viernes, 3 de mayo de 2013

MALARIA, YA BASTA



El canal público Señal Colombia emitió recientemente (Abril-25-2013) un documental titulado “La vacuna según Bill Gates, ya basta malaria”, realizado por la empresa francesa ZED y coproducido por canales de Francia, República Checa, Portugal, Irlanda Brasil y Colombia, en el que se analiza el estado actual de algunas de las más prometedoras vacunas contra la malaria: RTS,S, Colfavac, que en su primera etapa se llamó SPf66,  GMZ2 y MSP3.

 

La malaria, también llamada paludismo, es una enfermedad causada por un parásito, el Plasmodium, que se transmite de persona a persona mediante la picadura de la hembra del mosquito anopheles infectada. El parásito, al ingresar al cuerpo humano llega rápidamente –una hora–  al hígado, donde cumple la llamada fase hepática.


Luego, después de entre 5 y 10 días, ingresa al torrente sanguíneo, invadiendo los glóbulos rojos, los cuales destruye, multiplicándose aceleradamente. Esta es la fase sanguínea, momento en el que se presentan los síntomas típicos de la malaria: fiebres altas, escalofríos, sudoración profusa y, de no tratarse oportunamente, malaria cerebral y la muerte. Los tipos de parásito más frecuentes son el Plasmodium Vivax y el Plasmodium Falciparum, que es el más letal. 

Esta enfermedad, que en el 2010 atacó a 200 millones de personas y mató un millón de ellas, la gran mayoría niños, obliga moral y perentoriamente a los investigadores de todo el  mundo a desarrollar una vacuna que le permita a estas poblaciones, pobres y vulnerables, protegerse, sino gratuitamente, por lo menos a un costo ínfimo que puedan asumir quienes malviven con menos de dos dólares diarios, como el África subsahariana y las regiones más pobres de Colombia y otros países latinoamericanos. 260 mil muertos por hambre en Somalia son una prueba irrefutable de la gravedad de la situación.

La compra  de medicamentos para tratar la malaria no es una opción viable  para personas tan pobres, pero la venta a gobiernos y organizaciones interesadas si constituye un vasto mercado para las empresas comercializadoras, negocios de los que obtienen multimillonarias ganancias. El problema, dice Germán Velásquez, es que si van a morir cien mil niños y se pueden salvar 50 mil hay que hacerlo, pero, ¿Cuál es el costo?, es decir, es un problema económico, no de humanidad.

Es aquí, justamente, donde empiezan los cuestionamientos a la candidata a vacuna RTS,S, cuyo objetivo es proteger durante el estadio hepático del parásito. Para desarrollarla se han invertido hasta el momento 500 millones de dólares provenientes de la Fundación Bill & Melinda Gates y de la gigante multinacional farmacéutica Glaxo SmithKline, GSK, que han aportado 200 y 300 millones de dólares respectivamente. 

Las vacunas son una de las mejores inversiones que podemos hacer, dice Gates. La frase refleja a la perfección el sentido comercial de la investigación que desarrollan en colaboración con el Walter Reed Army Institute, centro de investigaciones médicas del ejército de los Estados Unidos, que busca proteger los soldados que cumplen misiones fuera del territorio norteamericano en los que la malaria es endémica.  

 No hay ningún interés, según el presidente de GSK, en producir vacunas de bajo costo porque ello “desincentiva la investigación”, lo cual automáticamente excluye de sus posibles beneficios a millones de personas sin capacidad de pago. Un hecho bastante llamativo para los realizadores del documental es que el anuncio haya sido hecho por empresarios como Bill Gates, no por científicos o investigadores. El ofrecimiento de “ayudas para revisar la salud” a la población objetivo para que permita la realización de las pruebas es, según los realizadores, una fuente de distorsión del proceso.

También hay serios cuestionamientos de tipo técnico y científico. De acuerdo con un artículo publicado en noviembre del 2012 por el New York Times, esta vacuna produjo “resultados decepcionantes”.  La decepción se debe a la publicación de su desarrollo sin completar las pruebas y sin aportar datos, grave pecado científico, numerosos casos de meningitis asociados a su aplicación,  pérdida de efectividad en un breve lapso de tiempo y a la disminución de su protectividad casi a cero cuando se aplicó mezclada con la vacuna contra la polio. El prematuro anuncio constituyó una evidente jugada con ribetes políticos y económicos a los ojos de la comunidad científica internacional.   

