Durante el año 2010, según estadísticas de la OMS, la malaria produjo 219 millones de casos clínicos y mató 660,000 personas, la mayoría niños africanos pobres. La comercialización de medicamentos tiene que ser una opción secundaria al desarrollo de vacunas para prevenir la enfermedad, aunque ello suponga una disminución de las utilidades que obtiene la industria farmacéutica por este concepto.
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miércoles, 8 de agosto de 2012
Carta al doctor Patarroyo
>> Leer artículo en Faro de Vigo
Eduardo Riestra - A Coruña
Querido Manuel Elkin: Han pasado ya varios años desde que publiqué "Patarroyo, pasión por la vida", la biografía que te escribió J.J. García Miravete. Entonces tuve la oportunidad de conocerte y de enterarme bien del proyecto de las vacunas sintéticas que has convertido en tu proyecto de vida.
También entonces conocí de cerca el acoso a que estás sometido por intereses económicos multinacionales, y del esfuerzo constante de estos en ponerte palos en las ruedas. Ahora aparece de nuevo el tema de los aotus, los monitos, como tú los llamas. Yo sé del rigor, la ética, la ecología con que desarrollas tus investigaciones, pero la opinión pública no. A la opinión pública se la puede manipular apelando a los sentimientos más simples y más emocionales. Los malos tratos a los animales o su comercio ilegal, por ejemplo. Considerar que un mono que salta de un árbol a otro se está saltando una frontera sería un chiste si no tuviera consecuencias tan graves.
La gente seguro que no sabe que solo en los aotus se desarrolla la malaria como en los seres humanos y que por eso son imprescindibles para la investigación. Tal vez tampoco sepa que cada año mueren más de un millón de niños en el mundo de malaria.
Pues bien, te dirijo esta carta para ofrecerte mi cuerpo para que sigas tus investigaciones. Si bien te ruego no me fuerces a subirme a ningún árbol, estoy dispuesto a sustituir a uno de tus monos, y lo digo aquí públicamente.
Recibe un fuerte abrazo y la admiración de tu amigo.
viernes, 20 de julio de 2012
Animales: ¿víctimas o héroes de la ciencia? El caso Patarroyo.
>> Leer el artículo en ASANDA (Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales)
Foto de archivo del blog
Poner de acuerdo a la comunidad científica y a las asociaciones protectoras de animales no ha sido un asunto sencillo, ni en Colombia ni en otros rincones del mundo. El viejo debate se reabrió en el país a raíz de la decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca de suspenderle el permiso para cazar (capturar, aclaración nuestra) monos nocturnos al científico Manuel Elkin Patarroyo, quien los empleaba en su búsqueda de una vacuna sintética contra la malaria. La decisión del ente coincide con el proyecto de ley que radicó en noviembre de 2011 elsenador Jorge Londoño, del Partido Verde, y que será debatido después del 20 de julio.
El Espectador. com, 14 de julio 2012
La propuesta busca reformar el Estatuto Nacional de Protección de los Animales (Ley 84 de 1989), que, junto con la resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud, constituyen las normas que han regulado el tema en el país.
Entre sus objetivos está el de prohibir el uso de animales con fines de enseñanza y aprendizaje, además de fomentar la utilización de modelos alternativos de investigación y experimentación en centros educativos que requieran de especies vivas. Pero esto, según Juan Gonzalo López Casas, director general del Instituto Nacional de Salud (INS), “afectaría la docencia y la investigación biológica y biomédica, pues son áreas que necesitan de la utilización de animales de laboratorio en la búsqueda de conocimiento”.
Frente a la propuesta, son varios los investigadores que han solicitado modificaciones en algunos de los artículos, sin obtener respuesta. Zulma Dueñas, especialista en fisiología del Departamento de Medicina de la Universidad Nacional, ha enviado, por ejemplo, varios comentarios señalando las “graves falencias” que, según ella, tiene la norma. Para Dueñas el principal problema es que “la ley no fue formulada por especialistas en el tema, y es de ahí de donde surgen vacíos”.
De igual manera piensa Gonzalo Andrade, profesor asociado al Instituto de Ciencias Naturales de esta universidad, quien tras reunirse una primera vez con los representantes del senador Londoño acordó, junto a otros colegas, discutir nuevamente la ley antes de que sea radicada. Sin embargo, el senador no se volvió a pronunciar.
Para Adolfo Amézquita, profesor especialista en comportamiento y fisiología animal de la Universidad de los Andes, la aprobación de la ley tendría, además de la parálisis de la investigación científica en Colombia, otro efecto evidente: que muchos científicos del tema entrarían en la ilegalidad.
Y aunque la ley está acorde con los intereses de los protectores de animales, algunos de ellos no se muestran satisfechos. Es el caso de Aníbal Vallejo, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín, para quien “no es una cuestión de normas sino de conciencia, porque la legislación siempre va a ser incompleta, pues hay intereses personales y mercantilistas de por medio. Ejemplo de ello son las universidades”.
¿Cómo tratar a los animales?
Ya que para la investigación biomédica la manipulación científica de animales es casi una necesidad, la pregunta que surge es cómo hacer investigación de tal manera que prime el buen trato a las especies utilizadas.
Juan Gonzalo López, presidente del INS, asegura que la mejor manera de evitar el maltrato de los animales “es que todas las instituciones que desarrollan actividades que involucran uso de vertebrados, implementen un comité de ética —tal y como lo dice la Ley 84 de 1989— que se encargue de asesorar, evaluar y vigilar los asuntos relacionados con el bienestar y cuidado de los animales”.
