miércoles, 23 de abril de 2014

El regreso de cerebros a Colombia

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Colciencias es uno de los organismos más importantes con que cuenta el país, y es sin duda valioso el esfuerzo de repatriar un buen número de profesionales con niveles de formación altos, que el país necesita con urgencia.  Pero antes hay que proporcionarles los medios, TODOS, para que puedan desarrollar con éxito su labor, para que decidan quedarse. Hay que pagarles bien, condonar las deudas en que hayan incurrido para estudiar, protegerlos del desempleo, amañarlos, como dicen coloquialmente. Es un esfuerzo grande que hace años se ha debido emprender, alimentar y sostener. 

Lo que no entiendo es como Colombia, teniendo uno de los centros de investigación más importantes del mundo, que ha formado muchos de los Doctores que reclaman hoy y que ha desarrollado métodos muy importantes, modelo en el mundo, la FIDIC, es abandonado a su suerte, no se si por cuestiones personales, Patarroyo no es monedita de oro, pero es lo mejor que tenemos, científicamente hablando,  o si es por desgreño, incompetencia, falta de plata u otra razón que no atino a imaginar.

Permitir el cierre de este Instituto y la eventual fuga de Patarroyo y su grupo es algo que debe inducir profundas reflexiones en los científicos que aspiran convencer de que tendrán mejores oportunidades aquí que en el exterior. Tamaña incoherencia es lo primero que Colciencias y el país deben enmendar para que se vea seria su propuesta.

Fernando Márquez

Abril 01 de 2014

El gobierno, a través de Colciencias, tiene un ambicioso plan para devolver al país los cerebros más brillantes que viven en el exterior. Los retos son mayúsculos pero, de mantenerse, podría ser el inicio de una política de Estado que revitalice la investigación de alto nivel en Colombia.



Hace 20 años el entonces presidente César Gaviria convocó a diez científicos e intelectuales para que reflexionaran sobre la Colombia del futuro. En ese grupo, que se conoció como la Misión de Sabios estaban, entre otros, Rodolfo Llinás, Manuel Élkin Patarroyo, Eduardo Posada, Ángela Restrepo, Marco Palacios y Gabriel García Márquez, quienes entregaron al final de sus deliberaciones un documento de 150 páginas en el que plantearon que la clave para el desarrollo del país estaba, entre otros aspectos, en la necesidad de formar a 20.000 doctores y crear 16 centros de investigación de alto nivel, como inicio de un gran plan de apropiación de ciencia, innovación y tecnología, que se convertiría en motor de desarrollo para el país.

En uno de los pasajes del informe Colombia: al filo de la oportunidad, los sabios dicen: “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética –y tal vez una estética– para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal… Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía”.

Desafortunadamente, dos décadas después, este ambicioso plan sigue sin cumplirse. Los grandes centros no aparecieron, los que existen o han nacido pasan dificultades para sobrevivir y solo en los últimos años el número de doctores en Colombia ha aumentado de manera gradual. En 2011 se graduaron 644 nuevos, y para ese año el país contaba solo con 7.129, una cifra muy distante del sueño de los sabios, según cifras del Observatorio de Ciencia y Tecnología.

Para dar por fin ese gran salto, el gobierno, en cabeza del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias), lanzó Es Tiempo de Volver, un programa que pretende repatriar en los próximos dos años a unos 200 ‘cerebros fugados’, doctores que estudiaron o están trabajando en centros de excelencia internacional. La meta es que estos colombianos regresen como mínimo por dos años y ayuden en la docencia universitaria, la investigación y la industria. Es Tiempo de Volver les ofrece a estos talentos colombianos estancias posdoctorales, con el fin de fortalecer los procesos de investigación e innovación, y transferir el conocimiento que han adquirido a diversas universidades, empresas y centros de desarrollo tecnológico del país.

