domingo, 12 de diciembre de 2010

LOS OTROS MICOS DE PATARROYO (los que también merecen vivir y ser protegidos)



A Manuel Elkin Patarroyo Murillo, médico inmunólogo colombiano, creador de la primera vacuna químicamente hecha en el mundo, la SPf66 o vacuna Colombia contra la malaria, le ha salido muy cara su osadía de concebir la medicina, la ciencia y la investigación como instrumentos de servicio a la humanidad y no como factor de enriquecimiento personal, lo que le ha costado no pocos dolores de cabeza a él y a su grupo de investigadores.


QUE ES LA MALARIA

La malaria o paludismo es una enfermedad de alto poder epidémico, causada en humanos por cuatro especies del género plasmodium: falciparum, vivax, ovale y malarie, que se trasmite por la picadura de un mosquito hembra infectado del género Anopheles. Es endémica en partes de Asia, África, América Central y del Sur, Oceanía y ciertas islas del Caribe, se caracteriza por cansancio extremo asociado con episodios agudos de fiebre alta, sudoración, escalofríos con temblores y anemia.

Causa más de 500 millones de casos clínicos y mata entre 3 y 5 millones de personas cada año, la mayoría niños, especialmente en los países del África Subsahariana, mientras que en 21 países de Centro y Suramérica es un importante problema de salud pública. Ha incrementado su prevalencia debido al calentamiento global, a la resistencia desarrollada por el parásito al tratamiento, al incremento de la resistencia de los mosquitos y al aumento de los viajes hacia las zonas de riesgo.

The Lancet en su editorial de Abril y la ONG Médicos sin Fronteras denunciaron que la situación es ahora peor que antes y que aunque en los últimos años se han desarrollado más de 20 productos para tratar la malaria, estos no son suficientes. Este año se han distribuido 50 millones de dosis de Artemisina, uno de los medicamentos más efectivos contra la malaria Africana, que sin embargo sólo alcanzan para cubrir el 10% de la población enferma.

En Colombia se reportaron en el 2005 107.866 casos de malaria de los cuales 63% fueron causados por Plamodium vivax, 35% por falciparum, la forma más virulenta, que se ha venido extendiendo, y 2% se clasificaron como infecciones mixtas, cifras que según expertos es mucho mayor debido al subregistro ocasionado por las dificultades de comunicación y transporte que padecen zonas de alta incidencia como el Chocó. Aproximadamente 25 millones de personas que viven en Colombia en zonas ubicadas por debajo de los 1500 metros sobre el nivel del mar están en alto riesgo de contraer esta enfermedad.

UN POCO DE HISTORIA

Las vacunas biológicas, de las cuales existen apenas 12, están compuestas por los agentes patógenos debilitados o muertos mediante procedimientos de laboratorio sumamente costosos, lo que hace muy difícil su producción, especialmente para los países no desarrollados, ofrecen grandes dificultades de transporte y almacenamiento ya que requieren estar refrigeradas permanentemente para conservar su eficacia, lo que dificulta su utilización en zonas apartadas, habitadas generalmente por grupos con un alto grado de vulnerabilidad, socialmente excluidos y muy pobres, factores que convierten esta enfermedad en un renglón poco atractivo para la industria farmacéutica, que se enfoca en perfeccionar los tratamientos a base de quinina y cloroquina, que funcionaron bien inicialmente, pero que en los últimos años han visto reducida su efectividad por la resistencia que desarrolló el parásito a estos medicamentos.

Son 517 las enfermedades que podrían prevenirse desarrollando un método que permita producirlas a bajo costo, sin las dificultades de conservación que implican las vacunas biológicas, razones por las que Patarroyo y su grupo se embarcaron en la monumental tarea de diseñarlo para poderlas producir químicamente.

Escogió la malaria como modelo debido a su muy breve periodo de incubación, de apenas una semana, su alta tasa de mortalidad, sus efectos devastadores, su prevalencia y a la facilidad que ofrecía el contar con un modelo animal apropiado, los monos Aotus, propios de la región Amazónica, cuyo sistema inmune es similar al humano en más del 90%, y que desarrollan el mismo tipo de malaria.

En 1988 Patarroyo, quien obtuvo el título de Médico en la Universidad Nacional de Colombia, se especializó en parasitología en la Universidad de Yale y trabajó en inmunología en la Universidad Rockefeller, crea la primera vacuna químicamente hecha en el mundo, la SPf66, por cuya patente recibió ofertas multimillonarias de la industria farmacéutica, las que rechazó para donarla en 1993 a la OMS, con la condición de que esta fuera producida en Colombia a un costo que permitiera hacerla accesible a los países más pobres que de otra manera no podrían pagarlas. Este gesto humanitario es, paradójicamente, la raíz de todos los cuestionamientos hechos a Patarroyo y su grupo.

La SPf66 es una molécula sintética constituida por cadenas de aminoácidos, idénticos a los utilizados por el Plasmodium Falciparum para invadir los glóbulos rojos. Los estudios de campo en América Latina mostraron que la vacuna era eficaz para un 40% de los pacientes, subiendo hasta un 60% de eficacia si el paciente era menor de cinco años. En Gambia y Filipinas el porcentaje fue menor debido a la gran variabilidad genética de la población, por lo que aún hoy en día se continúa investigando para que pueda hacer frente a un mayor número de variedades de malaria y durante cualquiera de los estadíos por los que atraviesa durante su ciclo vital el parásito, que se llaman esporozoito, la fase más temprana en la cual es inoculado por el vector, trofozoito, esquizonte y merozoito, que es la forma que ocasiona la enfermedad.

De autorizarse su aplicación, alrededor de 200 millones de personas se librarían de esta enfermedad y por lo menos 800.000 se salvarían de morir, pero esto poco significa para empresas cuyo único objetivo parece ser el lucro.

La segunda generación de la SPf66 se llama Colfavac, la cual ha demostrado 95% de protectividad en monos Aotus y está diseñada para proteger en cualquier estadío de desarrollo del parásito. Aunque el postulado sobre el que Alonso basa su trabajo es interesante, el de inhibir la reproducción desde la fase más temprana, desconoce la enorme complejidad de la biología del parásito, que lleva millones de años adaptándose a diversas circunstancias en tanto que las investigaciones sobre él y la enfermedad que causa han tenido lugar únicamente durante los últimos 25 ó 30 años, por lo que basta con que un número reducido de ellos logre evadir la acción protectora de la vacuna para que se produzca la enfermedad, con el agravante de que las sucesivas generaciones del parásito se harán cada vez mas resistentes.

EL CONTEXTO EN QUE SE MUEVE LA INVESTIGACIÓN

Dicho en términos muy crudos pero realistas, la industria farmacéutica vive de la enfermedad, sin ella no hay negocio y sin negocio no hay utilidad. Desde esta perspectiva, todo lo que sirva para conservar la salud o para prevenir enfermedades, como las vacunas, es contrario a sus intereses, a menos que estas sean producidas por ellos o bajo sus patentes.

Informes recientes señalan cómo condiciones normales debidas al envejecimiento natural de las personas han sido convertidas en enfermedades, para las que se ofrecen, respaldadas por intensas y costosas campañas publicitarias, patrocinios a eventos médicos y mensajes comerciales en toda clase de medios de comunicación los medicamentos que le permitirán curarse de estas “enfermedades”

El artículo Mitos farmacéuticos de Marcia Angell, Médica y Editora Jefe del New England Journal of Medicin e, posiciones que le permiten conocer de primera mano el funcionamiento de esta industria, “permite comprender fenómenos recientes como el incremento exponencial del consumo de medicamentos en la infancia como tratamiento para diversos transtornos y el incremento de niños con diagnósticos psiquiátricos”