Es justo ese el procedimiento que sigue Luz Helena Cano, directora del grupo de micología de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB). “Nosotros sustentamos los proyectos ante el comité de ética, que evalúa el cumplimiento de los requisitos, y siempre hay una exigencia de examinar otros mecanismos”.
Según Cano, la manipulación de animales debe ser el último recurso al que apelar. “Primero se debe analizar la posibilidad de hacerlo con los nuevos softwares que simulan el organismo del animal, y luego se debe estudiar si es posible hacer los experimentos con células. Si no, cada vez que se utilice un animal, debe hacerse bajo el efecto de anestesia”, asegura la especialista.
Sin embargo, Francisco González, administrador del bioterio de la Universidad Icesi, afirma “que las nuevas tecnologías en las que no se utiliza el animal aún no se emplean en Colombia”, aunque también asevera que hay ocasiones en las que es indispensable trabajar con el animal vivo.
Lo importante, según González, es seguir el principio de las tres R, un concepto aceptado en el mundo científico, que considera tres fundamentos: refinanciamiento de las técnicas con animales, reducción de especies utilizadas y reemplazo de animales conscientes por inconscientes.
Más impedimentos para investigar
Más allá del debate generado por el uso de animales, las dificultades para iniciar investigaciones científicas en temas de biodiversidad no se limitan a esta discusión.
Una de las principales, según Gonzalo Andrade, es la falta de permisos y contratos que otorga el Ministerio del Medio Ambiente. “El ministerio ha concedido 46 permisos para investigación en 15 años, cuando hay más de 500 proyectos. El promedio para obtener un permiso es de 3,5 años”, afirma Andrade, quien todavía no ha obtenido una respuesta a la iniciativa que presentó a la entidad desde abril para que el permiso no sea un requisito cuando el fin es científico.
Simuladores virtuales
En Estados Unidos se han desarrollado alternativas que pretenden reducir la utilización de animales en las investigaciones. De acuerdo con Pedro Mejía, investigador asociado de la Universidad de Harvard, “en lo que se refiere a la enseñanza, el 95% de las escuelas de medicina en EE.UU. utilizan sofisticados simuladores virtuales como alternativa a la experimentación animal, aunque no exista una ley que obligue su uso”.
Mejía asegura que, “a pesar de los avances, infortunadamente no existe ningún otro sistema en el cual se puedan hacer estudios que integren toda la complejidad e interacciones que se llevan a cabo en un organismo viviente.
Ataques terroristas en los laboratorios
La defensa de los derechos de los animales ha llevado a algunos grupos de activistas a cometer acciones criminales contra investigadores y centros de investigación en distintos países del mundo.
Tal es el caso de lo sucedido en 1987, cuando un incendio en un laboratorio veterinario de la Universidad de California Davis, atribuido al grupo Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal), destruyó todas las instalaciones y causó daños de 3,5 millones de dólares.
Este grupo, según sus voceros, funciona bajo un modelo de “células” que actualmente operan de forma clandestina en al menos 35 países. “Por esto es por lo no puede ser destruido, no puede ser infiltrado, no puede ser parado”, sentenció en algún momento uno de sus principales líderes.
Foto de archivo del blog
Poner de acuerdo a la comunidad científica y a las asociaciones protectoras de animales no ha sido un asunto sencillo, ni en Colombia ni en otros rincones del mundo. El viejo debate se reabrió en el país a raíz de la decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca de suspenderle el permiso para cazar (capturar, aclaración nuestra) monos nocturnos al científico Manuel Elkin Patarroyo, quien los empleaba en su búsqueda de una vacuna sintética contra la malaria. La decisión del ente coincide con el proyecto de ley que radicó en noviembre de 2011 elsenador Jorge Londoño, del Partido Verde, y que será debatido después del 20 de julio.
El Espectador. com, 14 de julio 2012
La propuesta busca reformar el Estatuto Nacional de Protección de los Animales (Ley 84 de 1989), que, junto con la resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud, constituyen las normas que han regulado el tema en el país.
Entre sus objetivos está el de prohibir el uso de animales con fines de enseñanza y aprendizaje, además de fomentar la utilización de modelos alternativos de investigación y experimentación en centros educativos que requieran de especies vivas. Pero esto, según Juan Gonzalo López Casas, director general del Instituto Nacional de Salud (INS), “afectaría la docencia y la investigación biológica y biomédica, pues son áreas que necesitan de la utilización de animales de laboratorio en la búsqueda de conocimiento”.
Frente a la propuesta, son varios los investigadores que han solicitado modificaciones en algunos de los artículos, sin obtener respuesta. Zulma Dueñas, especialista en fisiología del Departamento de Medicina de la Universidad Nacional, ha enviado, por ejemplo, varios comentarios señalando las “graves falencias” que, según ella, tiene la norma. Para Dueñas el principal problema es que “la ley no fue formulada por especialistas en el tema, y es de ahí de donde surgen vacíos”.
De igual manera piensa Gonzalo Andrade, profesor asociado al Instituto de Ciencias Naturales de esta universidad, quien tras reunirse una primera vez con los representantes del senador Londoño acordó, junto a otros colegas, discutir nuevamente la ley antes de que sea radicada. Sin embargo, el senador no se volvió a pronunciar.
Para Adolfo Amézquita, profesor especialista en comportamiento y fisiología animal de la Universidad de los Andes, la aprobación de la ley tendría, además de la parálisis de la investigación científica en Colombia, otro efecto evidente: que muchos científicos del tema entrarían en la ilegalidad.
