miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿DEFENDAMOS A COLOMBIA O A LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA?



A raíz de un artículo sobre el trabajo de la investigadora colombiana Ángela Maldonado, publicado el 11 de diciembre de 2010 en el diario EL ESPECTADOR, se ha hecho evidente la existencia de un grupo que bajo el pretexto de defender la selva y los monos se ha dedicado a proferir amenazas e insultos contra quienes creemos en la importancia del trabajo del Doctor Manuel Elkin Patarroyo y de la FIDIC, el instituto de investigación que él dirige.

Alguien que se oculta bajo el seudónimo “Defendamos a Colombia”, dice conocer información “con la que los medios harían fiestas” pero que ni él (o ella) ni su grupo caerán en eso… dice también que “trabajan en la recolección de pruebas” y que “esto apenas comienza”, lo cual es una manera de dejar en el aire acusaciones sin fundamento, como se concluye de los fallos emitidos tanto por la fiscalía como por el Ministerio de Ambiente, que son de obligatorio cumplimiento para todos, sin excepciones, pero que son desconocidos por algunos que creen tener la verdad y la razón en todo momento o que abusan de la libertad de expresión consagrada por las leyes colombianas.

Son también amenazas veladas que no es aconsejable ignorar. Es conveniente que los medios de comunicación verifiquen muy bien la información que reciban sobre estos temas, de extrema sensibilidad, y se abstengan de difundir rumores, que es, según lo visto, uno de los mecanismos elegidos para obstaculizar el trabajo de Patarroyo, como si la falta de recursos y de financiación, uno de los objetivos de este grupo, no fuese ya suficiente estorbo. Extraña el silencio de Patarroyo, seguramente no quiere dar importancia a estas personas pero eventualmente tendrá que enjuiciar a quienes impunemente y desde las sombras agreden y entorpecen su trabajo, con el clarísimo objetivo de sacarlo del camino a como dé lugar.

Hay algunas preguntas que es crucial responder: quién está detrás de este grupo, quien mueve los hilos, con qué objeto y como se financia. Si bien hay personas de buena fe y bien intencionadas entre las que protestan, lo hacen generalmente movidos por la sensibilidad que estos personajes son tan hábiles para despertar, pero ignoran estadísticas escalofriantes, como la muerte de una persona, un niño generalmente, por causa de la malaria cada 45 segundos, 80 cada hora, 1920 cada día, ni saben de los millones de horas productivas perdidas por cuenta de los 500 millones de casos registrados cada año, ni los costos sociales y humanos inherentes a esta gravísima enfermedad, que requiere con urgencia una manera efectiva y barata, ojalá gratis, para evitarla, sus víctimas son las personas más pobres y vulnerables que se pueda concebir.

Parecen ignorar también que los monos utilizados para las pruebas son tratados y devueltos a su hábitat en perfectas condiciones. Claman por la instalación de criaderos pero no mencionan que las tasas de reproducción en cautiverio son muy bajas y que no sería posible liberar posteriormente estos animales porque no sabrían como sobrevivir en un medio tan hostil como la selva, lo que obligaría a sacrificarlos.

Son muchos los intereses ocultos detrás de toda esta algarabía, no terminemos, consciente o inconscientemente, siendo idiotas útiles de los verdaderos interesados en que existan los enfermos, ese enorme mercado de 500 millones solo por malaria, y las enfermedades, muchas de ellas inventadas, o que son simplemente procesos naturales elevados a la categoría de enfermedades a las que es necesario tratar con medicamentos, como el embarazo.

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