sábado, 28 de julio de 2012

IMPLICACIONES DE UN FALLO

Tiene razón el editorial de EL TIEMPO “Una nueva arma contra el dengue” Pocos avances tan benéficos como una vacuna, máxime cuando sirve para evitar que millones de personas, que, tristemente, suelen ser las más pobres, se enfermen y mueran por causa de males fácilmente prevenibles como el dengue, la malaria y el cáncer de cuello uterino.


Por eso el fallo en contra de la FIDIC, el instituto de investigación que dirige el Profesor Patarroyo, tiene un efecto devastador para los millones de seres humanos que estas enfermedades matan cada año y del enorme costo económico que significa el tratamiento, cuando se proporciona, de estas personas. Fallo para el que no se consultó ni a la Academia ni a la comunidad científica colombiana.

Para la investigación el golpe es letal. Él y su grupo producen cerca del 40% de la ciencia de punta que se hace en Colombia con poco o ningún presupuesto nacional, a diferencia de las multinacionales farmacéuticas, que disponen de recursos prácticamente ilimitados para publicidad, mercadeo e investigación y desarrollo.

El cierre de la FIDIC significa que el país pierde, además de un porcentaje más que significativo de su producción científica, un centro de investigación de excelencia, en el que se han formado cerca de 50 Doctores y centenares de Magíster, capital humano que difícilmente permanecerá en el país debido a las enormes dificultades que supone hacer ciencia en Colombia. De hecho, muchos de ellos agobiados por las dificultades económicas, ya emigraron hacia países que harán uso para su propio beneficio del conocimiento y la experiencia que nos pertenecen, que debería salvar vidas aquí.

Se pierden 35 años de trabajo, miles de millones de pesos invertidos, equipos de difícil adquisición y costosa materia prima, pero, sobre todo, se pierde la confianza. La comunidad científica y la academia quedan notificadas de que hay intereses frente a los cuales nada significa su trabajo, que son ignoradas en circunstancias en las que su opinión es imprescindible. Y que no se invoque la protección del ambiente o de los recursos naturales como excusa; el gobierno planea entregar 17 millones de hectáreas del Amazonas para explotación minera sin que, con un par de honrosas excepciones, en el país se haya dicho algo sobre lo que esto significa, pese al recordatorio cruel que es el Chocó.

A la ofensiva económica, jurídica y mediática emprendida contra Patarroyo se suma ahora un veto “por razones éticas”, de alguna publicación científica internacional. “Hemos sido contactados por un tercero respecto a su artículo. Se nos sugiere que los experimentos descritos en su manuscrito podrían no cumplir con estándares éticos de la investigación”, se lee en un comunicado reciente mediante el cual se informa que el artículo mencionado, que representa dos o tres años de trabajo intenso y mucho dinero invertido, no se publicará, lo cual demuestra que el tercero de que habla la carta dispone de mucho más que buena voluntad para lograr sus propósitos.

El país no puede permanecer impasible ante lo que representa una tragedia de proporciones catastróficas para los grupos más vulnerables de la población colombiana y mundial, ni puede ignorar el hecho de que para la industria farmacéutica todos somos parte de un vasto mercado en el que no hay concesiones de ninguna especie, so pena de que sean estas compañías las que le pongan precio a la vida de cada uno.

Que no se prohíbe la investigación sino el empleo de los monos con los que se efectúan las pruebas, dice el fallo de la justicia colombiana, es decir, no le prohíben manejar, solo le quitan el carro. Quizá desconozcan los jueces que los monos no se asesinan sino que se tratan y se devuelven a su hábitat natural sanos y en buenas condiciones, a diferencia de dos millones de personas que mata la malaria y de las 3000 mujeres colombianas que mueren cada año por cáncer de cuello uterino.

Fernando Márquez

viernes, 20 de julio de 2012

Animales: ¿víctimas o héroes de la ciencia? El caso Patarroyo.

>> Leer el artículo en ASANDA (Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales)


Foto de archivo del blog

Poner de acuerdo a la comunidad científica y a las asociaciones protectoras de animales no ha sido un asunto sencillo, ni en Colombia ni en otros rincones del mundo. El viejo debate se reabrió en el país a raíz de la decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca de suspenderle el permiso para cazar (capturar, aclaración nuestra) monos nocturnos al científico Manuel Elkin Patarroyo, quien los empleaba en su búsqueda de una vacuna sintética contra la malaria. La decisión del ente coincide con el proyecto de ley que radicó en noviembre de 2011 elsenador Jorge Londoño, del Partido Verde, y que será debatido después del 20 de julio.

El Espectador. com, 14 de julio 2012

La propuesta busca reformar el Estatuto Nacional de Protección de los Animales (Ley 84 de 1989), que, junto con la resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud, constituyen las normas que han regulado el tema en el país.

Entre sus objetivos está el de prohibir el uso de animales con fines de enseñanza y aprendizaje, además de fomentar la utilización de modelos alternativos de investigación y experimentación en centros educativos que requieran de especies vivas. Pero esto, según Juan Gonzalo López Casas, director general del Instituto Nacional de Salud (INS), “afectaría la docencia y la investigación biológica y biomédica, pues son áreas que necesitan de la utilización de animales de laboratorio en la búsqueda de conocimiento”.

Frente a la propuesta, son varios los investigadores que han solicitado modificaciones en algunos de los artículos, sin obtener respuesta. Zulma Dueñas, especialista en fisiología del Departamento de Medicina de la Universidad Nacional, ha enviado, por ejemplo, varios comentarios señalando las “graves falencias” que, según ella, tiene la norma. Para Dueñas el principal problema es que “la ley no fue formulada por especialistas en el tema, y es de ahí de donde surgen vacíos”.