Y aunque la ley está acorde con los intereses de los protectores de animales, algunos de ellos no se muestran satisfechos. Es el caso de Aníbal Vallejo, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín, para quien “no es una cuestión de normas sino de conciencia, porque la legislación siempre va a ser incompleta, pues hay intereses personales y mercantilistas de por medio. Ejemplo de ello son las universidades”.
¿Cómo tratar a los animales?
Ya que para la investigación biomédica la manipulación científica de animales es casi una necesidad, la pregunta que surge es cómo hacer investigación de tal manera que prime el buen trato a las especies utilizadas.
Juan Gonzalo López, presidente del INS, asegura que la mejor manera de evitar el maltrato de los animales “es que todas las instituciones que desarrollan actividades que involucran uso de vertebrados, implementen un comité de ética —tal y como lo dice la Ley 84 de 1989— que se encargue de asesorar, evaluar y vigilar los asuntos relacionados con el bienestar y cuidado de los animales”.
Es justo ese el procedimiento que sigue Luz Helena Cano, directora del grupo de micología de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB). “Nosotros sustentamos los proyectos ante el comité de ética, que evalúa el cumplimiento de los requisitos, y siempre hay una exigencia de examinar otros mecanismos”.
Según Cano, la manipulación de animales debe ser el último recurso al que apelar. “Primero se debe analizar la posibilidad de hacerlo con los nuevos softwares que simulan el organismo del animal, y luego se debe estudiar si es posible hacer los experimentos con células. Si no, cada vez que se utilice un animal, debe hacerse bajo el efecto de anestesia”, asegura la especialista.
Sin embargo, Francisco González, administrador del bioterio de la Universidad Icesi, afirma “que las nuevas tecnologías en las que no se utiliza el animal aún no se emplean en Colombia”, aunque también asevera que hay ocasiones en las que es indispensable trabajar con el animal vivo.
Lo importante, según González, es seguir el principio de las tres R, un concepto aceptado en el mundo científico, que considera tres fundamentos: refinanciamiento de las técnicas con animales, reducción de especies utilizadas y reemplazo de animales conscientes por inconscientes.
Más impedimentos para investigar
Más allá del debate generado por el uso de animales, las dificultades para iniciar investigaciones científicas en temas de biodiversidad no se limitan a esta discusión.
Una de las principales, según Gonzalo Andrade, es la falta de permisos y contratos que otorga el Ministerio del Medio Ambiente. “El ministerio ha concedido 46 permisos para investigación en 15 años, cuando hay más de 500 proyectos. El promedio para obtener un permiso es de 3,5 años”, afirma Andrade, quien todavía no ha obtenido una respuesta a la iniciativa que presentó a la entidad desde abril para que el permiso no sea un requisito cuando el fin es científico.
Simuladores virtuales
En Estados Unidos se han desarrollado alternativas que pretenden reducir la utilización de animales en las investigaciones. De acuerdo con Pedro Mejía, investigador asociado de la Universidad de Harvard, “en lo que se refiere a la enseñanza, el 95% de las escuelas de medicina en EE.UU. utilizan sofisticados simuladores virtuales como alternativa a la experimentación animal, aunque no exista una ley que obligue su uso”.
Mejía asegura que, “a pesar de los avances, infortunadamente no existe ningún otro sistema en el cual se puedan hacer estudios que integren toda la complejidad e interacciones que se llevan a cabo en un organismo viviente.
Ataques terroristas en los laboratorios
La defensa de los derechos de los animales ha llevado a algunos grupos de activistas a cometer acciones criminales contra investigadores y centros de investigación en distintos países del mundo.
Tal es el caso de lo sucedido en 1987, cuando un incendio en un laboratorio veterinario de la Universidad de California Davis, atribuido al grupo Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal), destruyó todas las instalaciones y causó daños de 3,5 millones de dólares.
Este grupo, según sus voceros, funciona bajo un modelo de “células” que actualmente operan de forma clandestina en al menos 35 países. “Por esto es por lo no puede ser destruido, no puede ser infiltrado, no puede ser parado”, sentenció en algún momento uno de sus principales líderes.
domingo, 15 de mayo de 2011
EL DECÁLOGO DE PATARROYO Y LAS MANIOBRAS DE LAS FARMACÉUTICAS
El pasado 12 de Mayo, ante la Academia Nacional de Medicina y un auditorio compuesto en su mayoría por científicos y académicos, presentó Manuel Elkin Patarroyo su decálogo para la fabricación de vacunas sintéticas. Fue una presentación objetiva, expuesta en términos muy sencillos, que puso al alcance de todos uno de los temas más complejos que hayan sido abordados por científico alguno en muchos años, la solución a la carencia de vacunas para más de 500 enfermedades infecciosas que ocasionan más de 17 millones de muertes por año.
Es una buena noticia, sin duda, excepto para quienes han hecho de la enfermedad su fuente de ganancias, como la industria farmacéutica, cuyas utilidades trillonarias dependen de que la gente enferme. Sin enfermos no hay ganancia, por lo tanto las vacunas, que se crean para evitarlo, van en contravía de sus intereses, a menos que sean patentadas y comercializadas por ellos, a sus precios y con poca o ninguna consideración por quienes las necesitan. En este negocio, por duro que suene, la vida y la salud son un objeto de comercio, nada más, los ejemplos están a la vista de quien quiera verlos.
