martes, 4 de febrero de 2014

LOS MICOS DE PATARROYO. ¿O DE LA HUMANIDAD?


Laboratorios de todo el mundo utilizan especies animales para pruebas científicas: ratones, cabras, perros, gatos, caballos, ovejas y hámsters, para mencionar algunos, sin que a ningún gobierno o autoridad en el mundo se le haya ocurrido anteponer consideraciones distintas a la preservación de la salud y la vida humanas, no la prohibición de utilizarlos carente de fundamentos reales, como ocurre aquí. 
 
No utilizar animales para experimentación implicaría que los patógenos se hagan cada vez más resistentes a los medicamentos, así que tendríamos que conformarnos con los incipientes modelos computarizados, las incompletas pruebas in vitro o, peor aún, sería necesario realizar la experimentación en seres humanos directamente para poder disponer de medicinas efectivas en el futuro inmediato. 



Desde esta perspectiva el fallo del Consejo de Estado que le prohíbe al Profesor Manuel Elkin Patarroyo utilizar micos para la realización de pruebas científicas es un tiro en el pie para la investigación en Colombia. 

Nos movemos al vaivén de modas e intereses importados, pero sin estudiar a fondo las implicaciones de leyes y fallos que por esa razón terminan produciendo un peligroso efecto contrario al propuesto, peor aun cuando el motivo no es el sacrificio o maltrato de los monos sino el ya desvirtuado tráfico ilegal como lo demostró el informe del Instituto de Genética de la Universidad Nacional –IGUN– basado en evidencias, no en rumores.

La comunidad científica y la academia debieron ser el apoyo fundamental de los magistrados que así hubieran evitado proferir un fallo que antepone la tranquilidad de un mico, que además regresa completamente sano a su hábitat, a la vida de cualquiera de los niños que la malaria mata cada 30 segundos. 

Con la única excepción de la industria farmacéutica, que debe estar feliz sin el Profesor Patarroyo en el camino, para el resto del mundo debemos ser el retrato perfecto de la incapacidad para actuar en función de lo que necesita la humanidad. 

Fernando Márquez




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