De igual manera piensa Gonzalo Andrade, profesor asociado al Instituto de Ciencias Naturales de esta universidad, quien tras reunirse una primera vez con los representantes del senador Londoño acordó, junto a otros colegas, discutir nuevamente la ley antes de que sea radicada. Sin embargo, el senador no se volvió a pronunciar.

Para Adolfo Amézquita, profesor especialista en comportamiento y fisiología animal de la Universidad de los Andes, la aprobación de la ley tendría, además de la parálisis de la investigación científica en Colombia, otro efecto evidente: que muchos científicos del tema entrarían en la ilegalidad.

Y aunque la ley está acorde con los intereses de los protectores de animales, algunos de ellos no se muestran satisfechos. Es el caso de Aníbal Vallejo, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín, para quien “no es una cuestión de normas sino de conciencia, porque la legislación siempre va a ser incompleta, pues hay intereses personales y mercantilistas de por medio. Ejemplo de ello son las universidades”.

¿Cómo tratar a los animales?

Ya que para la investigación biomédica la manipulación científica de animales es casi una necesidad, la pregunta que surge es cómo hacer investigación de tal manera que prime el buen trato a las especies utilizadas.

Juan Gonzalo López, presidente del INS, asegura que la mejor manera de evitar el maltrato de los animales “es que todas las instituciones que desarrollan actividades que involucran uso de vertebrados, implementen un comité de ética —tal y como lo dice la Ley 84 de 1989— que se encargue de asesorar, evaluar y vigilar los asuntos relacionados con el bienestar y cuidado de los animales”.

Es justo ese el procedimiento que sigue Luz Helena Cano, directora del grupo de micología de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB). “Nosotros sustentamos los proyectos ante el comité de ética, que evalúa el cumplimiento de los requisitos, y siempre hay una exigencia de examinar otros mecanismos”.

Según Cano, la manipulación de animales debe ser el último recurso al que apelar. “Primero se debe analizar la posibilidad de hacerlo con los nuevos softwares que simulan el organismo del animal, y luego se debe estudiar si es posible hacer los experimentos con células. Si no, cada vez que se utilice un animal, debe hacerse bajo el efecto de anestesia”, asegura la especialista.

Sin embargo, Francisco González, administrador del bioterio de la Universidad Icesi, afirma “que las nuevas tecnologías en las que no se utiliza el animal aún no se emplean en Colombia”, aunque también asevera que hay ocasiones en las que es indispensable trabajar con el animal vivo.

Lo importante, según González, es seguir el principio de las tres R, un concepto aceptado en el mundo científico, que considera tres fundamentos: refinanciamiento de las técnicas con animales, reducción de especies utilizadas y reemplazo de animales conscientes por inconscientes.

Más impedimentos para investigar

Más allá del debate generado por el uso de animales, las dificultades para iniciar investigaciones científicas en temas de biodiversidad no se limitan a esta discusión.

Una de las principales, según Gonzalo Andrade, es la falta de permisos y contratos que otorga el Ministerio del Medio Ambiente. “El ministerio ha concedido 46 permisos para investigación en 15 años, cuando hay más de 500 proyectos. El promedio para obtener un permiso es de 3,5 años”, afirma Andrade, quien todavía no ha obtenido una respuesta a la iniciativa que presentó a la entidad desde abril para que el permiso no sea un requisito cuando el fin es científico.

Simuladores virtuales

En Estados Unidos se han desarrollado alternativas que pretenden reducir la utilización de animales en las investigaciones. De acuerdo con Pedro Mejía, investigador asociado de la Universidad de Harvard, “en lo que se refiere a la enseñanza, el 95% de las escuelas de medicina en EE.UU. utilizan sofisticados simuladores virtuales como alternativa a la experimentación animal, aunque no exista una ley que obligue su uso”.

Mejía asegura que, “a pesar de los avances, infortunadamente no existe ningún otro sistema en el cual se puedan hacer estudios que integren toda la complejidad e interacciones que se llevan a cabo en un organismo viviente.

Ataques terroristas en los laboratorios

La defensa de los derechos de los animales ha llevado a algunos grupos de activistas a cometer acciones criminales contra investigadores y centros de investigación en distintos países del mundo.

Tal es el caso de lo sucedido en 1987, cuando un incendio en un laboratorio veterinario de la Universidad de California Davis, atribuido al grupo Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal), destruyó todas las instalaciones y causó daños de 3,5 millones de dólares.

Este grupo, según sus voceros, funciona bajo un modelo de “células” que actualmente operan de forma clandestina en al menos 35 países. “Por esto es por lo no puede ser destruido, no puede ser infiltrado, no puede ser parado”, sentenció en algún momento uno de sus principales líderes.

domingo, 15 de julio de 2012

PRONUNCIAMIENTO DE LA FACULTAD DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

>> Leer el comunicado de la Facultad de Medicina de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Patarroyo culpa a los ecologistas del veto a sus investigaciones

Salud >> Leer artículo en la VOZ DE GALICIA

Un juez le prohíbe usar monos para probar su vacuna contra la malaria


El investigador en uno de sus laboratorios. Leonardo Muñoz efe

albert traver, bogotá / efe 15 de julio de 2012 04:00

El inventor de la vacuna contra la malaria, el colombiano Manuel Elkin Patarroyo, aseguró que el fallo judicial que le prohíbe seguir con sus investigaciones responde a «intereses oscuros», y declaró que «desafortunadamente la justicia cayó en la trampa» de las presiones de los ecologistas de Fundación Entropika.