No es exageración: recientemente el Vicepresidente Angelino Garzón denunció que algunos laboratorios venden (los medicamentos) al doble y hasta 5 ó 10 veces el precio con el que son vendidos a otros países como Ecuador, Perú y Venezuela y aseguró que se tomarán acciones legales contra estas compañías. No pueden aumentar sus utilidades en miles de millones de pesos a costa de la vida de la población de Colombia, dijo.
La preocupación por mantener boyante su negocio explica muchos de los ataques de que han sido objeto Patarroyo y su equipo, los que en ningún caso han sido de orden científico sino por “Ilícito aprovechamiento de recursos naturales renovables y experimentación ilegal en especies animales o vegetales”, para mencionar un ejemplo, delitos por los que ha sido denunciado y exonerado en repetidas ocasiones sin que sus demandantes se detengan a considerar la necesidad urgente de proteger la vida de los seres humanos que enferman y mueren por causa de estas enfermedades, 500 millones de enfermos y tres millones de muertos, solo por malaria, cada año.
Después de escuchar la presentación de Patarroyo, en la que además de péptidos, aminoácidos, proteínas, polaridades, núcleos y masas aparecen como protagonistas los monos aotus que por sus similitudes con el ser humano juegan un papel crucial en la investigación, se entiende el interés por bloquear la utilización de estos animales para la realización de pruebas, lo cual supondría un frenazo devastador y de costosas consecuencias en términos de calidad de vida para las poblaciones afectadas pero de incremento o de conservación, en el peor de los casos, de las extravagantes utilidades de los laboratorios farmacéuticos, extranjeros en su gran mayoría.
Ya estos han demostrado suficientemente que no vacilan a la hora de apelar a prácticas reñidas con la ética y con la ley en muchos casos, como el financiar estudios que demuestren las bondades de sus productos, no siempre tan buenos como dicen, de convertir en enfermedades que deben ser medicadas algunos procesos naturales, de modificar cifras como las de tensión arterial, lo que hace que de la noche a la mañana aumente el número de hipertensos clientes, el patrocinio de congresos y seminarios hechos a su medida, la publicación de artículos pagados, la financiación de viajes y el otorgamiento de “premios” y “reconocimientos especiales” a sus obsecuentes servidores, cuyo lema pareciera ser “Yes, sir”.
Por eso parece tan sospechoso el extenso informe de 28 páginas de Ángela Maldonado, titulado TRÁFICO DE MONOS NOCTURNOS AOTUS SPP, que pese a estar plagado de cifras, cuadros, estadísticas y nombres técnicos, resulta desvirtuado por una carta de media página de los curacas de la zona, en la que dicen con toda claridad que “Para la colombiana que ganó el Oscar Verde, Ángela Maldonado, esta organización desconoce la investigación que hizo en esta zona fronteriza, en especial dentro de este resguardo indígena Ticoya, porque no existe ningún permiso por esta organización ni mucho menos autorización alguna para que haga la investigación sobre el Asaí.”
Conviene pues mirar un poco más allá de los alegatos ambientalistas de ciertos grupos y personas que, de buena fe la mayoría y por intereses oscuros los otros, resultan comprometidos en el crimen de lesa humanidad que constituye impedir o retardar el desarrollo de vacunas para la protección de un número tan grande de seres humanos cuya vida debería resultarles por lo menos tan valiosa como la de los micos que dicen proteger y que de todas maneras son devueltos a su hábitat en buenas condiciones, bajo la supervisión de las autoridades competentes y de un comité de bioética, lo que invalida de entrada la afirmación de manejos indebidos por parte de la FIDIC y convierte en grandísimos mentirosos a sus propaladores.
Así de simple es la cuestión, y así de grave para todos; aquí no puede tener cabida la ya famosa frase de que se trata solo de negocios, nada personal, porque de caer en esta trampa más temprano que tarde nos resultará impagable el precio que nos impongan los verdaderos traficantes, los que con banderitas verdes comercian con la vida y la salud de todos nosotros.
Fernando Márquez
domingo, 10 de abril de 2011
CARTA ABIERTA A ANGELA MALDONADO
Desconozco las razones de su inquina contra el Dr. Patarroyo, no me interesan e ignoro su alcance, que no debe ser mucho a juzgar por las últimas noticias en torno al trabajo de él y su grupo, la FIDIC, en las que se menciona el desarrollo de un método para la producción de vacunas, más de 500, pero por ninguna parte ni su nombre ni los micos que representa. Le recomiendo cambiar de objetivo o por lo menos de estrategia, talvez así pueda tener una mayor figuración.
Es obligación de todos proteger el ambiente, el agua, la flora y la fauna, recursos valiosos sin ninguna discusión, pero sin histeria y con un adecuado balance entre la importancia de los micos, para poner sobre la mesa el tema que tanto la desvela, y la que tienen los seres humanos, que también merecen ser protegidos. Ese ecologismo ciego que obstruye y destruye no puede ser bienvenido en ningún escenario.
De lo que se trata el trabajo de Patarroyo es de preservar la salud y por extensión la vida de seres humanos que se cuentan entre los más vulnerables del planeta, y que, supongo, tienen para usted por lo menos tanta importancia como la de los monos que protege con inusitada vehemencia.
Desde siempre y por muchísimo tiempo mas será necesario emplear animales para experimentación, cobayas, ratones, patos, cabras, cerdos, etc. sin que ello implique falta alguna, simplemente es necesario usarlos para poder probar y desarrollar vacunas y medicamentos sin los cuales las tasas de morbi-mortalidad serían inmanejables. A menos, claro, que quienes tan obsesivamente se oponen a esta práctica decidieran, en un arranque de coherencia, ofrecerse como voluntarios.
