viernes, 26 de junio de 2015

Comunicado a la opinión pública


Una organización llamada Defenzoores, bajo el título "Comunicado a la opinión pública" publicó en su blog una nota en la que acusa al Profesor Manuel Elkin Patarroyo de incumplimiento a las leyes colombianas, de maltrato a los animales y de "intimidarlos mediáticamente".  Publican, para empezar su nota, la fotografía de un mico supuestamente traficado desde el Perú y al final otra de una cría alimentándose en malas condiciones y al parecer enfermo de dermatofilosis pues tiene la cola pelada, fotografías que NO corresponden a animales colectados por la FIDIC. 

Para responder a las acusaciones mentirosas de esas personas, no para intimidarlos:



Su nota es, desde la fotografía con que la presentan hasta la de la cría abandonada, una falacia. Como deberían saberlo, ya que hablan tanto de la ley, no hubo tal tráfico de micos, estos son autóctonos, siempre han estado en territorio colombiano, hecho científicamente demostrado por el Instituto de Genética de la Universidad Nacional, IGUN, Corpoamazonia y el Ministerio de Ambiente, que son las verdaderas autoridades ambientales en Colombia. Si les consta el tráfico de micos debe ser porque los traficaron ustedes, no hay otra forma.

   Zona destinada a la recepción y cuidado de los micos colectados por la FIDIC. Foto de archivo.

 La foto de la cría abandonada pudo haber sido tomada en cualquier lugar, de manera que presentarla como si fuera un animal de los colectados por la FIDIC, es de una bajeza rayana en lo delictuoso. Esa fotografía no tiene nada que ver con las condiciones en que se mantienen los animales en la FIDIC.  Es bueno y sano que presenten sus argumentos, pero háganlo ceñidos a la verdad y sin pretender despertar la sensibilidad de la gente que no conoce suficientemente el asunto, con base en fotografías de animales que no están ni han estado en la FIDIC.  

Los monos colectados se tratan antes y después de las pruebas y se liberan en las mismas zonas en que se capturaron, en buenas condiciones de salud y debidamente identificados para no volverlos a utilizar.  Por supuesto hay alguna dosis de sufrimiento y de estrés en los animales utilizados, pero que ni remotamente se compara con el sufrimiento de las personas, casi siempre niños, que se enferman y mueren por enfermedades prevenibles, no solamente por malaria.  

Tristemente, para ustedes todo se reduce al dinero, se dejaron ver el cobre “La respuesta es simple: -dicen sin rubor alguno- los costos. Si hoy la FIDIC adquiriera monos nocturnos legalmente para su investigación, debería pagar aproximadamente $1.000 dólares por animal, precio que incluye los permisos de importación y demás requerimientos legales.” Para mencionarles una sola de las muchas razones por las cuales el zoocriadero que exigen es inconveniente: los animales criados en cautiverio no son capaces de sobrevivir por si mismos en la selva, un medio altamente hostil, por lo tanto tendrían que mantenerse encerrados de por vida o ser sacrificados. Hay más razones, pero si les interesan deben estudiar el tema con mayor profundidad. Los animales siempre se han adquirido legalmente y la FIDIC ha cumplido con todo lo ordenado, como se demostró irrefutablemente, esa es la razón por la que el Consejo de Estado revocó su propio fallo, ¿o creen que lo hizo por simpatía?  

No dudo de la buena fe de sus intenciones ni de su sensibilidad, pero por mucho que me esfuerce no logro comprender que personas a las que supongo con un nivel de formación bueno, superior a la media colombiana y bastante sensibles, protesten con tanta vehemencia por los micos, pero no digan una palabra sobre la minería que devasta el país, acaba con los páramos y contamina nuestras aguas. O que guarden sepulcral silencio ante la cantidad de niños malnutridos y sin protección médica que mueren por miles solo en Colombia. Debe ser porque los de la minería, la industria farmacéutica y los políticos corruptos que se roban la plata de la salud si intimidan, realmente. Patarroyo lo único que ha hecho, y eso en los últimos tiempos, a fuerza de recibir garrote y acusaciones infundadas de personas como ustedes, es responder cada una de sus acusaciones por la misma vía. Entonces, ¿Por qué lloran?

Intimidar significa amenazar, hacer sentir miedo, infundir terror. Lo menos que cabe esperar de un órgano de información es, además de veracidad, un uso correcto del lenguaje, para no caer en situaciones macondianas y exageradas. Les recomiendo la lectura del artículo que publicó la REVISTA SEMANA bajo el título “David contra Goliat”, para  que tengan una idea precisa de lo es intimidar y de sus posibles fuentes.

 Velásquez, dice SEMANA, a primera vista no tiene el perfil de un hombre amenazado. Se trata del director del programa mundial de medicamentos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero es uno de los acérrimos defensores del derecho de los países pobres a acceder a medicamentos contra enfermedades como el sida y la malaria. El colombiano es una de las figuras más visibles de la batalla que este organismo internacional está librando desde hace cuatro años contra la globalización irracional y las nuevas reglas de propiedad intelectual que favorecen a las multinacionales farmacéuticas. Esa es la lucha que parece haberlo puesto en grave peligro.”  Les recomiendo no citar este organismo para reforzar sus argumentos, no sean que se vean como cómplices de una organización intimidante de verdad. 

La investigación para desarrollo de vacunas es, señores y señoras, un proceso lento y costoso para el cual se requieren una disciplina y persistencia poco comunes. Desde esa perspectiva, el trabajo que Patarroyo ha venido realizando desde 1987, según ustedes, en realidad empezó antes, debería tomarse como ejemplo, pero veo que es difícil para ustedes entenderlo así. No caigan en el inmediatismo que llenó nuestro país de traquetos y delincuentes, de gente ávida de dinero y éxito fácil, así no funciona esto. 

Si haber producido la primera vacuna químicamente hecha en el mundo y la primera contra un parásito no les parece importante, entonces su miopía intelectual es preocupante, pero eso es asunto suyo. Las pruebas en monos han producido niveles de protección cercanos al 90%. Si en lugar de estar respondiendo acusaciones y asistiendo a audiencias Patarroyo puede dedicar su tiempo a trabajar, es probable que en un plazo relativamente breve produzca el resultado por el que todos claman, especialmente la gente pobre que si se muere y sufre, aunque a ustedes les parezca cháchara. Compruébenlo, la prensa e Internet están llenos de esa clase de información.  



  

domingo, 21 de junio de 2015

¡Dejen trabajar a Patarroyo!

>> Leer en SEMANA.COM




En realidad el asunto es más simple de lo que parece: es una cuestión de dinero, de mercado. Mientras Patarroyo piensa en términos de humanidad y es generoso con el producto de su trabajo, pensado desde siempre como una solución vital para los más pobres, para la industria farmacéutica eso es una herejía de marca mayor que se debe bloquear a cualquier costo; lo de ellos es llenarse los bolsillos con la enfermedad. Prevenirla, máxime si es gratis, es un atentado contra sus utilidades. 

No se si Corpoamazonia será parte del andamiaje perverso o es, simplemente, un organismo incompetente, irrespetuoso de las órdenes judiciales e ignorante de las implicaciones de sus trabas. Cada 30 segundos muere un niño por malaria y 17 millones de seres humanos mueren por enfermedades prevenibles cada año en el mundo. De eso se trata, no debería ser tan difícil entenderlo. 

En cualquier caso les toca a las autoridades, al Consejo de Estado específicamente, investigar la razón del boicot y levantar de inmediato las restricciones impuestas al científico y su equipo. Dejen trabajar a Patarroyo, que de eso depende la vida de millones de seres humanos pobres en todo el mundo.  

Fernando Márquez
 
 Nación | 2015/06/20 22:00

Cómo el caso del científico y sus micos pasó de polémica a teatro del absurdo. Ahora Corpoamazonia lo tiene bloqueado.

Patarroyo ha usado siempre micos ‘Aotus nancymaae’ y ‘vociferans’, que son prácticamente idénticos. En 2012 lo denunciaron por tráfico de animales porque los primeros no eran de Colombia, algo que resultó ser falso. Ahora Corpoamazonia dice que es una especie nueva y no le quiere renovar su licencia para capturarlos. 

En los casi 40 años que Manuel Elkin Patarroyo lleva buscando la vacuna contra la malaria, seguramente no había tenido que enfrentar a unos micos tan complicados como los que desde hace más de 48 meses lo tienen de brazos cruzados, sin poder probar sus últimas moléculas en las que podría estar la salvación de millones de personas en todo el mundo.
Lo suyo parece una historia de no acabar. Además de haber perdido todo su laboratorio en el embargo del San Juan de Dios en 2001 o de no recibir ayuda del Estado durante varios años, entre otras dificultades, desde 2012 Patarroyo y su equipo han tenido que defenderse en los estrados judiciales para demostrar que no han sido traficantes de micos, que no promueven el maltrato animal o que han hecho todos sus experimentos cumpliendo la ley.

Este complot de un grupo de ambientalistas y animalistas que buscan frenar sus investigaciones, como él mismo lo denuncia, comenzó en 2012 cuando Ángela Maldonado, una administradora de empresas con maestría y doctorado en conservación de primates, demandó a la Fundación Instituto de Inmunología de Colombiano (Fidic) y a Patarroyo porque, según ella, estaban usando en sus investigaciones no solo micos Aotus vociferans, sino también Aotus nancymaae que según ella eran traídos, de contrabando, desde Perú y Brasil en la otra orilla del Amazonas.

El Tribunal Administrativo de Cundinamarca decidió casarse con el argumento de Maldonado y en 2012 le suspendió a Patarroyo la licencia para capturar y usar micos en su sede de Leticia, sentencia ratificada a finales de 2013 por la Sección Tercera del Consejo de Estado. Frente a estos fallos y a las graves acusaciones, Patarroyo y el Fidic decidieron interponer una tutela que fue fallada a finales del año pasado a su favor por el mismo Consejo de Estado. Con ponencia de la magistrada Carmen Teresa Ortiz, quedó claro que de acuerdo con numerosos estudios, en especial uno muy extenso que publicó en 2013 el Instituto de Genética de la Universidad Nacional en la Amazonia, estos micos viven en Colombia desde hace muchos siglos, precisamente en las mismas zonas en las que el Fidic tiene permiso para capturarlos. Además, la sala sentenció que a la Fidic y al científico se les había violado los derechos fundamentales al debido proceso y a la investigación.

Tras revocar todos los fallos anteriores, el Consejo de Estado le dio 30 días a Corpoamazonia para activarle la licencia para capturar y experimentar de nuevo con los Aotus, siempre y cuando la Fidic cumpla con las exigencias y condiciones de licencia ambiental. Pero han pasado más de seis meses y Patarroyo sigue sin sus micos. Ahora Corpoamazonia dice que tiene que hacer nuevos estudios para determinar si los 1.463 que aún le quedan por cazar en el trapecio amazónico no van a poner en peligro una especie que ahora la entidad considera nueva para Colombia, algo totalmente absurdo. De hecho, los Aotus vociferans y nancymaae han sido usados por la Fidic en todos estos años, pues al ser casi idénticos, se requiere de pruebas genéticas para saber cuál es cuál.

Es decir que Corpoamazonia, además de violar la sentencia del Consejo de Estado, se va a gastar cientos de millones de pesos para determinar lo que se ha demostrado en más de 50 estudios y publicaciones científicas: que por cada kilómetro cuadrado viven entre 22 y 49 ejemplares de nancymaae. Es decir, que si se fijara un área de 10 kilómetros a lo largo del Amazonas colombiano, podrían vivir como mínimo 40.000 de estos monos.

Con todos estos artilugios jurídicos se están parando las investigaciones y se está afectando, tal y como lo advirtió el último fallo, la vida y la salud de millones de colombianos expuestos a esta enfermedad. De forma contraria, en Ecuador, Brasil y Perú, por ejemplo, gobiernos y multinacionales no han tenido estos problemas para adelantar sus experimentos.

Patarroyo genera amores y odios entre la comunidad científica y que a algunos les molesta que sea tan mediático, pero pocos pueden poner en duda el aporte que le ha hecho a la ciencia en Colombia. Sería recomendable que Corpoamazonia le reactive, sin más trabas, el permiso para que termine sus experimentos y así demuestre de una vez si fue capaz o no de encontrar la vacuna perfecta. No se entiende que esta entidad ande tan preocupada por una especie que ha sido ampliamente estudiada y preservada, pero haga tan poco por evitar la minería ilegal, la colonización o el tráfico de madera y animales en la Amazonia colombiana.