Esta organización, que llevaba seis años tras las investigaciones del colombiano, lo denunció por tráfico de animales tras utilizar monos capturados al otro lado de la frontera colombiana. Esto conllevó a la clausura, el viernes, del laboratorio que Patarroyo tenía desde hace tres décadas en la localidad amazónica de Leticia.

Esta prohibición supone un duro golpe para el científico, que se encontraba en la recta final de sus investigaciones, según confesó. El doctor colombiano agregó que «la vacuna para monos teníamos planeado terminarla a finales de este año o principios del que viene y como los monos tienen un sistema idéntico a los humanos, en estos estaría como un tiro».

La comunidad científica mostró su apoyo a Patarroyo. Incluso, los directivos de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia expresaron su «preocupación» por las «dificultades jurídicas» que sufre el investigagor, que vio como las ayudas que recibe descendieron en los últimos años hasta límites irrisorios, como demuestran los 180.000 dólares que le otorgaron este año.

Otro colectivo que lo defiende es el de los indígenas aticoya y azcaita, que prohibieron la entrada en sus territorios a los miembros de Entropika, en concreto a Ángela Maldonado, a la que acusan de «falsas afirmaciones» contra Patarroyo.

sábado, 14 de julio de 2012

RESOLUCIÓN DE LAS COMUNIDADES INDIGENAS DEL AMAZONAS

La mayoría de las comunidades indígenas del Amazonas reitera su posición sobre el supuesto tráfico de monos Aotus en sus territorios.


>> Leer comunicado a la opinión pública

PATARROYO, LA VACUNA Y SUS MICOS INTERNACIONALES

El trabajo de Patarroyo y su gente es no solo de interés público y social sino universal, considerando que va mucho más allá de nuestras fronteras, pero no por el discutible argumento del tráfico de monos sino por que busca proteger la salud y con ella la vida de millones de personas que viven en zonas donde la malaria es endémica y las tasas de morbimortalidad escalofriantes, como los países del África subsahariana.



La justicia debe apoyarse en la Academia y en la comunidad científica, ojalá internacionales, para tener una visión clara de un problema de magnitud descomunal, imposible de ser tratado únicamente a la luz de códigos, manuales y sentimientos, en el que hay involucrados muchos más intereses de los que se aprecian a simple vista. Nadie deseará pasar a la historia por ser quien lleno de buenas intenciones erró en materia tan grave.

No es lícito olvidar que cada 30 segundos muere de malaria una persona y que la mayoría de ellos son niños, por lo tanto cualquier retraso en esta u otras investigaciones que busquen preservar la salud tiene un costo impagable en vidas humanas, la máxima expresión del bien común.


La necesaria preservación de los ecosistemas y del ambiente debe, so pena de perder su esencia, considerar la salud y la vida humanas como ejes alrededor de los cuales se articulen y hagan funcionar las políticas ambientales, no siempre coherentes y que, bien sabido es, se mueven al vaivén de grandes intereses comerciales, como ocurre con la explotación indiscriminada de recursos mineros o turísticos, por ejemplo.

El fallo en contra de la FIDIC representa un verdadero tiro en el pie para la actividad científica nacional, de la que Patarroyo y su Instituto son un componente importante ya que producen con casi ningún presupuesto de origen colombiano, mas del 40% de la ciencia que se hace en el país, esfuerzo que debe ser apoyado por todos los colombianos, empezando por las mas altas instancias gubernamentales. El problema es, sin ninguna duda, de vida o muerta para millones de seres humanos que se cuentan entre los más vulnerables de la tierra.

Editorial: Patarroyo, la vacuna y sus micos

Por: EDITORIAL | 7:51 p.m. | 13 de Julio del 2012


>> Leer Editorial en EL TIEMPO


Al tener como objetivo la búsqueda del bien común, esta investigación debe ser considerada de interés público y social, razón para darle una segunda mirada a la decisión.

Tras una semana de polémica en torno a las razones que llevaron al Tribunal Administrativo de Cundinamarca a revocarle los permisos a Manuel Elkin Patarroyo, director de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic), para la captura, con fines científicos, de monos nocturnos en el Amazonas, es claro que la búsqueda de la vacuna colombiana contra la malaria queda suspendida por esta causa indefinidamente.

El Tribunal fundó su decisión en una acción popular interpuesta por Gabriel Vanegas y Ángela Maldonado, de la Fundación Entrópika, según la cual la Fidic estaba usando en sus investigaciones a ejemplares de esta especie, que vive en el Amazonas brasileño y peruano, sin los debidos permisos de importación.

Los denunciantes acusan a Patarroyo de crear poblaciones artificiales de micos, liberados tras ser inoculados con el parásito plasmodium, que causa la malaria, lo cual representaría un peligro para las comunidades aledañas.

El inmunólogo ha dicho que puede demostrar, documentos en mano, que no captura micos fuera del territorio colombiano, que no los somete a malos tratos -entre otras razones porque su trabajo y el de su equipo se ciñen a protocolos estrictos y está apegado al seguimiento de un comité de ética- y que siempre los libera sanos, en áreas asignadas y coordinadas por Corpoamazonia.

Pese a lo dicho, la estación de la Fidic en el Amazonas tendrá que ser cerrada, en acatamiento del fallo del Tribunal, lo que dejó en el aire la última etapa de la investigación de la vacuna que, según sus más recientes resultados, que serán divulgados en la próxima edición de Expert Reviews of Vaccine, tiene una efectividad del 90 por ciento en estos monitos, cuyo genotipo es muy similar al de los humanos, para todos los estadios de la malaria.

No es gratuito que grupos de investigación de todo el mundo, incluido el de Patarroyo, lleven décadas en una dura carrera por encontrar una vacuna que inmunizara contra el plasmodium, que tiene en riesgo a la mitad de la población del planeta.