De otra parte, NO ES CIERTO que la de los monos aotus sea una especie en vía de extinción, como lo plantea, ni que mueran durante o después de las pruebas, a excepción de un pequeño porcentaje, cosa que usted sabe, como sabe también que estos animalitos se tratan y liberan en su hábitat natural en buenas condiciones, lo que no sería posible hacer con monos criados en cautiverio, que no sabrían como sobrevivir en un medio tan hostil como la selva. Eso sí que sería condenarlos a una muerte cruel, lenta y dolorosa, situación que usted parece no haber percibido cuando habla del establecimiento de criaderos de micos. ¿No tendrían estos los mismos derechos que los monos nacidos en la selva?
Siguiendo su propia lógica debería ser más grave que las tribus amazónicas los cacen y se los coman. Son, como otras especies, una fuente de proteína muy importante en su dieta y no habrá Whitley que los reemplace. Esos, los capturados para comer, no tienen la menor opción de retornar vivos a su hábitat, pero guardo la esperanza de que no por eso tenga la ocurrencia de demandar a los indígenas. A propósito, uno que sí está en alto riesgo de desaparecer y que habita en la zona en que usted se mueve, el pirarucú, no se menciona por ninguna parte en sus escritos y denuncias. Cuente con mi apoyo y el de muchos otros si decide defenderlos.
La invito a que de manera tranquila piense en las consecuencias de obstaculizar y retardar la necesaria investigación, en la pérdida de tiempo y recursos que constituye poner en marcha el aparato judicial para que meses más tarde se produzca un nuevo fallo absolutorio, como reiteradamente ha ocurrido. Todo este despliegue es digno, con toda seguridad, de mejores y más urgentes causas.
Si para usted es más importante impedir que se utilicen monos para la realización de pruebas que preservar la vida del enorme número de personas que la malaria mata cada año, está en su derecho, aunque dudo mucho que por esa razón llegue a ocupar un puesto en la historia de los benefactores de la humanidad pero si en la de quienes de buena fe, probablemente, cometieron errores de apreciación tan grandes que por eso se citan frecuentemente para ilustrar la miopía intelectual y la falta de visión, como le pasó a Robert Sarnoff, presidente de la RCA en 1920 que dijo: “La radio no tiene valor comercial. ¿Quién pagaría por un mensaje enviado a nadie en particular?”
Acaso usted diría: ¿A quién le interesa una vacuna creada para el lucro de nadie en particular? Espero que no, porque sin ninguna duda es por ahí que Patarroyo le resulta extremadamente incómodo a cierto generoso Workgroup que usted conoce muy bien.
Fernando Márquez
domingo, 12 de diciembre de 2010
LOS OTROS MICOS DE PATARROYO (los que también merecen vivir y ser protegidos)

A Manuel Elkin Patarroyo Murillo, médico inmunólogo colombiano, creador de la primera vacuna químicamente hecha en el mundo, la SPf66 o vacuna Colombia contra la malaria, le ha salido muy cara su osadía de concebir la medicina, la ciencia y la investigación como instrumentos de servicio a la humanidad y no como factor de enriquecimiento personal, lo que le ha costado no pocos dolores de cabeza a él y a su grupo de investigadores.
QUE ES LA MALARIA
La malaria o paludismo es una enfermedad de alto poder epidémico, causada en humanos por cuatro especies del género plasmodium: falciparum, vivax, ovale y malarie, que se trasmite por la picadura de un mosquito hembra infectado del género Anopheles. Es endémica en partes de Asia, África, América Central y del Sur, Oceanía y ciertas islas del Caribe, se caracteriza por cansancio extremo asociado con episodios agudos de fiebre alta, sudoración, escalofríos con temblores y anemia.
Causa más de 500 millones de casos clínicos y mata entre 3 y 5 millones de personas cada año, la mayoría niños, especialmente en los países del África Subsahariana, mientras que en 21 países de Centro y Suramérica es un importante problema de salud pública. Ha incrementado su prevalencia debido al calentamiento global, a la resistencia desarrollada por el parásito al tratamiento, al incremento de la resistencia de los mosquitos y al aumento de los viajes hacia las zonas de riesgo.
The Lancet en su editorial de Abril y la ONG Médicos sin Fronteras denunciaron que la situación es ahora peor que antes y que aunque en los últimos años se han desarrollado más de 20 productos para tratar la malaria, estos no son suficientes. Este año se han distribuido 50 millones de dosis de Artemisina, uno de los medicamentos más efectivos contra la malaria Africana, que sin embargo sólo alcanzan para cubrir el 10% de la población enferma.
En Colombia se reportaron en el 2005 107.866 casos de malaria de los cuales 63% fueron causados por Plamodium vivax, 35% por falciparum, la forma más virulenta, que se ha venido extendiendo, y 2% se clasificaron como infecciones mixtas, cifras que según expertos es mucho mayor debido al subregistro ocasionado por las dificultades de comunicación y transporte que padecen zonas de alta incidencia como el Chocó. Aproximadamente 25 millones de personas que viven en Colombia en zonas ubicadas por debajo de los 1500 metros sobre el nivel del mar están en alto riesgo de contraer esta enfermedad.
UN POCO DE HISTORIA
Las vacunas biológicas, de las cuales existen apenas 12, están compuestas por los agentes patógenos debilitados o muertos mediante procedimientos de laboratorio sumamente costosos, lo que hace muy difícil su producción, especialmente para los países no desarrollados, ofrecen grandes dificultades de transporte y almacenamiento ya que requieren estar refrigeradas permanentemente para conservar su eficacia, lo que dificulta su utilización en zonas apartadas, habitadas generalmente por grupos con un alto grado de vulnerabilidad, socialmente excluidos y muy pobres, factores que convierten esta enfermedad en un renglón poco atractivo para la industria farmacéutica, que se enfoca en perfeccionar los tratamientos a base de quinina y cloroquina, que funcionaron bien inicialmente, pero que en los últimos años han visto reducida su efectividad por la resistencia que desarrolló el parásito a estos medicamentos.
Son 517 las enfermedades que podrían prevenirse desarrollando un método que permita producirlas a bajo costo, sin las dificultades de conservación que implican las vacunas biológicas, razones por las que Patarroyo y su grupo se embarcaron en la monumental tarea de diseñarlo para poderlas producir químicamente.
Escogió la malaria como modelo debido a su muy breve periodo de incubación, de apenas una semana, su alta tasa de mortalidad, sus efectos devastadores, su prevalencia y a la facilidad que ofrecía el contar con un modelo animal apropiado, los monos Aotus, propios de la región Amazónica, cuyo sistema inmune es similar al humano en más del 90%, y que desarrollan el mismo tipo de malaria.
En 1988 Patarroyo, quien obtuvo el título de Médico en la Universidad Nacional de Colombia, se especializó en parasitología en la Universidad de Yale y trabajó en inmunología en la Universidad Rockefeller, crea la primera vacuna químicamente hecha en el mundo, la SPf66, por cuya patente recibió ofertas multimillonarias de la industria farmacéutica, las que rechazó para donarla en 1993 a la OMS, con la condición de que esta fuera producida en Colombia a un costo que permitiera hacerla accesible a los países más pobres que de otra manera no podrían pagarlas. Este gesto humanitario es, paradójicamente, la raíz de todos los cuestionamientos hechos a Patarroyo y su grupo.
La SPf66 es una molécula sintética constituida por cadenas de aminoácidos, idénticos a los utilizados por el Plasmodium Falciparum para invadir los glóbulos rojos. Los estudios de campo en América Latina mostraron que la vacuna era eficaz para un 40% de los pacientes, subiendo hasta un 60% de eficacia si el paciente era menor de cinco años. En Gambia y Filipinas el porcentaje fue menor debido a la gran variabilidad genética de la población, por lo que aún hoy en día se continúa investigando para que pueda hacer frente a un mayor número de variedades de malaria y durante cualquiera de los estadíos por los que atraviesa durante su ciclo vital el parásito, que se llaman esporozoito, la fase más temprana en la cual es inoculado por el vector, trofozoito, esquizonte y merozoito, que es la forma que ocasiona la enfermedad.
De autorizarse su aplicación, alrededor de 200 millones de personas se librarían de esta enfermedad y por lo menos 800.000 se salvarían de morir, pero esto poco significa para empresas cuyo único objetivo parece ser el lucro.
La segunda generación de la SPf66 se llama Colfavac, la cual ha demostrado 95% de protectividad en monos Aotus y está diseñada para proteger en cualquier estadío de desarrollo del parásito. Aunque el postulado sobre el que Alonso basa su trabajo es interesante, el de inhibir la reproducción desde la fase más temprana, desconoce la enorme complejidad de la biología del parásito, que lleva millones de años adaptándose a diversas circunstancias en tanto que las investigaciones sobre él y la enfermedad que causa han tenido lugar únicamente durante los últimos 25 ó 30 años, por lo que basta con que un número reducido de ellos logre evadir la acción protectora de la vacuna para que se produzca la enfermedad, con el agravante de que las sucesivas generaciones del parásito se harán cada vez mas resistentes.
EL CONTEXTO EN QUE SE MUEVE LA INVESTIGACIÓN
Dicho en términos muy crudos pero realistas, la industria farmacéutica vive de la enfermedad, sin ella no hay negocio y sin negocio no hay utilidad. Desde esta perspectiva, todo lo que sirva para conservar la salud o para prevenir enfermedades, como las vacunas, es contrario a sus intereses, a menos que estas sean producidas por ellos o bajo sus patentes.
Informes recientes señalan cómo condiciones normales debidas al envejecimiento natural de las personas han sido convertidas en enfermedades, para las que se ofrecen, respaldadas por intensas y costosas campañas publicitarias, patrocinios a eventos médicos y mensajes comerciales en toda clase de medios de comunicación los medicamentos que le permitirán curarse de estas “enfermedades”
El artículo Mitos farmacéuticos de Marcia Angell, Médica y Editora Jefe del New England Journal of Medicin e, posiciones que le permiten conocer de primera mano el funcionamiento de esta industria, “permite comprender fenómenos recientes como el incremento exponencial del consumo de medicamentos en la infancia como tratamiento para diversos transtornos y el incremento de niños con diagnósticos psiquiátricos”
Las grandes farmacéuticas, dice, “gastan relativamente poco en Investigación y Desarrollo (I y D), mucho menos de lo que gastan en mercadeo (gastos comerciales) y administración, e incluso menos de lo que les queda como utilidades (beneficios). Por ejemplo, en 2002 las principales diez compañías farmacéuticas estadounidenses tuvieron ventas por 217 mil millones de dólares. Según sus propias cifras, gastaron en I y D un 14% de los ingresos por ventas. No obstante, gastaron más de dos veces esa suma (un enorme 31%) en mercadeo (gastos comerciales) y administración. Y, aún así, obtuvieron un 17% de utilidades (beneficios)”
“En sus declaraciones públicas, esta industria niega esto al incluir sólo cuatro actividades específicas como mercadeo (visitas comerciales a los médicos, el valor de las muestras gratis, publicidad directa a los consumidores y publicidad en revistas médicas). No obstante, de hecho, los presupuestos médicos cubren mucho más que esto. El elemento más importante que queda afuera es la “educación” de los médicos (que les enseña a recetar más medicamentos)”
Por décadas las compañías farmacéuticas de los Estados Unidos han tenido utilidades más altas que las de ninguna otra industria, incluso después de haber pagado toda la I y D y todos sus demás gastos. El 17% de las utilidades de las 10 principales empresas farmacéuticas de los estados Unidos en el 2002 fue muy superior al 3.1% para todas las demás industrias incluidas en el listado de Fortune 500
El 10 de Noviembre de 2007, el médico Carlos F. Fernández, asesor en temas médicos del diario EL TIEMPO de Bogotá, analiza la tesis del periodista Alemán Ray Moynihan, editor invitado del British Medical Journal, planteada en su libro “Medicamentos que nos enferman”, que ha provocado una creciente y agria discusión que involucra grupos de investigación, laboratorios y científicos.
