» Leer en UN Periódico
"La equiparación de los derechos entre humanos y animales plantea una paradoja para la sociedad. Quizás, más que hablar de derechos, sería más conducente para la sociedad hablar de bienestar animal, buscando establecer, sin posiciones extremas entre el fanatismo irracional y la arrogancia intelectual, una ética humana aplicable a la relación con los animales y con la biosfera en general."
Unidad de Medios de Comunicación –
Unimedios
Foto: cortesía
Manuel Elkin Patarroyo
Feb. 08 de 2014
Por: Carlos F. Suárez M, cDr.C.,
investigador de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC) -
Manuel Elkin Patarroyo, M.D, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y
director general de la FIDIC
La investigación biomédica con el uso
racional de animales ayuda a aliviar el sufrimiento humano. Existe la
preocupación de que los movimientos animalistas interfieran con el estudio del
cáncer, enfermedades infecciosas (medicamentos y vacunas) y enfermedades
crónicas y degenerativas (como el Alzheimer), lo que implica un costo social
para la salud humana.
Ante la cuestión de cuáles son las
implicaciones éticas de la investigación en la sociedad, los científicos pueden quedar
en un estado de perplejidad, dado que las cualidades que cultivan tienen más
que ver con la disciplina, la creatividad, la destreza y la construcción de una
fuerte ética profesional. En la investigación biomédica, la relevancia de la
reflexión en estas implicaciones es clara y hace parte del acervo necesario
para hacer investigación científica adecuada y responsable.
La confianza
depositada por la sociedad en los investigadores exige que el ejercicio de la
ciencia sea practicado con una serie de valores que deben trascender la ética
profesional. Es así como la ética de la investigación relacionada con seres
humanos ha sido ampliamente debatida y regulada por la sociedad y el Estado.
Otro tanto ha ocurrido con la investigación usando animales, la cual ha sido la
base para la compresión de muchos mecanismos fisiológicos y genéticos, así como
para el desarrollo y pruebas de seguridad de fármacos y vacunas.
Por supuesto, de
existir alternativas viables, como cultivos celulares o modelos
computacionales, estas deberían ser usadas. Sin embargo, no todos los problemas
tienen una naturaleza que pueda ser reducida a estas aproximaciones, dado que
los fenómenos biológicos poseen una naturaleza compleja cuyas propiedades
emergentes no han podido ser modeladas adecuadamente. De existir casos en donde
no es posible seguir vías alternativas, ¿deben primar las consideraciones sobre
los derechos humanos o animales?
Existen básicamente
dos posiciones al respecto. En una orilla, se sostiene que los animales tienen
derechos, dado que son entidades que poseen valor, son sensibles y por lo
tanto, capaces de sufrir. En contraposición, se sostiene que solo tienen
derechos aquellos que son miembros de sociedades humanas que son capaces de
aplicar consensos éticos mutuamente aceptados a situaciones específicas. Ambas
posturas cuentan con convincentes argumentos, dándose una controversia que está
lejos de ser resuelta.
¿Semejanza en derechos?
Muchos defensores
de la causa animalista perciben la experimentación con animales como algo sin
un impacto tangible en la salud humana y en el bienestar de la sociedad. Solo
como un ejemplo de lo contrario, los estudios anatómicos hechos por Vesalio,
tanto en humanos como en animales, fueron precursores de la revolución
científica del siglo XVI, que produjo una profunda transformación social.
Siendo la sociedad beneficiaria directa de la investigación biomédica, la
utilización de animales como sujetos experimentales se justifica.
Por la empatía que
sentimos por los animales, consideramos repugnante la crueldad y el maltrato.
Sin embargo, llevar esta compasión a un estándar moral implica una forma de
antropomorfismo en donde la aplicación indistinta de la condición humana la
extravía.