Las grandes farmacéuticas, dice, “gastan relativamente poco en Investigación y Desarrollo (I y D), mucho menos de lo que gastan en mercadeo (gastos comerciales) y administración, e incluso menos de lo que les queda como utilidades (beneficios). Por ejemplo, en 2002 las principales diez compañías farmacéuticas estadounidenses tuvieron ventas por 217 mil millones de dólares. Según sus propias cifras, gastaron en I y D un 14% de los ingresos por ventas. No obstante, gastaron más de dos veces esa suma (un enorme 31%) en mercadeo (gastos comerciales) y administración. Y, aún así, obtuvieron un 17% de utilidades (beneficios)”

“En sus declaraciones públicas, esta industria niega esto al incluir sólo cuatro actividades específicas como mercadeo (visitas comerciales a los médicos, el valor de las muestras gratis, publicidad directa a los consumidores y publicidad en revistas médicas). No obstante, de hecho, los presupuestos médicos cubren mucho más que esto. El elemento más importante que queda afuera es la “educación” de los médicos (que les enseña a recetar más medicamentos)”

Por décadas las compañías farmacéuticas de los Estados Unidos han tenido utilidades más altas que las de ninguna otra industria, incluso después de haber pagado toda la I y D y todos sus demás gastos. El 17% de las utilidades de las 10 principales empresas farmacéuticas de los estados Unidos en el 2002 fue muy superior al 3.1% para todas las demás industrias incluidas en el listado de Fortune 500

El 10 de Noviembre de 2007, el médico Carlos F. Fernández, asesor en temas médicos del diario EL TIEMPO de Bogotá, analiza la tesis del periodista Alemán Ray Moynihan, editor invitado del British Medical Journal, planteada en su libro “Medicamentos que nos enferman”, que ha provocado una creciente y agria discusión que involucra grupos de investigación, laboratorios y científicos.

Enfermedades inventadas, según Moynihan, “son el resultado de transformar procesos naturales o de etapas normales de la vida en algo que debe tratarse con medicamentos, como la menopausia”. Existen, continúa Moynihan, “varias formas para ampliar el espectro de enfermedades: Por ejemplo, si se reducen las cifras anormales de presión arterial, de un día para otro, muchas personas que un día estaban sanas amanecen convertidas en hipertensas, por lo que deben tomar medicamentos.

“Otra vía es convertir los síntomas en un problema de salud, como ocurre con el colesterol: nadie se enferma del colesterol, porque es un factor de riesgo, pero lo tratan como si fuera eso, una enfermedad. Una tercera táctica es convencer a la gente de que condiciones normales, como la menopausia o el embarazo, son patologías que hay que medicar”.

Estas dolencias son creadas principalmente por empresas farmacéuticas y grupos de médicos que aumentan síntomas o crean dolencias. “Es un negocio. Para cada droga inventan un mal. Procesos normales como el envejecimiento, el embarazo, el parto, la infelicidad o la muerte tienen un fármaco a su servicio” dentro de esta categoría están, entre otras, la calvicie, la timidez, la tristeza, la baja estatura, la pereza, la disfunción eréctil, la disfunción sexual femenina, el aumento de peso, la osteoporosis, la andropausia y la menopausia”.

“Es un proceso complejo y bien planeado por las corporaciones farmacéuticas, con el apoyo de algunos y publicaciones de corte científico, que luego soportan grandes campañas de publicidad. El objetivo es el lucro a través de la venta de medicamentos”.

Los médicos, según el artículo, son la base del negocio: “sin ellos no hay enfermedad: unen síntomas, recogen datos, alimentan estadísticas y producen informes (casi siempre financiados por la industria), que luego se difunden en congresos patrocinados por esas mismas drogas. Por ejemplo, en el consenso que unificó los parámetros para definir la disfunción sexual femenina en 1998, en Boston (E.U.), 18 de los 19 autores declararon tener vínculos con la industria farmacéutica. Habla de publicaciones. Los médicos se fijan en lo que leen para tomar decisiones...”

