jueves, 8 de mayo de 2014

¿HAY GARANTÍAS PARA PATARROYO EN COLOMBIA?


Las notas escritas recientemente sobre el profesor Manuel Elkin Patarroyo en EL ESPECTADOR, bajo los títulos Patarroyo está desinformando a la comunidad científica: Consejo de Estado”, “Consejo de Estado aclara que no ha ordenado cancelar las investigaciones científicas”, y “Patarroyo tiene que adecuarse a la ley son pronunciamientos oficiales de este órgano judicial cuyo canal natural no son los medios de comunicación.


La carta firmada por la comunidad científica colombiana rechazando el fallo que le prohíbe a la FIDIC utilizar micos para probar péptidos candidatos a vacuna, que abre la puerta para que en el futuro cualquiera con argumentos de tinte ecologista les impida utilizar animales, ha tenido el efecto de poner a los miembros del alto tribunal a dar explicaciones no pedidas, a justificar su dictamen y a tratar de enmendar de cualquier manera su equivocación.  Obviamente solo analizaron la parte más pequeña de un problema complejo y de grandes dimensiones que ahora no saben como manejar.


Antes de atender los argumentos de los interesados en demandar a Patarroyo y su grupo han debido pedir y escuchar la opinión de los científicos, especialmente de los que utilizan animales para desarrollar su trabajo académico e investigativo, que apenas ahora caen en cuenta del riesgo que se les avecina de prosperar tal sentencia.

Lo grave del asunto no está en lo que digan, sino en la manera equivocada que escogieron para hacerlo. Patarroyo, como cualquier ciudadano colombiano, tiene el derecho a la protección de su vida, honra y bienes, derecho elemental consagrado en la Constitución Nacional. Si los encargados de hacer justicia no tienen reparo en salir a dar declaraciones en las que se acusa y compromete el buen nombre del  científico colombiano, aquello de la justicia pronta y cumplida que ordena la Constitución no es ni lo uno ni lo otro. Ni siquiera fueron a conocer por si mismos las condiciones en que se utilizan los micos en la FIDIC. 

Faltan seriedad y respeto por quien ha puesto el nombre de Colombia en el escenario científico mundial; no es por simpatía que figura en los libros de historia y ha sido objeto de reconocimientos de la mayor importancia en todo el mundo, a menos que los Honorables Magistrados crean que los investigadores, varios premios Nobel entre ellos,   son un montón de tontos fáciles de engañar. Lo mejor que pueden hacer por el país es reconocer que se equivocaron, asesorarse bien y revisar el fallo y sus consecuencias, que nada bueno le aportan a la ciencia hecha en Colombia.  

Fernando Márquez
  




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