Sostener el punto
de vista de que los derechos animales son equivalentes a los humanos,
implicaría que la muerte de un ratón sería igual a la de un ser humano, que se
cometería canibalismo cada vez que se come carne, que se debería considerar
como genocidio las campañas para la erradicación de ratas y que la
domesticación sería un equivalente moral de la esclavitud. Los derechos
implican deberes, así, ¿podemos incluir a los animales dentro del pacto social
en un sentido igualitario?, ¿son los animales moralmente responsables de sus
actos?
Semejanza biológica
La investigación
que se desarrolla con animales tiene altos costos desde el punto de vista
económico y social, y existe preocupación por parte de los distintos actores
involucrados para que esta se efectúe con altos estándares de calidad y con una
justificación suficiente, tanto a nivel científico como ético.
El uso de
mamíferos, y primates en particular, es esencial, dada la semejanza biológica
que comparten con los humanos. Muchas patologías y condiciones no pueden ser
fácilmente evaluadas en otros modelos, como insectos, plantas o bacterias. Por
ejemplo, las pruebas de seguridad de fármacos realizadas exclusivamente en
roedores pueden producir malos resultados, como el caso de la talidomida que
provoca malformaciones congénitas en primates, pero no en roedores.
El uso de primates
no humanos (PNH) como modelos animales recibe mucha atención por parte de la
sociedad, dado el alto grado de empatía que existe para con ellos. Su uso como
modelos experimentales ha producido innegables resultados para la salud humana;
por ejemplo, el polio está prácticamente erradicado gracias a una vacuna que
fue desarrollada en monos y cuya seguridad es probada en estos animales.
En la actualidad, el
uso de PNH es excepcional, se enfoca en la investigación y en pruebas de
seguridad-eficacia de fármacos y vacunas en enfermedades infecciosas como sida,
tuberculosis, malaria, hepatitis, etc. También son usados para el estudio y
desarrollo de fármacos en otras enfermedades con alto impacto en el bienestar
humano, como cáncer, Parkinson, Alzheimer, hipertensión y arteriosclerosis,
entre otras. Ante este panorama, es imposible sustituir el empleo de PNH en los
diferentes campos de la investigación en los que son usados a corto plazo.
Modelos animales y Malaria
La malaria es un enorme problema de
salud pública, causada por un parásito intracelular con un complejo ciclo de
vida que incluye dos hospederos (mosquitos del género Anopheles y
humanos). La severidad y la mortalidad de la enfermedad varían dependiendo la
especie de parásito. A pesar de que las tasas de mortalidad han caído desde el
año 2000, para el 2012 se reportaron 207 millones de casos, de los cuales
789.000 llegaron hasta la muerte, la mayoría en niños menores de cinco años.
Así las cosas, ante la creciente ineficacia de las drogas antimaláricas, es
imperativo el desarrollo de vacunas eficaces.
Para las malarias
humanas no existe la posibilidad de adelantar este tipo de estudios en otros
modelos animales distintos a PNH. El estudio de malarias asociadas a roedores
ha permitido entender varios aspectos de la malaria, pero los candidatos a
vacuna en roedores han producido malos resultados en humanos, dada la distante
relación evolutiva, tanto entre humanos y roedores, como entre malarias de
roedor y humanas.
En el caso de la malaria causada por Plasmodium
falciparum, solo los monos Aotus y los chimpancés son
susceptibles a todas las formas del ciclo de vida del parásito. Aotus muestra
una significativa identidad con humanos en genes que intervienen en la
respuesta a la enfermedad. El uso de los Aotus para el
desarrollo de la vacuna contra la malaria plantea una paradoja: dado que son
insustituibles en el estado actual del conocimiento (no existiendo ninguna
alternativa experimental viable para su remplazo), y que la forma de
experimentación con estos animales no resulta mortal ni es debilitante de forma
permanente, ¿cuál debe ser el destino de estos después de servir como sujetos
experimentales?