En Colombia existe también una discusión en la que las EPS están siendo severamente cuestionadas, incluso por sus propios profesionales, debido a la utilización de métodos que bajo la denominación de “indicadores de gestión” coartan el ejercicio médico al restringir la cantidad, calidad y oportunidad con que debieran ordenarse medicamentos, análisis o procedimientos, motivando así una aguda congestión de los despachos judiciales a los que los colombianos acuden cada vez en mayor cantidad para proteger su salud y la de sus familiares. Otro negocio fabuloso.

Moynihan dice no estar en contra de los medicamentos, sino a favor de una cultura lógica y ética, que preserve la salud y no promueva la enfermedad. Hoy, dice, “un niño de 2 años sin estar enfermo ha sido visto por más médicos que los que han visitado en conjunto sus padres. Es necesario dejar de confiar en la información patrocinada por empresas farmacéuticas sobre enfermedades que tratan de catalogar la mayor cantidad de personas saludables como enfermas. Para eso se necesitan médicos justos, una comunidad informada y encontrar rápido fuentes de información independiente”

No son la Doctora Angell y el periodista Moynihan los únicos en poner al descubierto el modus operandi de las farmacéuticas. La revista Nature divulgó los resultados de un estudio según el cual el 70 por ciento de los grupos médicos que elaboraron guías para tratar enfermedades, tenían conexiones financieras con laboratorios. De esto no se escapan las revistas científicas prestigiosas; por ejemplo, un artículo de Jama, la revista médica más respetada en Estados Unidos, publicó en 1999 que el 43 por ciento de las mujeres, entre 18 y 59 años, padecían disfunción sexual. La cifra se volvió oficial, y con ella se dispararon los tratamientos. Los autores revelaron tardíamente que tenían relación con un laboratorio.
Germán Velásquez, líder de políticas de medicamentos de la Organización Mundial de la Salud, dice que sería negativo reforzar la defensa de patentes

¿LAS FARMACÉUTICAS SON ACTORES DEL SECTOR?

Creo que no. Son elementos importantes con los cuales tenemos que jugar, pero no tienen fines de salud pública. Son grandes comerciantes, y esa es la contradicción con la que tenemos que jugar ahora. Debe haber un cambio radical: el Estado deberá tomar en su mano la investigación y el desarrollo de productos. En la medida en que el privado participe, sería con base en una agenda fijada por el Estado y no por intereses comerciales.

¿ESTÁ FIJADA POR INTERESES COMERCIALES?

Sin lugar a dudas. No se está investigando en lo que constituyen las causas de mortalidad y morbilidad de la población, sino invirtiendo sumas gigantescas en el desarrollo de medicamentos donde existe un mercado potencial.

SOLO NEGOCIOS, NADA PERSONAL

Debe resultar ahora más claro cuales son las verdaderas razones de la embestida emprendida desde la sombra y con el apoyo de algunos medios de comunicación contra la FIDIC, la institución que dirige Patarroyo, duramente cuestionada por supuesto “tráfico y maltrato de animales” que son según los denunciantes, entre ellos una ex-colaboradora y una bióloga de la Universidad Nacional, “son capturados en Perú y Brasil, mantenidos en malas condiciones se les extraen los ojos y se esplenectomizan”, lo que ha provocado reacción por parte de entidades ambientalistas, protectoras de animales, estudiantes y personas que desconocen el verdadero fondo del asunto, que es sin duda eminentemente comercial y muy probablemente orquestado por alguna farmacéutica para la que el trabajo de este Instituto es visto como una amenaza a sus utilidades. La investigación en malaria no requiere ningún tipo de análisis que involucre los ojos y solo a un reducido número de monos se les extrae el bazo.