Enfermedades inventadas, según Moynihan, “son el resultado de transformar procesos naturales o de etapas normales de la vida en algo que debe tratarse con medicamentos, como la menopausia”. Existen, continúa Moynihan, “varias formas para ampliar el espectro de enfermedades: Por ejemplo, si se reducen las cifras anormales de presión arterial, de un día para otro, muchas personas que un día estaban sanas amanecen convertidas en hipertensas, por lo que deben tomar medicamentos.
“Otra vía es convertir los síntomas en un problema de salud, como ocurre con el colesterol: nadie se enferma del colesterol, porque es un factor de riesgo, pero lo tratan como si fuera eso, una enfermedad. Una tercera táctica es convencer a la gente de que condiciones normales, como la menopausia o el embarazo, son patologías que hay que medicar”.
Estas dolencias son creadas principalmente por empresas farmacéuticas y grupos de médicos que aumentan síntomas o crean dolencias. “Es un negocio. Para cada droga inventan un mal. Procesos normales como el envejecimiento, el embarazo, el parto, la infelicidad o la muerte tienen un fármaco a su servicio” dentro de esta categoría están, entre otras, la calvicie, la timidez, la tristeza, la baja estatura, la pereza, la disfunción eréctil, la disfunción sexual femenina, el aumento de peso, la osteoporosis, la andropausia y la menopausia”.
“Es un proceso complejo y bien planeado por las corporaciones farmacéuticas, con el apoyo de algunos y publicaciones de corte científico, que luego soportan grandes campañas de publicidad. El objetivo es el lucro a través de la venta de medicamentos”.
Los médicos, según el artículo, son la base del negocio: “sin ellos no hay enfermedad: unen síntomas, recogen datos, alimentan estadísticas y producen informes (casi siempre financiados por la industria), que luego se difunden en congresos patrocinados por esas mismas drogas. Por ejemplo, en el consenso que unificó los parámetros para definir la disfunción sexual femenina en 1998, en Boston (E.U.), 18 de los 19 autores declararon tener vínculos con la industria farmacéutica. Habla de publicaciones. Los médicos se fijan en lo que leen para tomar decisiones...”
En Colombia existe también una discusión en la que las EPS están siendo severamente cuestionadas, incluso por sus propios profesionales, debido a la utilización de métodos que bajo la denominación de “indicadores de gestión” coartan el ejercicio médico al restringir la cantidad, calidad y oportunidad con que debieran ordenarse medicamentos, análisis o procedimientos, motivando así una aguda congestión de los despachos judiciales a los que los colombianos acuden cada vez en mayor cantidad para proteger su salud y la de sus familiares. Otro negocio fabuloso.
Moynihan dice no estar en contra de los medicamentos, sino a favor de una cultura lógica y ética, que preserve la salud y no promueva la enfermedad. Hoy, dice, “un niño de 2 años sin estar enfermo ha sido visto por más médicos que los que han visitado en conjunto sus padres. Es necesario dejar de confiar en la información patrocinada por empresas farmacéuticas sobre enfermedades que tratan de catalogar la mayor cantidad de personas saludables como enfermas. Para eso se necesitan médicos justos, una comunidad informada y encontrar rápido fuentes de información independiente”
No son la Doctora Angell y el periodista Moynihan los únicos en poner al descubierto el modus operandi de las farmacéuticas. La revista Nature divulgó los resultados de un estudio según el cual el 70 por ciento de los grupos médicos que elaboraron guías para tratar enfermedades, tenían conexiones financieras con laboratorios. De esto no se escapan las revistas científicas prestigiosas; por ejemplo, un artículo de Jama, la revista médica más respetada en Estados Unidos, publicó en 1999 que el 43 por ciento de las mujeres, entre 18 y 59 años, padecían disfunción sexual. La cifra se volvió oficial, y con ella se dispararon los tratamientos. Los autores revelaron tardíamente que tenían relación con un laboratorio.
Germán Velásquez, líder de políticas de medicamentos de la Organización Mundial de la Salud, dice que sería negativo reforzar la defensa de patentes
¿LAS FARMACÉUTICAS SON ACTORES DEL SECTOR?