Durante varias décadas la violencia, la falta de oportunidades para estudiar, investigar o desarrollar una carrera científica en Colombia, detonaron una emigración masiva de cerebros. Sin embargo, hoy el gobierno y la academia creen que las circunstancias han cambiado y que es hora de pedirles que vuelvan al redil. Por eso se espera que Es Tiempo de Volver se convierta en una política permanente de Estado, incluso más ambiciosa y robusta, para que regrese un alto número de profesionales.
El programa intenta convencer este año a 200 doctores que residen en el exterior para que con un presupuesto que incluye gastos de traslado, salario por dos años, beneficios tributarios, recursos para investigación y ayuda para su familia, entre otros, puedan desarrollar sus conocimientos y capacidades en Colombia. (Ver condiciones del programa en el siguiente artículo).

María Fernanda Campo, ministra de Educación, advirtió que la meta del gobierno es graduar 1.000 nuevos doctores al año como mínimo, y este programa de repatriación de cerebros va a ser muy importante para formar nuevos talentos y para desarrollar nuevas investigaciones, especialmente en las regiones. “Con esta primera cohorte de repatriados vamos a medir la receptividad, las dificultades, el aprendizaje y fortalecer el programa, para tratar de ampliarlo en los próxi-mos años”, dice Campo.

Paula Marcela Arias, directora de Colciencias, señala que uno de los pilares del desarrollo de un país es el capital humano altamente formado, y por eso “quienes han estado afuera tienen modelos e iniciativas que pueden favorecer el desarrollo de la academia y la industria nacional”. Arias está convencida de que mientras más doctores haya, el nivel cualitativo de la academia aumenta y esto, a su vez, jalona procesos de desarrollo a nivel intelectual, científico e industrial.

Esta no es la primera vez que el Estado colombiano intenta atraer a sus ‘cerebros fugados’. El gobierno de Belisario Betancur trató de hacerlo con resultados precarios, pues los pocos que vinieron, terminaron por emigrar de nuevo. Por otra parte, la Presidencia de César Gaviria creó la Red Caldas, una política que buscaba integrar a los investigadores colombianos residentes en el exterior con la comunidad científica nacional. Sin embargo, este programa, a diferencia del actual, no buscaba precisamente la repatriación, sino vincular a los científicos en el extranjero al Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología para consolidar equipos de trabajo. Al final, esta red prácticamente se desintegró frente a la falta de una política clara de Estado que permitiera su continuidad.

La directora de Colciencias, aclara que el objetivo de Es Tiempo de Volver es más ambicioso y sólido que los intentos anteriores, pues cuenta con un documento Conpes, recursos fijos y el respaldo de importantes universidades del país que se han destacado en áreas de investigación como las universidades Nacional, los Andes, la de Antioquia, Valle, UIS y Caldas, entre otras 14 instituciones más. Asimismo, hay empresas comprometidas con el programa, que van a vincular a esas mentes brillantes en procesos de innovación industrial.

El papel de alguien con un Ph.D. es avanzar más allá de la frontera del conocimiento, resolver problemas, hacer descubrimiento o poner al servicio de una comunidad nuevos conocimientos. En otras, buscan modificar y mejorar la forma como se hacen las cosas.

La exministra de Educación y rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Cecilia María Vélez, dijo que el programa es maravilloso para las universidades y los centros de investigación del país. Para ella, los programas de acreditación y excelencia, las necesidades de investigación y el tener docentes altamente cualificados son una necesidad. “Creo que va a ser un éxito, porque por primera vez están alineados los astros, pues muchos profesores quieren volver, las universidades los estamos necesitando y la ayuda de Colciencias rompe las barreras que teníamos para traer ese talento”, dijo Vélez.

Jerónimo Castro, director de Colfuturo, reconoció que el proyecto liderado por Colciencias es inteligente, pues busca conectar el conocimiento y la experiencia que tienen aquellos colombianos que se han desarrollado profesionalmente en el exterior, con la academia, la industria y el sector productivo nacional. Sin embargo, aclaró que las mejores opciones para que lleguen esos doctores están en la ingeniería, la infraestructura, la minería, el petróleo y el gas, áreas en donde habrá en los próximos años más inversiones y desarrollo. Así mismo, considera que en áreas como la agricultura o la biotecnología, en donde hay grandes necesidades y potencial para crecer como país, aún no hay un escenario claro para que estos doctores aterricen.