La FIDIC ha obtenido de Corpoamazonia, la entidad a cargo, todos los permisos necesarios para efectuar las pruebas en estos monitos, que son además necesarios en razón a que la experimentación en humanos no es legal, moral ni éticamente posible, que después de las pruebas son tratados y liberados en su ambiente natural, lo que hace muy difícil su utilización por investigadores de otros países, aunque las razones invocadas sean de corte ambiental y ecológico.

En Octubre de 2004 el médico español Pedro Alonso, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, que le entregó muchos millones de dólares para la investigación, más una significativa suma de la OMS/WHO, anunció haber desarrollado con el concurso de varias universidades, Institutos de investigación y una compañía farmacéutica (GlaxoSmithKline), una vacuna contra la malaria.

Los resultados provisionales muestran una prevención de un 30% en un año para nuevos casos de malaria, llegando al 45% en el caso del P. falciparum, y un 58% en los casos más graves. Esta vacuna, denominada RTS,S/ASO2A, impide la reproducción del parásito en las células del hígado, (es decir, durante su estadío esporozoitico o larval, no en los posteriores) y, aunque supone una importante esperanza, el trabajo de desarrollo de una vacuna por parte de este equipo, según sus propias declaraciones, no llegará antes de 2010.

Las pruebas con SPf66 en América Latina mostraron que la vacuna era eficaz para un 40% de los pacientes, subiendo hasta un 60% de eficacia si el paciente era menor de cinco años, es decir, siguiendo el camino trazado por Patarroyo, Alonso produjo una vacuna cuya eficacia es, en el mejor de los casos, igual a la alcanzada por este y su grupo hace 20 años.

“La propiedad intelectual de la RTS,S/ASO2A será múltiple pues sus orígenes se remontan a mediados de los 80, en Estados Unidos. Son Casi dos décadas de trabajo de mucha gente, Pero la patente será de GlaxoSmithKline” dijo el investigador Español.

Cabe también una consideración final sobre la manipulación que este tipo de información ejerce sobre los sentimientos de las personas del común, sobre las entidades ambientalistas y protectoras de la fauna, estudiantes y otros grupos de investigación, que ven así desmoronarse la idea de científico recto y ético que tienen de Patarroyo, con el clarísimo objeto de minar su credibilidad para entrar a disputarle los exiguos recursos asignados para su investigación, pero sin los cuales estaría condenado a desaparecer.

Esto explica porque son objeto de toda clase de trapisondas que van desde el supuesto gasto de los recursos en comida, flores y tapetes, en la adquisición de costosas obras de arte, (que han sido donadas por los artistas), en lucro personal o, como ahora con la historia de los micos, de manera tan calculada que coincide siempre con esta época del año, en la que normalmente se firman los convenios y contratos con los cuales subsiste la Institución. Que maravilla sería para algunos sacar del juego al único que en lugar de llenarse los bolsillos donó el fruto de su trabajo.

Que funcione la vacuna de Patarroyo, la de Alonso, la de Sócrates Herrera o cualquiera otra siempre que la consideración fundamental sea la resolución de una enfermedad tan grave como la malaria y no el enriquecimiento, la fama o el provecho propio o de terceros; que la discusión se de sobre bases científicas, lejos de chismes y de ataques personales que solo contribuyen a que cada minuto que pasa mueran más seres humanos por causa de esta enfermedad.
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RECURSOS: 1. OSORIO, Lyda. El control de la malaria en la costa Pacífica colombiana. Biomédica, set. 2006, vol.26, no.3, p.313-316. ISSN 0120-4157.

2. El Asesino De La Indiferencia: http://javarm.blogalia.com/historias/30121

3. Muchas enfermedades nuevas son invento de industria farmacéutica mundial para vender medicamentos: http://www.eltiempo.com/salud/noticias/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3810813.html

4. Presión de la industria farmacéutica en E.U. por el TLC es brutal: http://www.bilaterals.org/article.php3?id_article=3279


juankperezz@gmail.com

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