Creo que no. Son elementos importantes con los cuales tenemos que jugar, pero no tienen fines de salud pública. Son grandes comerciantes, y esa es la contradicción con la que tenemos que jugar ahora. Debe haber un cambio radical: el Estado deberá tomar en su mano la investigación y el desarrollo de productos. En la medida en que el privado participe, sería con base en una agenda fijada por el Estado y no por intereses comerciales.
¿ESTÁ FIJADA POR INTERESES COMERCIALES?
Sin lugar a dudas. No se está investigando en lo que constituyen las causas de mortalidad y morbilidad de la población, sino invirtiendo sumas gigantescas en el desarrollo de medicamentos donde existe un mercado potencial.
SOLO NEGOCIOS, NADA PERSONAL
Debe resultar ahora más claro cuales son las verdaderas razones de la embestida emprendida desde la sombra y con el apoyo de algunos medios de comunicación contra la FIDIC, la institución que dirige Patarroyo, duramente cuestionada por supuesto “tráfico y maltrato de animales” que son según los denunciantes, entre ellos una ex-colaboradora y una bióloga de la Universidad Nacional, “son capturados en Perú y Brasil, mantenidos en malas condiciones se les extraen los ojos y se esplenectomizan”, lo que ha provocado reacción por parte de entidades ambientalistas, protectoras de animales, estudiantes y personas que desconocen el verdadero fondo del asunto, que es sin duda eminentemente comercial y muy probablemente orquestado por alguna farmacéutica para la que el trabajo de este Instituto es visto como una amenaza a sus utilidades. La investigación en malaria no requiere ningún tipo de análisis que involucre los ojos y solo a un reducido número de monos se les extrae el bazo.
La FIDIC ha obtenido de Corpoamazonia, la entidad a cargo, todos los permisos necesarios para efectuar las pruebas en estos monitos, que son además necesarios en razón a que la experimentación en humanos no es legal, moral ni éticamente posible, que después de las pruebas son tratados y liberados en su ambiente natural, lo que hace muy difícil su utilización por investigadores de otros países, aunque las razones invocadas sean de corte ambiental y ecológico.
En Octubre de 2004 el médico español Pedro Alonso, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, que le entregó muchos millones de dólares para la investigación, más una significativa suma de la OMS/WHO, anunció haber desarrollado con el concurso de varias universidades, Institutos de investigación y una compañía farmacéutica (GlaxoSmithKline), una vacuna contra la malaria.
Los resultados provisionales muestran una prevención de un 30% en un año para nuevos casos de malaria, llegando al 45% en el caso del P. falciparum, y un 58% en los casos más graves. Esta vacuna, denominada RTS,S/ASO2A, impide la reproducción del parásito en las células del hígado, (es decir, durante su estadío esporozoitico o larval, no en los posteriores) y, aunque supone una importante esperanza, el trabajo de desarrollo de una vacuna por parte de este equipo, según sus propias declaraciones, no llegará antes de 2010.
Las pruebas con SPf66 en América Latina mostraron que la vacuna era eficaz para un 40% de los pacientes, subiendo hasta un 60% de eficacia si el paciente era menor de cinco años, es decir, siguiendo el camino trazado por Patarroyo, Alonso produjo una vacuna cuya eficacia es, en el mejor de los casos, igual a la alcanzada por este y su grupo hace 20 años.
“La propiedad intelectual de la RTS,S/ASO2A será múltiple pues sus orígenes se remontan a mediados de los 80, en Estados Unidos. Son Casi dos décadas de trabajo de mucha gente, Pero la patente será de GlaxoSmithKline” dijo el investigador Español.
Cabe también una consideración final sobre la manipulación que este tipo de información ejerce sobre los sentimientos de las personas del común, sobre las entidades ambientalistas y protectoras de la fauna, estudiantes y otros grupos de investigación, que ven así desmoronarse la idea de científico recto y ético que tienen de Patarroyo, con el clarísimo objeto de minar su credibilidad para entrar a disputarle los exiguos recursos asignados para su investigación, pero sin los cuales estaría condenado a desaparecer.
Esto explica porque son objeto de toda clase de trapisondas que van desde el supuesto gasto de los recursos en comida, flores y tapetes, en la adquisición de costosas obras de arte, (que han sido donadas por los artistas), en lucro personal o, como ahora con la historia de los micos, de manera tan calculada que coincide siempre con esta época del año, en la que normalmente se firman los convenios y contratos con los cuales subsiste la Institución. Que maravilla sería para algunos sacar del juego al único que en lugar de llenarse los bolsillos donó el fruto de su trabajo.
Que funcione la vacuna de Patarroyo, la de Alonso, la de Sócrates Herrera o cualquiera otra siempre que la consideración fundamental sea la resolución de una enfermedad tan grave como la malaria y no el enriquecimiento, la fama o el provecho propio o de terceros; que la discusión se de sobre bases científicas, lejos de chismes y de ataques personales que solo contribuyen a que cada minuto que pasa mueran más seres humanos por causa de esta enfermedad.
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RECURSOS: 1. OSORIO, Lyda. El control de la malaria en la costa Pacífica colombiana. Biomédica, set. 2006, vol.26, no.3, p.313-316. ISSN 0120-4157.
2. El Asesino De La Indiferencia: http://javarm.blogalia.com/historias/30121
3. Muchas enfermedades nuevas son invento de industria farmacéutica mundial para vender medicamentos: http://www.eltiempo.com/salud/noticias/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3810813.html
4. Presión de la industria farmacéutica en E.U. por el TLC es brutal: http://www.bilaterals.org/article.php3?id_article=3279
juankperezz@gmail.com
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