La malaria, valga recordarlo, cada año enferma a 216 millones de personas y les causa la muerte a cerca de 700.000, particularmente a niños de zonas tropicales empobrecidas.
Con recursos verdaderamente escasos, con vientos en contra movidos por toda clase de intereses, el inmunólogo colombiano ha persistido, junto con su equipo, en la búsqueda de la vacuna durante los últimos años, en estudios que cuentan con el aval de la comunidad académica mundial.

La imposibilidad de trabajar en su laboratorio en el Amazonas se erige como la última de esas barreras. Lo mínimo que cabe esperar, dado el impacto que la decisión del Tribunal pueda tener en una investigación de interés y alcance globales, es que haya claridad absoluta tanto sobre las denuncias que motivaron la decisión como sobre las explicaciones aportadas por el profesor Patarroyo y su equipo.

Que quede claro que toda actuación de los ciudadanos debe tener absoluto apego a las normas, incluidas las relacionadas con la protección del medio ambiente.

Sin embargo, vale tener presente, como lo señala la Universidad Nacional, que, de no poder llevarse a cabo estos estudios en animales, la última etapa de un proyecto como el de Patarroyo tendría que hacerse en humanos, lo que redunda en riesgos para la salud.

No puede desconocerse tampoco que, al tener como objetivo la búsqueda del bien común, la investigación debe ser considerada de interés público y social, razón más que suficiente para que los magistrados le den una segunda mirada a su decisión.

jueves, 12 de julio de 2012

Patarroyo apelará decisión del Tribunal que le revocó licencia

Asuntos Legales Jueves, Julio 12, 2012, Bogotá

>> Leer artículo en LA REPUBLICA



El científico colombiano e investigador de la vacuna contra la malaria: Manuel Elkín Patarroyo, afirmó que los argumentos presentados en la demanda en su contra no son verídicos y consistentes y por esta razón apelará el fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca.

El fallo judicial emitido el pasado miércoles 4 de julio de 2012 revocó la licencia que le permitía usar micos de la especie `Aoutus Nancymaae` o micos nocturnos en su investigación de la vacuna contra la malaria.

Además de ello, se analizaron las presuntas violaciones existentes a los tratados y convenios internacionales, en los que se establece que no se pueden usar más de 800 micos al año. 'Teníamos permiso para investigar en cinco años a 4.000 micos, y no como han afirmado que hemos sobrepasado los 800', afirmó Patarroyo.

Los argumentos presentados en torno al tráfico de la fauna silvestre por los demandantes, expusieron que la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic), había incurrido en ello de manera reiterada. Al respecto, el científico colombiano señaló que todo ello carece de evidencia científica y concluyente, en la que se pudiera constatar que los micos usados para la investigación provenían de Perú y Brasil. 'No estoy trayendo micos. Los recibimos de los mismos indígenas', afirmó Patarroyo al expresar que el instituto solicitó los especímenes que fueron capturados y no cazados como fue expuesto inicialmente y añadió que 'todos los micos viven y fueron capturados en el país'. Patarroyo, citando a Thomas Defler y Sarah Bennet, los principales primatólogos del país, expresó que es difícil lograr distinguir a esta especie en particular.

'De hecho, es complicado diferenciarlos a través de técnicas avanzadas de análisis de biología molecular', afirmó el doctor. Una acción popular fue la que originó el fallo emitido y en ella se presentaron entrevistas realizadas a indígenas de la zona. Al respecto, Patarroyo indicó que 'las entrevistas que fueron presentadas al tribunal carecen de argumento y veracidad', y añadió que fueron efectuadas en zonas donde el instituto no desarrolla investigación alguna. Basando su posición en dos resoluciones presentadas por las autoridades indígenas, el científico reveló que las palabras de los indígenas entrevistados 'han sido tergiversadas porque ellos no hablan español y ha sido la parte demandante la que ha traducido el mensaje', indicó. Patarroyo se mostró preocupado por los alcances y las repercusiones que este fallo las cuales ha generado afectaciones, no solo a la comunidad científica sino a la salud mundial, pues considera que las investigaciones de la malaria se frenaron totalmente, por lo que el instituto deberá cerrarse desde este viernes.

Patarroyo obligado a frenar su investigación en malaria por uso indebido de monos

« On Earth: NRDC’s Magazine does up western fires + global warming. Is it advocacy journalism, plain advocacy, or what??

>> Leer artículo en KNIGHT SCIENCE JOURNALISM TRACKER


Newspaper articles criticize psychiatric treatment without noting Scientology connection »

(English intro to Spanish lang post) Colombia’s Manuel Elkin Patarroyo has done research on malaria vaccine for more than 30 years. He’s one of the best-known Latin-American scientists. He got government permission to use 800 monkeys per year for his tests. After the studies, these monkeys were returned to the rainforest. A few weeks ago a conservationist denounced him, saying his team bought monkeys hunted in Peruvian and Brazilian rainforest and let them go in Colombia without appropriate public health measures. A court has analyzed the case and concluded that Patarroyo’s research violated some international criteria. Starting this Friday Patarroyo won’t be able to use that species of monkeys (Aotus nancymaae) in his research. He’s denied the accusations and said that this implies the end of his 30-years research on a synthetic malaria vaccine. He also stated that his latest, unpublished results are very promising. The controversy is getting big play in the Colombian press. Some defend the views of the conservationist, and others argue that this important research must continue. Patarroyo is a controversial figure and has received lots of coverage. In Spain El Mundo offers a 2-page story in the print edition, expressing admiration but also the deep doubts by some in the scientific community about Patarroyo’s research. Strangely, nobody talks about the possibility of continuing the tests with other monkeys. It’s a very complex story that is not over and demands very careful reporting.