De vuelta a la naturaleza
Uno de los
cimientos del bienestar en los sujetos experimentales animales es la eutanasia
una vez concluida la experimentación. Otra alternativa es su reutilización en
otros experimentos (que los pueden conducir a su vez a eutanasia) y más
raramente, su transferencia a zoológicos. Es decir, para estos animales, las
alternativas son el cautiverio de por vida o la muerte. Puede existir otra
alternativa, y esta es liberarlos en su medio, dándoles la posibilidad de
volver a vivir en condiciones naturales.
Los centros de
investigación que usan PNH se encuentran generalmente en países que no cuentan
con poblaciones autóctonas de los mismos, haciendo costoso y difícil el proceso
de importación y transporte de los animales del medio natural al laboratorio.
Así, se le ha dado énfasis al proceso de generación de stocks de crianza en los
sitios de investigación, con el fin de facilitar el suministro de animales. Sin
embargo, el número de PNH importados por estos países sigue siendo substancial
y la posibilidad de retornarlos a su ambiente es nula.
En el caso de Aotus, las
principales iniciativas documentadas para realizar crianza las ha hecho el
Centro para la Reproducción y Conservación de Primates de Iquitos (Perú); allí
se observa que cada pareja tiene un periodo de reproducción y crianza de dos
años y medio en promedio. Las colonias desarrolladas requieren de un continuo
suministro de animales silvestres (25% - 50%) para mantener la población de
reproductores, siendo estas iniciativas ineficaces para disminuir la presión
sobre las poblaciones naturales.+
Por ello, es viable plantear el
reabastecimiento (o retorno) de los monos después de ser realizada la
experimentación, teniendo en cuenta que la investigación para el desarrollo de
la vacuna de la malaria se hace por periodos cortos en el ambiente natural
donde viven los Aotus (Leticia, Amazonas) y se usan
procedimientos que no resultan mortales ni permanentemente debilitantes.
Además, las especies usadas no están amenazadas o en peligro. Así se evita
remover un gran número de animales silvestres de su ambiente permanentemente,
algo que no sería posible con monos nacidos en cautiverio, dado que su
adaptación a la vida silvestre podría resultar imposible. Estos estudios han
sido realizados por la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC),
dirigida por el profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, Manuel
Elkin Patarroyo, y su equipo de colaboradores –la mayoría egresados de la UN–.
Todas las etapas de
la experimentación están a cargo de personal capacitado, quienes tienen
claridad sobre todos los cuidados y procedimientos que deben recibir los
animales para garantizar la seguridad, cuidado y respeto durante su captura,
manejo y estudio. Las condiciones de cautiverio satisfacen los estándares de
bienestar, higiene y nutrición, y tratan de disminuir el estrés ambiental al
que están sujetos. Finalizado el proceso, los animales son rehabilitados y
puestos en cuarentena.
Lo anterior
garantiza que son capaces de sobrevivir cuando son liberados en lugares donde
pueden habitar de forma natural (lo que ha sido demostrado por un reciente
estudio realizado por el Instituto de Genética de la UN) y que no representan
un riesgo sanitario para las comunidades humanas y animales. Esta alternativa
permite la actividad investigativa, garantizando el respeto a la vida y
dignidad de los animales.
¿Derechos o bienestar?
La equiparación de
los derechos entre humanos y animales plantea una paradoja para la sociedad.
Quizás, más que hablar de derechos, sería más conducente para la sociedad
hablar de bienestar animal, buscando establecer, sin posiciones extremas entre
el fanatismo irracional y la arrogancia intelectual, una ética humana aplicable
a la relación con los animales y con la biosfera en general.
La exploración de
alternativas experimentales al desarrollo de estrategias para el tratamiento de
enfermedades humanas y animales no debe pasar necesariamente por el uso de
modelos animales, pero de ser necesario, tanto los investigadores como la sociedad
deben tener claridad sobre la importancia del propósito que se persigue, que no
es otro que el bienestar y supervivencia de la humanidad.
Edición: