domingo, 15 de mayo de 2011

EL DECÁLOGO DE PATARROYO Y LAS MANIOBRAS DE LAS FARMACÉUTICAS


El pasado 12 de Mayo, ante la Academia Nacional de Medicina y un auditorio compuesto en su mayoría por científicos y académicos, presentó Manuel Elkin Patarroyo su decálogo para la fabricación de vacunas sintéticas. Fue una presentación objetiva, expuesta en términos muy sencillos, que puso al alcance de todos uno de los temas más complejos que hayan sido abordados por científico alguno en muchos años, la solución a la carencia de vacunas para más de 500 enfermedades infecciosas que ocasionan más de 17 millones de muertes por año.

Es una buena noticia, sin duda, excepto para quienes han hecho de la enfermedad su fuente de ganancias, como la industria farmacéutica, cuyas utilidades trillonarias dependen de que la gente enferme. Sin enfermos no hay ganancia, por lo tanto las vacunas, que se crean para evitarlo, van en contravía de sus intereses, a menos que sean patentadas y comercializadas por ellos, a sus precios y con poca o ninguna consideración por quienes las necesitan. En este negocio, por duro que suene, la vida y la salud son un objeto de comercio, nada más, los ejemplos están a la vista de quien quiera verlos.

No es exageración: recientemente el Vicepresidente Angelino Garzón denunció que algunos laboratorios venden (los medicamentos) al doble y hasta 5 ó 10 veces el precio con el que son vendidos a otros países como Ecuador, Perú y Venezuela y aseguró que se tomarán acciones legales contra estas compañías. No pueden aumentar sus utilidades en miles de millones de pesos a costa de la vida de la población de Colombia, dijo.

La preocupación por mantener boyante su negocio explica muchos de los ataques de que han sido objeto Patarroyo y su equipo, los que en ningún caso han sido de orden científico sino por “Ilícito aprovechamiento de recursos naturales renovables y experimentación ilegal en especies animales o vegetales”, para mencionar un ejemplo, delitos por los que ha sido denunciado y exonerado en repetidas ocasiones sin que sus demandantes se detengan a considerar la necesidad urgente de proteger la vida de los seres humanos que enferman y mueren por causa de estas enfermedades, 500 millones de enfermos y tres millones de muertos, solo por malaria, cada año.

Después de escuchar la presentación de Patarroyo, en la que además de péptidos, aminoácidos, proteínas, polaridades, núcleos y masas aparecen como protagonistas los monos aotus que por sus similitudes con el ser humano juegan un papel crucial en la investigación, se entiende el interés por bloquear la utilización de estos animales para la realización de pruebas, lo cual supondría un frenazo devastador y de costosas consecuencias en términos de calidad de vida para las poblaciones afectadas pero de incremento o de conservación, en el peor de los casos, de las extravagantes utilidades de los laboratorios farmacéuticos, extranjeros en su gran mayoría.

Ya estos han demostrado suficientemente que no vacilan a la hora de apelar a prácticas reñidas con la ética y con la ley en muchos casos, como el financiar estudios que demuestren las bondades de sus productos, no siempre tan buenos como dicen, de convertir en enfermedades que deben ser medicadas algunos procesos naturales, de modificar cifras como las de tensión arterial, lo que hace que de la noche a la mañana aumente el número de hipertensos clientes, el patrocinio de congresos y seminarios hechos a su medida, la publicación de artículos pagados, la financiación de viajes y el otorgamiento de “premios” y “reconocimientos especiales” a sus obsecuentes servidores, cuyo lema pareciera ser “Yes, sir”.

Por eso parece tan sospechoso el extenso informe de 28 páginas de Ángela Maldonado, titulado TRÁFICO DE MONOS NOCTURNOS AOTUS SPP, que pese a estar plagado de cifras, cuadros, estadísticas y nombres técnicos, resulta desvirtuado por una carta de media página de los curacas de la zona, en la que dicen con toda claridad que “Para la colombiana que ganó el Oscar Verde, Ángela Maldonado, esta organización desconoce la investigación que hizo en esta zona fronteriza, en especial dentro de este resguardo indígena Ticoya, porque no existe ningún permiso por esta organización ni mucho menos autorización alguna para que haga la investigación sobre el Asaí.”

Conviene pues mirar un poco más allá de los alegatos ambientalistas de ciertos grupos y personas que, de buena fe la mayoría y por intereses oscuros los otros, resultan comprometidos en el crimen de lesa humanidad que constituye impedir o retardar el desarrollo de vacunas para la protección de un número tan grande de seres humanos cuya vida debería resultarles por lo menos tan valiosa como la de los micos que dicen proteger y que de todas maneras son devueltos a su hábitat en buenas condiciones, bajo la supervisión de las autoridades competentes y de un comité de bioética, lo que invalida de entrada la afirmación de manejos indebidos por parte de la FIDIC y convierte en grandísimos mentirosos a sus propaladores.

Así de simple es la cuestión, y así de grave para todos; aquí no puede tener cabida la ya famosa frase de que se trata solo de negocios, nada personal, porque de caer en esta trampa más temprano que tarde nos resultará impagable el precio que nos impongan los verdaderos traficantes, los que con banderitas verdes comercian con la vida y la salud de todos nosotros.

Fernando Márquez

1 comentario:

  1. Hay estan pintados esos traficantes de la salud animo dr Patarroyo que el triunfo esta cerca y que metan a la carcel todos esos mentirosos.

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