Las fundaciones como la de Bill Gates se utilizan, dice Patrick Zylberman, miembro del Centre de recherche médecine, sciences, santé, santé mentale société, para lavar la imagen de grandes empresarios y corporaciones cuando estas se ven afectadas ante la opinión pública, y que mejor pretexto para ello que la salud pública, afirma. Por esa época Microsoft enfrentaba una demanda en la cual se le acusaba de ejercer actividades monopolísticas que amenazaban los intereses de otras empresas desarrolladoras de software.     

 

El economista colombiano Germán Velásquez, quien dirigió durante un tiempo el Programa de Acción de Fármacos de la Organización Mundial de la Salud, OMS, se retiró después de denunciar varias veces su falta de independencia en las decisiones.  “Las decisiones que están siendo tomadas no son de carácter estrictamente técnico sino que hay implicadas consideraciones de tipo político, industrial y económico; se ha vuelto un organismo que está en manos del sector privado en gran parte, hasta el 80%”, dice.  

Que la OMS dependa de intereses particulares para su funcionamiento -léase industria farmacéutica-  lo convierte en un organismo fácil de presionar y cuyas decisiones necesariamente deben responder a los intereses de sus financiadores. Se investiga y desarrolla solamente aquello para cual la industria aporta recursos, no lo que necesitan grandes masas de población sin capacidad de pago.

La MSP3, creada por Pierre Duilhe, probada en Malí, se enfoca en la fase sanguínea de la enfermedad. Su estrategia consiste en estudiar las personas que con el tiempo han desarrollado algún grado de inmunidad frente a la enfermedad para entender como se protege su organismo e inyectar esos anticuerpos a niños expuestos con lo cual se espera alcanzar un grado de protectividad que justifique su producción.  
Parece que reduce los episodios de malaria severa hasta en un 40% pero no hay evidencia alguna de protección.  Está conformada por un polipéptido sencillo, 90 aminoácidos, diluido en hidróxido de aluminio como adyuvante.  En su desarrollo se han invertido 3 millones de Euros.

La GMZ2 es, básicamente, la MSP3 mezclada con otra proteína denominada GLURP (Plasmodium Falciparum Glutamate Rich Protein). Fue creada por el científico danés Michael Theisen a pedido de la European Malaria Vaccine Initiative's (EMVI) y mediante contrato firmado en 2003 con la empresa biotecnológica Henogen. En 2005, también bajo la figura de un contrato con la Universidad de Tübingen, se desarrollaron las pruebas clínicas en Burkina Faso. Ha costado a la fecha 10 millones de Euros.

En Colombia la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, FIDIC, grupo que dirige el colombiano Manuel Elkin Patarroyo, desarrolló la segunda etapa de la SPf66, la primera vacuna químicamente hecha y la primera contra un parásito en el mundo, a la cual llamó COLFAVAC, por Colombian Falciparum Vaccine, que en pruebas realizadas ha alcanzado niveles de protectividad de hasta el 95% en monos y es multiestadio, es decir, ofrece protección durante las fases hepática y sanguínea del parásito. 

El dinero invertido en la investigación durante 30 años es de alrededor de 40 millones de dólares, provenientes en su mayoría de donaciones. Patarroyo se ha negado sistemáticamente a establecer alianzas con la industria farmacéutica. El que pone el dinero pone las condiciones, dice, y eso nos privaría de producir vacunas a razón de 20 centavos de dólar por dosis, lejos de los 25 dólares que costaría la de GSK, si es que llega a producirse, dice.

El paso a la fase clínica de la vacuna se encuentra bloqueado debido a falta de financiación por parte de los organismos competentes en Colombia y a presiones de diversa índole, incluso jurídicas, que han obligado al cierre del centro de experimentación que el Profesor Patarroyo tiene en Leticia, Colombia.

La SPf66, donada a la OMS en 1993, fue archivada con el argumento de que no ofrecía niveles de protección que justificaran su producción. Esos niveles, entre 30 y 50% según la literatura médica, serían suficientes para proteger y salvar la vida de muchos miles de personas en todo el mundo, pero las condiciones impuestas por Patarroyo, básicamente su producción al costo para hacerla accesible a todos los grupos de población, se han convertido en el mayor obstáculo para su aplicación porque no hay ganancias, ni grandes ni pequeñas, para nadie.  

Se deduce del documental que las inversiones en tiempo y dinero para el desarrollo de esta vacuna son enormes y, sobre todo, que es una competencia feroz en la que priman consideraciones de tipo político, industrial, estratégico, militar y económico antes que razones humanitarias.

Fernando Márquez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario