domingo, 8 de mayo de 2011

«Soy una piedra en el zapato de la industria farmacéutica»

ENTREVISTA. 08.05.11 - 01:56 - JAVIER PÉREZ PARRA jpparra@laverdad.es |

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Manuel Elkin Patarroyo. Científico

El investigador, que acaba de abrir la puerta a las vacunas sintéticas, ofrece mañana una conferencia en Molina de Segura

«Claro que soy mediático. Cuando reyes y presidentes vienen a ver mi trabajo, ¿qué voy a decir?, ¿quítense de ahí? Eso es imbécil»

Parece increíble que Manuel Elkin Patarroyo (Ataco, Colombia, 1946) acabe de bajar del avión tras 13 horas interminables de vuelo desde Bogotá. Apenas ha pasado por la habitación del hotel para dejar la maleta y reaparece en el vestíbulo como quien se levanta tras una reparadora siesta. Se pide un tonificante vodka -«échele un chorrito más», le pide educadamente a la camarera- y comienza a hablar como un torrente de su gran pasión: las vacunas. Usa sus manos, sus brazos, sus hombros, y también los del periodista, porque su entusiasmo no encuentra barreras.

Premio Príncipe de Asturias en Investigación en 1994, es el 'científico de los pobres', el que le dio con la puerta en las narices a la industria farmacéutica cuando presentó una primera vacuna contra la malaria porque consideró que hay avances a los que no se les puede poner precio.

Hubo quien se cobró su venganza cuando aquel tratamiento demostró una eficacia menor al 50%. Pero el colombiano había dado un gran paso y no cejó en su empeño. Ahora acaba de anunciar, en 'Chemical Reviews', las primeras claves en la busca de vacunas sintetizadas químicamente, capaces de actuar contra decenas de enfermedades infecciosas. Mañana ofrecerá una conferencia en el colegio Paseo Rosales de Molina de Segura (20.00 horas), invitado por la Fundación de Estudios Médicos (FEM) que preside su amigo Manuel Segovia, jefe de la Unidad de Medicina Tropical de La Arrixaca. Después, volverá a Bogotá, donde el jueves presentará su nueva vacuna contra la malaria, basada en los avances publicados en 'Chemical Reviews'.

- Ha vuelto a revolucionar el mundo científico con la publicación de sus nuevos avances en vacunas sintéticas. ¿Estamos ante la piedra filosofal de las vacunas, ante la fórmula que pondrá fin a millones de muertes por culpa de enfermedades infecciosas?

- Llevamos 33 años trabajando en esta idea. Esto no es de ahora. El objetivo nuestro siempre fue encontrar una metodología lógica, racional, para el desarrollo de vacunas. A mí desde niño me fascinó la química, y también desde chico quise hacer vacunas, porque las vi como uno de los mayores aportes que se pueden hacer a la salud de la humanidad. Así que se me ocurrió que las vacunas se podían hacer químicamente. Toda mi vida ha girado alrededor de esta idea. La gente piensa que para mí el objetivo es la malaria. No. Es un camino, un instrumento. La elegimos como modelo porque es un gran problema de salud pública y porque es una enfermedad en la que podemos hacer las preguntas y obtener las respuestas que buscamos. Fuimos avanzando a base de ensayo-error, y fue así como descubrimos la primera vacuna en 1986, que funciona en el 30-50% de los casos. Pero no teníamos todavía las reglas, la metodología. Ahora hemos publicado los principios que conducen al desarrollo de vacunas químicamente sintetizadas en 'Chemical Reviews', que es la principal revista de Química. Ya no importará si yo soy el parásito de la malaria, la rubia que está en la otra mesa es el bacilo de la tuberculosis o la señora que está enfrente es el virus de la hepatitis. Da igual. Ya hay reglas para hacer vacunas. Hemos pasado de cero reglas a conocer el 80%. Intuyo que todavía me faltan una o dos. Cuando una revista tan seria acepta afirmaciones como que esta metodología abre un campo para controlar las mayores enfermedades transmisibles de la humanidad, responsables de la muerte de más de 17 millones de personas, es porque tú lo has demostrado.

- ¿Cuáles son los pasos siguientes en su investigación?