Interesante polémica para hacer un análisis serio sobre bioética: Hace unos meses la experta en conservación Ángela Maldonado denunció oficialmente la caza de monos nocturnos (Aotus nancymaae ) por Manuel Elkin Patarroyo para sus estudios con la posible vacuna contra la malaria en su laboratorio del FIDIC en la selva amazónica de Leticia (Colombia). La semana pasada el tribunal dictaminó que efectivamente el trabajo con estos monos (800 al año) no se ajustaba a los criterios internacionales y deberían dejar de ser cazados. Patarroyo pide una rectificación y anuncia que sin los monos deberá parar sus investigaciones sobre la vacuna. El planteamiento del debate como “¿protección de monos o posible vacuna?” es obvio, pero simplista. Ambas cosas son importantes, y se requiere un análisis profundo para valorarlas. ¿hay alternativas? ¿en qué estado se encuentran las investigaciones? Está claro que la ciencia debe avanzar, pero también que está obligada a hacerlo siguiendo unos criterios éticos, que por lo dictaminado por el juez, Patarroyo no estaba cumpliendo. Toca buscar alternativas. Éste viene a ser el mensaje del Editorial “Los micos de Patarroyo” publicado en El Espectador, que junto a la nota “Patarroyo sin micos” resumen muy bien la situación. Hay muchas notas de interés para enfocar la situación. Hoy mismo El Tiempo publica una entrevista de Carlos Fernández “si cierran laboratorio no habrá vacuna contra la malaria: Patarroyo”. En ella Patarroyo defiende que la vacuna está en una etapa muy avanzada, niega que cace monos en Brasil y Perú, y asegura que tras los ensayos los devuelven a la selva en perfectas condiciones. Hace unos días El Tiempo entrevistó a Ángela Maldonado, quien niega las palabras de Patarroyo y asegura los micos son liberados a la selva sin control, siendo una amenaza para la salud pública. Según ella el equipo del Fidic compra los monos a gente que los caza en Perú y Brasil, y pide que la investigación se continúe con monos reproducidos en cautiverio. El tribunal le ha dado la razón.

Hace unas semanas El Espectador publicaba un texto de Fernando Marquez “Los micos de Patarroyo: obsesión, defensa de recursos o estrategia?”, avisando sólo al final del texto que Márquez es exjefe de sistemas de Fidic (quizás debería haberse especificado bajo el nombre). En el texto insinúa que es una campaña de descrédito, y dice “Bienvenida la defensa del patrimonio biológico, pero sin perder la perspectiva de la tragedia humanitaria que representan 500 millones de casos y los más de tres millones de seres humanos, la mayoría niños, que la malaria enferma y mata cada año, que no pueden ser vistos como individuos inferiores a los monos que dicen proteger y menos como un mercado para explotar y llenarse los bolsillos”. Demagógico. Éste no es el debate. Ya sabemos la crueldad de la malaria, y no dudamos de la nobleza del trabajo de Patarroyo. De hecho este tracker lo considera admirable. Pero no todo vale. Patarroyo lleva 30 años investigando en su vacuna. Esto no debe presentarse como el fin. Si le toca cambiar el origen de sus monos y esto supone un retraso, pues será una más de las dificultades en la investigación. Pero si no se están cumpliendo las normas internacionales de conservación, debe rectificar. Otra cosa es que los argumentos de Maldonado sean falaces. Pruebas y jueces lo decidirán.

Nos gustaría poder ofrecer el enlace a la nota de El Mundo desde Bogotá por Salud Hernández Mora “Veto a Patarroyo por ensayar su vacuna con monos amenazados“ (imagen de post), pero sólo está en la versión impresa y de pago en orbyt. El texto es de dos páginas enteras en versión impresa, y cuenta con interesantes despieces de Jose Luis de la Serna “Un científico cuestionado”, y Ángeles López “Brillante, pero ingenuo y arrogante”. Salvo la imprecisión del lead diciendo que “la justicia obliga a cerrar el laboratorio”, la nota está muy bien. Patarroyo dice ¿Qué hago yo sin monos? Me cortan las alas”, y que “la vacuna contra la malaria feneció. Íbamos adelante, pero hasta ahí llegó y no estoy exagerando”. Salud también habló con Maldonado, y detalla los problemas de financiación. En los despieces se valora la voluntad de Patarroyo de regalar la vacuna a la humanidad, pero se incide en que no tiene resultados prometedores, y muchos científicos le critican. Es un golpe durísimo. La justicia de momento dice que merecido. Patarroyo se defiende. Veremos qué ocurre. Ojalá no sea el fin. Sería una verdader pena que la historia científica de este carismático investigador terminara de esta manera. Y más le vale a Maldonado que sean ciertas sus acusaciones, porque si al final resulta que no, el caso puede volverse en su contra y convertirse en un duro golpe para el conservacionismo.

- Pere Estupinyà

Grave traspié para el Dr. Patarroyo

Editorial >> Leer Editorial en EL MUNDO, ESPAÑA



12 de Julio de 2012

Como se trata de un fallo de primera instancia, esperamos que en la apelación el científico demuestre que no ha violado la ley y tampoco ha trasgredido los códigos éticos.

Estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud, OMS, señalan que la malaria sigue atacando anualmente a cerca de 200 millones de personas en el mundo, de las cuales muere el 10%, la mayoría niños, por lo que se sigue buscando afanosamente la vacuna que permita inmunizar a la población en riesgo con un ciento por ciento de efectividad. En esa lucha se ha destacado con indudables méritos y gran reconocimiento internacional, desde mediados de los 80 del siglo pasado, el médico y científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo.

