lunes, 2 de mayo de 2011

Para crear vacunas hice lo opuesto: Patarroyo


Laura Vargas-Parada en Bogotá | Academia 2011-05-02 | Hora de creación: 21:30:53| Ultima modificación: 21:30:53

>> Leer artículo en La Crónica, Mexico

Destacado. Manuel Elkin Patarroyo es conocido por haber desarrollado la primera vacuna sintética contra la malaria. Foto: Laura Vargas Parada


(Parte 1)

Manuel Elkin Patarroyo es famoso por haber fracasado. Aun así, es el científico más importante y reconocido en Colombia, su país de origen. En su momento logró lo que ningún otro investigador latinoamericano: que los niños colombianos quisieran ser científicos y no futbolistas o cantantes de moda.

Hace 24 años alcanzó fama mundial por elaborar la primera vacuna sintética contra la malaria, una enfermedad que cobra la vida de 4 personas cada minuto. Sin embargo, el entusiasmo inicial pronto desapareció cuando diversos ensayos clínicos demostraron que la vacuna sólo protegía a 3 de cada 10 vacunados, además de resultar inefectiva en recién nacidos y niños pequeños, la población más vulnerable a la enfermedad. Los elogios y reconocimientos desaparecieron para dar lugar a críticas y cuestionamientos, muchos de ellos por parte de otros científicos competidores en la carrera por erradicar esta enfermedad.

Pero la verdadera contribución de Patarroyo no fue la vacuna en sí misma, sino la idea, el concepto de que es posible elaborar vacunas sintéticas efectivas. Patarroyo fue el primero en proponer que no se necesitan los microbios para hacer vacunas: “Sólo es necesario identificar las proteínas clave para que ocurra la infección”, explica en entrevista para Crónica. “Tratándose de moléculas, es posible entonces sintetizarlas químicamente en el laboratorio y estudiarlas átomo por átomo para descubrir qué partes de la proteína pueden servir para alertar las defensas del cuerpo y destruir al microbio”, añade el científico de 64 años.

Contra viento y marea, Patarroyo ha defendido esta idea revolucionaria desde que era un joven estudiante de medicina, movido por un solo objetivo “curar enfermedades”. En las últimas décadas ha trabajado en silencio para dar forma al fundamento teórico de su trabajo. El pasado 28 de marzo, los resultados de este esfuerzo fueron publicados en Chemical Reviews —una de las revistas más importantes en el mundo científico—. En un extenso artículo de 49 páginas, Patarroyo y su equipo fundamentan el método para desarrollar vacunas sintéticas, útiles en teoría, no sólo contra la malaria, sino contra cualquier otra agente infeccioso.

DEL CONCEPTO AL MÉTODO. Tradicionalmente las vacunas se elaboran con el microbio causante de la enfermedad, entero (mutado o muerto) o con moléculas aisladas de éstos (proteínas o ADN). A estas vacunas se les llama biológicas y, al introducirse en el cuerpo, estimulan al sistema inmunológico para que se produzcan defensas contra ese microbio en particular. De esta forma, cuando una persona vuelve a entrar en contacto con ese microbio, su cuerpo está preparado para combatirlo y evitar la infección.

Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible elaborar vacunas efectivas contra muchos microbios, incluyendo microbios protozoarios como el Plasmodium falciparum —causante de la malaria—. También conocida como paludismo, esta enfermedad transmitida por la picadura del mosquito Anopheles afecta a unas 500 millones de personas en el mundo.

El artículo publicado en Chemical Reviews sugiere un cambio en el paradigma existente. En lugar de identificar las proteínas de los microbios que son más efectivas en producir una respuesta inmune, Patarroyo y su equipo proponen identificar aquellas que, a pesar de ser cruciales para iniciar la infección, no son reconocidas por el sistema inmune. “Me dediqué a buscar lo opuesto”, dice con una gran sonrisa.