- Llevamos 33 años y apenas estamos empezando. Esto es como el hilo de Ariadna. Teníamos que encontrar primero la punta del hilito, y ahora ya podemos empezar a tirar. Nosotros tenemos capacidad para resolver dos o tres enfermedades, como son malaria, tuberculosis y papiloma.

- Pero, ¿cuándo se concretará este avance en la nueva vacuna de la malaria? Usted ha dicho que ha demostrado una efectividad del 90% en monos.

- Sí. Eso está en 'Chemical Reviews'. Oficialmente voy a presentarla el jueves en Bogotá. Pero esto va mucho más allá de la malaria. Más aún, va más allá de los microbios. Esto es un principio que puede servir para cáncer, para asma, para enfermedades autoinmunes. Desde el principio intuí que esto era una caja de Pandora.

- Investiga al margen de la industria. ¿Tiene fondos para los ensayos clínicos?

- No tenemos el presupuesto. Estos ensayos supondrían unos 2 o 2,5 millones de euros, nada más que para trabajar con 50 personas. Ahora tengo que empezar a movilizar las fuerzas de mi país para conseguir los fondos pero también para lograr la aprobación legal. Para mí es mucho más fácil resolver esto (señala al ejemplar de 'Chemical Reviews'). No quiero establecer paralelismos, entiéndanme bien, pero he leído que a Mariano Barbacid le han quitado el chorro. Yo conozco bien a Mariano. Es un hombre muy ético. Pero hay a veces contrapunteo dentro de las estructuras entre personalidades. Lo mismo pasa en mi país. Un ministro del gobierno anterior se dedicó a acabarnos, y casi nos acabó. Ahora somos un 36% de lo que éramos. El ministro quería cargarse a Patarroyo. Sin el apoyo de España no habríamos podido seguir. Estoy enormemente agradecido.

- El ministro del que habla no es el único que ha querido cargarse a Patarroyo. Le acusan de exceso de optimismo o de exagerar sus avances. ¿Cree que hay intereses de la industria tras estas críticas? ¿Se siente víctima de una campaña de desprestigio?

- Claro que la hay. Es obvio. Soy una piedra en el zapato. Si yo estuviera trabajando para las multinacionales farmacéuticas sería san Patarroyo. Pero lo hago por convicción. Porque todo esto tiene que ir a la humanidad.

- Cuando le critican por aparecer en los medios, usted responde: «Soy un científico mediático».

- Claro. Imagínate la acusación, que soy mediático. Pues claro. Me enorgullezco, soy amigo de los periodistas, de los periodistas con criterio. También me dicen que soy amigo de los reyes y los presidentes. Cuando vienen a interesarse por mi trabajo, ¿qué les voy a decir? «Quítense de ahí que soy un científico puro». Eso es imbécil. Oiga, discútanme ciencia. Cuando me digan que estos átomos están mal colocados, entonces ahí sí, me quito el sombrero y le digo: «Señor, perdóneme. Siéntese y mirémoslo».

- Ya ha anunciado que no cederá la patente de la nueva vacuna de la malaria a la Organización Mundial de la Salud, con la que usted se siente decepcionado. ¿Qué opina de la gestión que este organismo hizo de la gripe A?

- No quiero entrar a juzgarlos, pero que fue un error garrafal no lo digo yo, lo dice la comunidad científica mundial. Un error en el que cayó la señora Chan (directora general de la OMS) y del cual se beneficiaron las grandes multinacionales. Es que las ventas de Glaxo fueron de 9.000 millones de dólares, y las de Merck de 5.500 millones, en un año. Si fue hecho o no de buena fe, allá ellos. No me voy a meter en eso. Pero a la par, sí hubo algo positivo: los organismos de salud aprendieron las respuestas que deben dar ante una emergencia universal. Eso valió la pena.

- Antes ha hablado de Barbacid. ¿Hay peligro de recortes, de que la ciencia y la investigación paguen el pato de la crisis?

- Hace unos días estaba con el premio Nobel de Medicina en 2008, el descubridor de la vacuna del papiloma humano, y hacíamos una comparación entre Colombia, que bajó el presupuesto, y Alemania, que lo subió un 35%. No lo sabía, y me quedé sorprendido. Con razón se están comiendo el mundo. Cuando llegó la crisis, yo muy respetuosamente le pedí a la ministra y a todos que, por favor, no redujesen el presupuesto. Porque en las etapas de crisis es cuando más se necesita la creatividad.

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