Su primer éxito relativo fue la vacuna sintética denominada SPF-66, conseguida en 1986, luego de diez años de pruebas en humanos, tanto en Colombia como en Venezuela, Brasil, EE.UU., Tailandia y algunos países de África. La efectividad comprobada estuvo entre el 20% y el 50%, según la región de prueba, pero más que esa eficacia relativa lo que sorprendió a todo el mundo, empezando por la comunidad científica, fue la cesión de la patente por parte del investigador a la OMS y su rechazo a que su hallazgo pudiera ser explotado por grandes consorcios farmacéuticos, uno de los cuales le habría ofrecido por sus derechos US$74 millones.

El año pasado reveló al mundo que había obtenido la “segunda generación de esta vacuna”, la Colfavac, con una efectividad inmunológica del 90% en monos Aoutus Nancymaae (“monos nocturnos”, como los llaman los indígenas de la región amazónica), que tienen la particularidad de poseer un sistema inmunológico muy parecido al humano. Y la semana pasada anunció que la prestigiosa revista científica ‘Expert Reviews of Vaccine’ ya acogió en sus páginas los resultados que demuestran “efectividad en laboratorio de más del 90% en esos monitos, para todos los estadios de la malaria, algo que jamás se había logrado”, según sus propias palabras.

Para infortunio del Dr. Patarroyo, ese reconocimiento de pares científicos coincidió con la notificación de un fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, TAC, que ordena a la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonía -CorpoAmazonía- revocar el permiso concedido a la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic), que él dirige, para trabajar en su laboratorio de Leticia con los monos nocturnos. Los demandantes, miembros de una ONG ambientalista con sede en Leticia, alegaron en la Acción Popular impetrada, y así fue acogido por el tribunal cundinamarqués, que el Fidic incumplía normas relativas a la captura de los monos y a las condiciones de su movilización, confinamiento y utilización en el laboratorio con fines de investigación. Según el fallo, los permisos a Patarroyo “se han concedido de manera irregular y en contravía del régimen de obligaciones y prohibiciones generales sobre fauna silvestre establecidas en el Código de Recursos Naturales”. El TAC también solicita a la Procuraduría examinar si hay lugar a investigación disciplinaria contra funcionarios de CorpoAmazonía y el Ministerio del Ambiente en relación con los permisos, pero se abstiene de solicitar investigación de naturaleza penal por supuesta importación ilegal de los animales desde Brasil y Perú, de lo cual acusaban los demandantes al Dr. Patarroyo.

Aquí hemos reconocido sus grandes aportes a la ciencia y también su generosidad y su consagración a un trabajo muchas veces ingrato, pero también hemos señalado que en un país de recursos limitados, no parecía justificable que a la búsqueda de una vacuna contra apenas una de las múltiples enfermedades catastróficas, el Estado destinara una porción considerable del escaso presupuesto para la investigación científica. Sobre todo porque el Dr. Patarroyo ha tenido importantes ofertas de apoyo de gobiernos extranjeros -España, entre otros- y se ha negado a aceptarlas por un mal entendido prurito nacionalista. Nosotros esperamos que el distinguido investigador pueda superar este grave traspié, pues se trata de un fallo de primera instancia, y que en su apelación demuestre que no ha violado la ley y tampoco ha trasgredido los códigos éticos.

Un tribunal colombiano obliga a parar los experimentos del científico Manuel Patarroyo

>> Ver en RTV.ES

El científico e investigador de la vacuna contra la malaria, Manuel Patarroyo, se queda sin monos para experimentar. Un tribunal colombiano ha dado la razón a los grupos defensores del medio ambiente que denunciaron sus experimentos con una especie protegida. Patarroyo , que siempre ha negado esta práctica, dice que el fallo paraliza su trabajo de años.

FALLO CONTRA LA ACADEMIA Y LA CIENCIA COLOMBIANAS

Un verdadero tiro en el pie para la investigación en Colombia. La academia y la comunidad científica deben ser conscientes de que también los afecta, si no de inmediato lo hará en el futuro, porque fallos como este le darán alas a los interesados para demandar a cualquiera por cualquier cosa, así que la NECESARIA experimentación con animales tendrá que hacerse In Vitro o simplemente suponiendo el funcionamiento de esta o aquella molécula. Que peligro!!

Una cosa es el marco dentro del cual se permita la utilización de especies animales y otra la absurda decisión de prohibirla. A este paso no se les haga extraño que un día de estos nos obliguen a tener y alimentar un mínimo de ratones, moscas y cucarachas por hogar, sin que haya lugar a deducción de impuestos, claro.

martes, 10 de julio de 2012

AVANCE DE LA CIENCIA O PELIGRO DE LAS ESPECIES

Así es como se ve la noticia del cierre del Instituto de Inmunología en España y el resto del mundo.



>> Ver el video de la noticia

Si cierran laboratorio, no habrá vacuna contra la malaria: Patarroyo

Por: CARLOS F. FERNÁNDEZ | 8:15 p.m. | 09 de Julio del 2012


Foto: Efe

Manuel Elkin Patarroyo pidió que se reconsidere el cierre del laboratorio de Leticia.

Dice que fallo que revoca permisos para trabajar con monos en el Amazonas afecta búsqueda de vacuna.

El viernes el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo, director de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic), se notificó del fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que le revocó los permisos que tenía vigentes hasta el 2015 para el uso científico de 4.000 monos nocturnos, en el desarrollo de la vacuna contra la malaria.

De acuerdo con los magistrados, Patarroyo utilizó una especie de ese primate, conocida como 'Aotus nancymaae' (que vive en Brasil y Perú), luego de introducirla a Colombia sin permiso.

A partir del próximo jueves, Patarroyo y su equipo no podrán seguir con la última etapa de la investigación que pretende dar con la vacuna. "Al revocarse estos permisos se tiene que cerrar el laboratorio en Leticia y hay que parar los estudios", dice el inmunólogo.

¿Cómo iba esa investigación?

Está muy adelantada; vamos en las mezclas finales. Tanto que en una semana la revista 'Expert Reviews of Vaccine', quizá la más importante en vacunas, publica resultados que demuestran efectividad en laboratorio de más del 90 por ciento en estos monitos, para todos los estadios de la malaria, algo que jamás se había logrado.

El fallo dice que usted captura micos en Perú y Brasil y los trae a Colombia...

Es curioso que nuestros estudios, que demuestran que los micos que se utilizan en este trabajo se encuentran en Colombia, no se consideren legítimos, pero que se acepten los de los demandantes, que dicen lo contrario. A pesar de eso, desde hace tiempo, y aceptando las recomendaciones de Corpoamazonía, solo recibimos micos traídos por colectores colombianos, entrenados para hacer la captura y autorizados por los curacas, que son la máxima autoridad de los indígenas; certifican con firma y huella que todos los micos son capturados en Colombia.

Pero el Tribunal insiste en lo contrario...

Tenemos los comunicados de la Asociación de Ticunas, Coamas y Yaguas y de la Asociación de Comunidades Indígenas del Trapecio Amazónico (Ascaíta), que agrupan más de 35 comunidades y resguardos, que certifican que ellos son los encargados de la captura de los micos.

¿En qué consistía el manejo de los micos?

Nos apegamos a normas nacionales e internacionales. No se permiten maltratos y deben devolverse en perfectas condiciones. Tanto la captura como la liberación se hacen en áreas asignadas y coordinadas por Corpoamazonía: no es cierto que la liberación sea arbitraria.

¿Viola usted los principios éticos y legales que fundamentan la investigación con animales?

Por favor... No creo que en mis 40 años de vida científica se me haya criticado nada en ese sentido. No tengo ninguna contradicción entre la investigación científica y la protección del medio ambiente, y menos con los micos que para la humanidad, en este caso, han sido tan valiosos. Preocupa que alguien recién llegado deseche 40 años de trabajo serio de casi cien científicos. Todo esto lo revisa un comité de ética conformado por representantes del ICA, de Corpoamazonía, y de la Sociedad Protectora de Animales, entre otros, que evalúan la salud de los micos. Todos se liberan en buenas condiciones.

¿Es cierto que al liberar los micos con malaria se pone en riesgo la salud pública de la región?

Eso es desconocer la malaria; como es curable, tratamos los micos y los dejamos en observación 40 días; cuando están sanos, los liberamos. Hasta ahora ninguno ha muerto por eso y tampoco hemos encontrado resistencia a la cepa del parásito con la que trabajamos. No se liberan micos infectados. ¡Por Dios! Por encima de todo soy médico.

¿Es cierto que creó un microambiente en Colombia ocupado sólo por los micos peruanos con los que experimentó?

Increíble: primero me demandaron porque esos micos no existían en Colombia, y ahora que se los encuentran en el país dicen que yo los traje. Eso es sobrestimar mis posibilidades.

¿Tiene que investigar en micos?

Según la Organización Mundial de la Salud, cada medio minuto muere un niño por malaria... En total, en menos de dos días mueren muchos más niños que los 4.000 monitos con los cuales hemos trabajado en cinco años. Sin esos animalitos, la ciencia tendría que investigar directamente en niños de áreas maláricas, es decir, de las más pobres, y yo no estoy dispuesto a eso.

¿Qué cree que hay detrás de todo esto?

No sé si sea un problema jurídico, legal, medioambiental, de estatuto de fronteras... No sé. Pero no es la primera vez que alguien trata de parar este trabajo. Aquí se mueven muchos intereses, que no estoy dispuesto a discutir.

¿Qué pasa si la estación se cierra?

Pues que no habrá vacuna contra la malaria.

¿Qué pide usted?

Debemos acatar los fallos, pero respetuosamente le solicitamos al Tribunal que reconsidere el cierre de la estación. Es un golpe mortal para la investigación en América Latina.

CARLOS F. FERNÁNDEZ asesor médico de EL TIEMPO

domingo, 8 de julio de 2012

PROHIBESE HACER CIENCIA

El peor problema de Colombia, el más grave de lejos, es la justicia, o mejor, la falta de ella. Subyace en toda la problemática social, en el aberrante conflicto interno, es la madre de las guerrillas, de los paramilitares, del despojo de tierras, de la impunidad, de la corrupción, de los carruseles, de la compraventa de conciencias, de votos, de todos los males que aquejan este país, víctima de los avivatos que engordan a la sombra de una rama judicial en muchos casos bizca, coja, garosa, con código de barras, sin ética y pusilánime. No parecen necesitarse muchas manos para contar los Magistrados, Jueces y Fiscales probos y rectos.


La más reciente aberración conocida, la “reforma a la justicia”, en buena hora denunciada y desmontada, prueba que no es ninguna exageración. La liberación de peligrosos atracadores y asesinos, dispuestos a matar por un reloj o un celular porque, a juicio de los fiscales encargados, son susceptibles de “resocialización” y no representan peligro para la sociedad, es una vergonzosa y dura bofetada para una ciudadanía cada vez más desprotegida y acosada.

