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Quizás el avance científico colombiano que ha alcanzado una mayor resonancia internacional es el del médico y químico tolimense Manuel Elkin Patarroyo, quien en 1987 desarrolló la primera vacuna sintética contra la malaria.
Este aporte significa uno de los hallazgos en
medicina inmunológica más importantes de los últimos años; y los
alcances de su investigación, a lo largo de los años, han servido para
establecer los parámetros para la elaboración y producción de vacunas en
laboratorio. Con este método se deja de lado la forma tradicional, con
el microbio causante de la enfermedad infecciosa entero, mutado, muerto o
con un fragmento de este.
De acuerdo con Patarroyo, este avance “representa un cambio de paradigma en la medicina”
y abriría las puertas para la prevención y el manejo, por medio de
vacunas, de más de 500 males infecciosos, que afectan a dos terceras
partes de la humanidad y matan cada año a cerca de 17 millones de
personas.
Este tipo de estudios en inmunología se han
prolongado por más de 30 años, tiempo en el que el científico ha
analizado más de 38.000 moléculas del parásito Plasmodium, que mata a
más de medio millón de niños menores de 5 años anualmente en zonas como
el África subsahariana y Suramérica.
El trabajo de Patarroyo es avalado por más de
330 publicaciones en revistas científicas de la categoría de Science,
Nature, The Lancet y Chemical Reviews (la más importante del mundo en el
campo de la química).
Una versión 'nano' del marcapasos
En el 2011, el ingeniero electrónico
colombiano Jorge Reynolds anunció la creación de una versión
nanotecnológica del marcapasos electrónico que él mismo inventó en 1957.
Se trata de un dispositivo del tamaño de un
cuarto de grano de arroz, cuyas pruebas médicas ya han sido hechas en
animales y que se espera pueda ser utilizado en humanos en los próximos
años, lo que lo convertiría en la versión superoptimizada.
La invención original de Reynolds cumplía
exactamente las mismas funciones de su versión minimizada, pero se
‘sonrojaría’ al saber las dimensiones de su modelo actual.
El primer marcapasos electrónico externo
consistía en un aparato de 50 kilogramos con un tocadiscos de 78
revoluciones y electrodos conectados a una batería de carro de 12
voltios que, con el tiempo, fue evolucionando, principalmente en cuanto a
sus dimensiones.
Esta transformación ha hecho que aquel enorme
aparato que los pacientes arrastraban en una canasta con rodachinas sea
ahora una unidad del grueso de 3 monedas juntas, con la que son salvadas
70 millones de personas cada año –se calcula que cada diez minutos
alguien recibe el implante de un marcapasos–.
A comienzos de siglo, Reynolds empezó a
diseñar el nanomarcapasos, el cual prolonga la vida útil de la batería
considerablemente.
Con este novedoso modelo se pasa de los 12
años de duración actual a por lo menos 50 años. Además, provee nuevas
funciones y características, como la posibilidad de que los pacientes y
sus médicos tengan información detallada sobre sus funciones cardíacas
en dispositivos móviles, a partir de alertas actualizadas.
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