lunabotics Mining Competition de la NASA en el 2012, en el que obtuvo el segundo lugar entre representantes de 70 países de todo el mundo, habla de una escuela castradora e inepta, incapaz de ver más allá de sus anacrónicos preceptos disciplinarios y académicos. Al colegio le quedó grande impulsar un estudiante que se salía del montón, que si era capaz de resolver problemas de la vida real, que tenía un futuro brillante. Esa es la razón por la cual ocupamos el último lugar entre 44 países en las pruebas PISA: se premia la mediocridad, se criminaliza la inteligencia. Se pierde el año y a veces también la vida.

Miguel Ángel Olea
 Foto El Tiempo

Pero no se crea que esto ocurre solamente en los colegios: el mismo gobierno, la academia, Colciencias y el Icetex, no se han dado cuenta de que muchos jóvenes brillantes y capaces pese a la mediocridad del sistema que los deforma en lugar de educarlos, tienen que irse del país que necesita desesperadamente sus conocimientos y capacidad pero que no tiene ganas de proporcionarles aunque sea las condiciones mínimas para investigar y desarrollar conocimiento útil y soluciones inteligentes y de largo plazo.

El Profesor Manuel Elkin Patarroyo, el científico más destacado que ha producido este país, el que imaginó y creó la primera vacuna químicamente hecha en el mundo y la primera contra un parásito, trabajo que desde hace años le garantizó un puesto de honor en la historia de la medicina universal, es un paria en su propio país. El día en que tenga que irse para no morirse de hambre habrán matado la única esperanza que tenemos de ser reconocidos por salvar vidas, no por acabarla en todas sus formas. Será un día de vergüenza nacional. 

Dedicar toda la vida a investigar, educar y hacer ciencia es en Colombia un delito más grave que robarse miles de millones del erario público, lo cual se logra en pocos meses y sin mucho esfuerzo, bastan unos compinches bien ubicados y un poquito de la malicia indígena de que tanto nos ufanamos para lograrlo. El trabajo y la disciplina son para los pendejos, dicen, y nos lo creímos. 

   Foto de Archivo particular

Los jueces que aceptaron los argumentos enclenques de los acusadores de oficio de Patarroyo y su grupo son a la investigación y la ciencia lo mismo que los "educadores" de Miguel Ángel Olea y muchos otros jóvenes brillantes y promisorios a su futuro: un estorbo más que se debe superar, aunque algunos pierdan la vida en ese intento. O tengan que irse a algún lugar donde la vida humana merezca tanto respeto como los sapos, los micos y las serpientes. 

Mientras Patarroyo ofrece soluciones para problemas de la vida real como la enfermedad y la muerte de millones de seres humanos, otros inventan seis problemas para cada solución. Algunos se lucran, otros son, simplemente, parte de la comparsa vergonzante de inútiles e histéricos que se impone porque tienen dinero y poder, no porque sean inteligentes. 

Nos queda grande un científico que no tiene precio, que se sale del montón, que sí es capaz de resolver problemas de la vida real. Él y la juventud que piensa y por eso no cabe aquí son la razón por la cual nos llaman eufemísticamente "un país emergente", es decir, un país pobre, dependiente e incapaz de solucionar sus propios problemas. 

Fernando Márquez




Frenan investigación de nueva vacuna contra malaria: Patarroyo

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Deplora que la patente de su primer antídoto contra ese mal esté engavetada

Frenan investigación de nueva vacuna contra malaria: Patarroyo

Ecologistas acusan al científico colombiano de sacar ilegalmente de Perú y Brasil a los monos en los que investiga el inoculante

Participará en el 13 Congreso Internacional de Parasitología organizado por el Cinvestav, la UNAM y la Sociedad Mexicana de Parasitología, en agosto

La gran mayoría de las vacunas para combatir enfermedades infecciosas son de tipo biológico y se desarrollan con una metodología creada hace más de 130 años. Sin embargo, Manuel Elkin Patarroyo, director de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, trabaja en un nuevo tipo de vacunas: las sintéticas. El Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1994 explicó lo anterior en una conferencia de prensa en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN.

Manuel Patarroyo creó hace 27 años la primera vacuna sintética, cuya patente entregó a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que la tiene engavetada, según comentó. Ahora trabaja en el desarrollo de una vacuna química contra la malaria que, señaló, es el principal problema de salud pública del mundo, ya que al año infecta a más de 200 millones de personas y mata a 1.2 millones.

Molécuas neutralizadoras

Para crear anticuerpos las vacunas biológicas usan todo el virus, la bacteria o el parásito muerto o desactivado para inyectarlo en el torrente sanguíneo. Hay otras técnicas en las que se emplean fragmentos del ADN que codifican ciertas proteínas, lo cual también se inyecta en el cuerpo del paciente. Las vacunas sintéticas del equipo que encabeza Patarroyo son moléculas diseñadas para neutralizar los mecanismos químicos que los agentes infecciosos utilizan para adherirse a los glóbulos rojos.

Fue en 1980, luego de trabajar en Estados Unidos junto al Premio Nobel Bruce Merrifield y el destacado inmunólogo Henry Kunkel, contó Patarroyo, cuando se me ocurrió que las vacunas se pueden hacer conociendo las características químicas de las moléculas del parásito y con eso nos fuimos a vacunar monos (contra la malaria) a la mitad del Amazonas.

Estos animales le han acarreado problemas. Luego de que consiguió la primera vacuna, Patarroyo continúo sus investigaciones para encontrar una nueva forma de hacer vacunas para combatir enfermedades transmisibles, como la malaria, y siguió ensayando en monos. Ahora unos ecologistas que me están acusando no de matarlos, no de hacerles daño, sino de traerlos ilegalmente del otro lado del río.

El laboratorio donde trabaja el científico se encuentra en la zona de la selva donde colindan las fronteras de Colombia, Brasil y Perú. Según explicó, algunos de los monos utilizados en sus investigaciones fueron traídos de las selvas de Brasil (a 300 metros del laboratorio) y de Perú (que está a 320). Me acusan de traerlos del otro lado de la calle, indicó.

Las autoridades colombianas han fallado en su contra y por ello las investigaciones sobre la vacuna llevan tres años detenidas.

Hasta ahora las pruebas indican que esta segunda vacuna contra la malaria es efectiva en animales; sin embargo, aún hacen falta investigaciones para poder utilizarla en humanos.

Sin interés lucrativo

Elaborar cada dosis cuesta, según el científico, 10 centavos de dólar. Sin embargo, explicó que hasta ahora los laboratorios farmacéuticos con los que ha tenido contacto argumentan que la producción de la vacuna costaría 150 dólares por dosis. Señaló que esta vez no cometería el error de entregarle la patente a la OMS, pues no sucedió nada con la vacuna anterior.

Su intención, dijo, no es hacer dinero con esta vacuna. A nosotros nos pagan bien por las investigaciones, así que buscará la forma de hacerlas llegar a los lugares donde se necesitan. En estas investigaciones, comentó, Colombia ha invertido no más de 50 millones de dólares en 35 años para esta vacuna, contra los 15 mil millones invertidos por otros grupos en su búsqueda.

El médico participará en el 13 Congreso Internacional de Parasitología organizado por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Sociedad Mexicana de Parasitología, el cual se celebrará en agosto en la ciudad de México. Ahí impartirá su conferencia magistral Las nuevas vacunas, donde presentará su trabajo, el cual podría servir para atacar otras enfermedades infecciosas e incluso algunos tipos de cáncer, explicó.