La lógica detrás de esta idea es que esas moléculas “son tan importantes que el microbio se ha asegurado de mantenerlas escondidas de nuestros sistemas de detección y defensa. Es una estrategia de evasión”, explica Patarroyo. El método que proponen él y su equipo permite identificar proteínas clave para la infección que luego modifican átomo por átomo con el fin de “hacer que el cuerpo ahora sí las reconozca y pueda producir defensas permanentes”.

PERSONAJE. Patarroyo es muy reconocido por sus compatriotas. Poco antes de partir a la entrevista, pregunté a Ferley, valet del hotel, si había escuchado hablar del científico. “Por supuesto”, respondió, “hizo una vacuna contra la malaria”.

Sin embargo, muchos de sus colegas lo consideran un personaje controversial, sobre todo por su cercanía con los medios masivos de comunicación.

Patarroyo explica: “No me preocupa lo que piensen de mí. Si me preguntan si soy mediático, la respuesta es sí. Lo hago para motivar a la sociedad, entusiasmarla con la ciencia”. Me muestra el ejemplar de marzo de la revista Gente, que le dedica un reportaje con 8 páginas completas a color, donde Patarroyo aparece nadando en el río Amazonas y jugando con los micos en los cuales prueba su vacuna. “Dime si no es atractivo para un niño. Para que diga, “yo quiero ser como ese que es amigo de los monos’”. La ciencia, dice Patarroyo, “vale la pena. Es hermosa, alegre. Hacer ciencia es divertido”.

Con una sólida carrera científica, Patarroyo tiene más de 300 artículos especializados publicados en las revistas más prestigiosas de ciencia; pocos científicos pueden preciarse de un trabajo académico de tal magnitud. “Las críticas son por mi personalidad. Ninguno ha podido deslegitimar ni uno de los átomos que he colocado”, dice con orgullo.

VACUNAS SINTÉTICAS. Las moléculas modificadas se fabrican en el laboratorio mediante métodos químicos (por eso se les llama moléculas sintéticas), lo que facilita su producción a gran escala (reduciendo los costos) y reproducibilidad (todos los lotes son iguales). El trabajo se simplifica, pues ya no se requiere trabajar con el microbio. Tampoco es necesario refrigerar las vacunas y, más importante aún, no contienen contaminantes que generen reacciones secundarias indeseables. “Se trata de un producto químico, completamente puro”, explica Patarroyo.

En el artículo de Chemical Reviews se presentan las reglas y principios para que cualquier laboratorio del mundo pueda producir vacunas sintéticas. Patarroyo añade que en tres décadas de ensayos y errores, él y su equipo han sintetizado y analizado alrededor de 38,000 fragmentos de proteínas del P. falciparum involucradas en la invasión a las células humanas. Esta titánica tarea les ha permitido establecer la metodología “más sofisticada desarrollada hasta hoy para reconocer la localización de los átomos de una molécula”. Patarroyo y sus colaboradores ya trabajan también con otros agentes infecciosos, como la micobacteria que causa la tuberculosis, el protozoario causante de la leishmaniasis, el virus del papiloma humano y el estreptococo causante de la fiebre reumática.

Sin embargo, para que cualquier método sea efectivo, éste debe probar que puede producir productos efectivos, en este caso, vacunas que protejan de forma eficiente a la población contra las enfermedades para las cuales fueron diseñadas. “No fue un fracaso, así es la ciencia. La ciencia toma tiempo, eso es lo que la gente no ve”, precisa Patarroyo sobre su primera vacuna contra la malaria, la SPf66. Por lo pronto, ya está listo para probar en humanos la nueva generación de vacunas sintéticas contra la malaria.

El próximo lunes lea la segunda parte de la entrevista donde Patarroyo habla sobre la nueva vacuna sintética contra la malaria, dentro de la serie Faro Iberoamericano. Este es un trabajo conjunto entre La Crónica de Hoy y Universia.

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