Todas las garantías son para los bandidos, no se les ocurra defenderse, a menos que estén dispuestos a ser denunciados por lesiones personales, daño en cosa ajena e intento de homicidio, con la correspondiente “ejemplarizante condena”. Los Velascos liberados por cuenta de dictámenes estúpidos son los culpables de los miles de Rosa Elviras, violadas, empaladas, desfiguradas con ácidos, degolladas y apaleadas hasta la muerte, de los huérfanos y viudas, de los heridos a quienes nadie atiende. Tan culpables son los jueces que los liberan como los asesinos.

Es más costoso, proporcionalmente, robarse unos cubos de caldo de gallina para mitigar el hambre que estafar todo un país. O más grave descalabrar un ladrón que secuestrar o matar miles de personas. El primero, a menos que se le apareciera la virgen y tuviera como pagar abogados de élite, irá a la cárcel, los otros, adornados con cualquier título, Gestor de Paz o cualquier pendejada que se les ocurra, entrarán a gozar de prebendas, escolta y salarios oficiales. Ese es el mensaje torcido y peligroso que está recibiendo nuestra sociedad. Ese es el escenario donde proliferan y se enriquecen los “fritangas” de todas las pelambres y se ahogan los intentos de unos pocos por hacer de este un país trabajador y honesto.

Fallos como el que prohíbe a Patarroyo usar monos para experimentación, con todo lo que ello implica en términos de la investigación que realiza, que debió haber consultado a la academia en pleno, a todos los expertos posibles, que debieron haberse debatido hasta la saciedad son, en cambio, una tajante condena de muerte para millones de personas inocentes.

Cada 30 segundos muere un enfermo de malaria, niños en su mayoría, 2880 cada día, pero que importa, son seres anónimos, pobres y vulnerables que nada aportan ni política ni económicamente. Resulta más redituable hacer alharaca en torno a la utilización de unos animales que son indispensables y que de todas maneras vuelven a su hábitat natural en perfectas condiciones que analizar los alcances, causas y consecuencias de tales decisiones.

Las tabacaleras, que matan miles de personas cada día, que se empeñan en enviciar a la juventud, que ocasiona costos multimillonarios por cuenta de las enfermedades que ocasionan, son respetadísimas porque tienen plata, no nos digamos mentiras. No hay nadie capaz de prohibir de tajo la venta de cigarrillos, lo mas osado que han hecho, sin desconocer que algo es algo, es obligarlos a poner en sus cajetillas que son un riesgo para la salud.

Y las farmacéuticas que juegan sucio, que nos exprimen hasta el último centavo, que corrompen médicos y sistemas de salud enteros, que comercian y trafican con la salud y la vida humanas, son intocables, por lo menos en Colombia. En el exterior acaban de imponerle la mayor multa de la historia a Glaxo, 3.000 millones de dólares, por promover medicamentos ilegalmente, ocultar datos relacionados con los efectos secundarios de sus pócimas, hacer declaraciones falsas sobre los precios y pagarles lujosos viajes a los médicos para que formulen sus productos. De esos cargos ya se declaró culpable, no le bastó, como a nuestros a ilustres congresistas, salir con cara de yonofuí a pedir perdón.

Esta multinacional es dueña de la patente de la vacuna contra la malaria conocida como RTS,S/AS01 de la que dice el prestigioso New England Journal of Medicine, 18 octubre 2011: “la eficacia de la vacuna contra la malaria clínica y severa en la categoría de mayor edad se presenta aquí, y su eficacia respecto a los resultados en la categoría de menor edad serán presentados en aproximadamente un año…”.
“Las estimaciones de la eficacia de la RTS,S de acuerdo con el estudio y la incidencia de malaria clínica o grave, en la categoría de edad más joven aún no están disponibles, (…) pero se analizarán más adelante…” Es decir, el artículo se publicó sin tener datos concretos y ciertos. Pero eso no es lo más grave:

“La meningitis se informó con mayor frecuencia en el grupo de inmunizados con la RTS, S/AS01 que en el grupo control, con 11 casos sobre 1 entre los de mayor edad; y 8 casos sobre 1 entre los de menor edad. La RTS,S también indujo convulsiones dentro de los primeros siete días de su administración; aunque sus síntomas más frecuentes fueron dolor y fiebre.” ¿Será a cosas como esa a lo que se refieren cuando los acusan de ocultar datos relacionados con los efectos secundarios?

A lo largo del ensayo fallecieron 151 niños. El seguimiento fue de 9 meses entre los más jóvenes y 18 meses entre los más mayores, tras administrarles la primera dosis de RTS,S. Durante los primeros 12 meses de seguimiento entre éstos últimos, la evaluación de riesgo demostró que la eficacia no fue constante durante este periodo, reportando mejores datos al principio que al final del seguimiento.”

>> Leer artículo del The new england journal of medicine

Resulta entonces más rentable y menos riesgoso jurídicamente enfermar, matar, mentir, distorsionar, omitir, legislar en contra de la ciudadanía y en beneficio de los compadres, amigotes y poderosos que buscar soluciones para los grandes males de la humanidad. Colombia no puede permanecer impasible ante la agonía de una institución que con las uñas y con todo en contra produce alrededor del 40% de la ciencia que se hace en Colombia.

El fallo en contra de Patarroyo y la FIDIC afecta a la humanidad entera, es desproporcionado e injusto y tendrá profundas repercusiones en la de por si pobre producción científica nacional. La importantísima y necesaria protección de los recursos naturales, zonas de minería, manglares, islas, bosques, parques nacionales, especies animales, agua y mares no debe ser únicamente la bandera que se agita para acabar con quienes tan bien le han servido al país. O por lo menos debería medirse a todos con el mismo rasero, aunque peguen duro o paguen bien, es lo menos que se le puede pedir a la justicia colombiana. Prohíbese la cobardía.