Sin embargo, no todos creen que el país ya esté preparado para recibir a sus talentos expatriados. Iván Darío Vélez, fundador y director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales de la Universidad de Antioquia, señala que hoy los centros de educación superior no tienen capacidad para ubicar a los doctores que llegan del exterior. Vélez coordina uno de los grupos de investigación más importantes del país y ha visto cómo, incluso dentro de su grupo de trabajo, hay doctores que deciden irse nuevamente, pues no encuentran un lugar adecuado para trabajar. “Las condiciones laborales no son equivalentes con la inversión. Un doctor termina con deudas superiores a los 100 millones de pesos, que no va a poder pagar con salarios como los que ofrece el mercado colombiano”, dice Vélez.

El académico también menciona varios inconvenientes en la legislación nacional que impiden que la investigación avance al ritmo de los países desarrollados. “En Colombia es más costoso investigar que en Estados Unidos. Acá hay trámites muy demorados y se necesitan permisos que retrasan los procesos científicos. Mientras que afuera un reactivo se puede obtener de un día para otro, acá los trámites pueden dilatar el proceso por varios meses”, señala Vélez. Por eso considera que si bien este nuevo programa es una buena noticia, se necesita todo un proyecto de Estado que permita que la ciencia y la tecnología ocupen un lugar privilegiado dentro del país.

Para Moisés Wasserman, Ph.D. en Bioquímica y exrector de la Universidad Nacional, este programa de Colciencias es muy valioso, pero debe estar acompañado de una iniciativa del Estado para crear los cargos y dotar los laboratorios y centros de investigación, muchos de los cuales tienen escasos recursos para funcionar. “Sería muy frustrante para los que vengan, y para el país, que después de dos años tengan que regresar o que dejen acabar el programa”.

Frente a estas y otras dudas, la ministra Campo dice que en los últimos años el gobierno logró que de las regalías por las explotaciones petroleras y mineras, se destine más de 1.5 billones de pesos a investigación, Ciencia y Tecnología. Todos estos recursos también deben ayudar a resolver parte de las necesidades que tienen las universidades y los centros de investigación. Es claro que Colombia está pasando por un momento ideal para incentivar los campos de la ciencia y la educación, pues las condiciones de seguridad han mejorado, la economía del país está entre las más sólidas de la región y los diálogos de paz plantean la necesidad de construir un proyecto de Nación que no excluya a los científicos.

Otro factor determinante es que los problemas económicos que atraviesan varios países de Europa impulsan a que los colombianos regresen y decidan echar raíces en su país. Varias experiencias exitosas en el mundo lo atestiguan. Por ejemplo, en 2008 el pro-grama Raíces, en Argentina, después de varios años fue declarado política de Estado (ver artículo ‘Experiencias Internacionales’). Otros casos han demostrado que la repatriación de doctores y personas con alta formación es un motor de desarrollo, como ocurrió con Irlanda, Corea del Sur, China, India y Chile, en donde se ha logrado revertir la fuga con políticas y planes agresivos de retorno.

Hace unas semanas el presidente Juan Manuel Santos, al acoger un estudio contratado por la Fundación Compartir que revelaba las fallas estructurales de la docencia en el país, se propuso convertir a Colombia en la nación más educada de América Latina hacia 2025, algo que pasa necesariamente al transformar la educación superior. Es un plan quizá tan idealista como la meta con la que soñaron hace 20 años los sabios colombianos. Ojalá esta vez sí se materialice.

Un problema para América Latina
La ‘fuga de cerebros’ trae grandes pérdidas económicas y frena el desarrollo científico y tecnológico de los países.

A pesar de la crisis de las grandes economías mundiales, la ‘fuga de cerebros’ de América Latina es una tendencia irreversible. Es un fenómeno paradójico pues en las últimas décadas el subcontinente ha aumentado su inversión en educación, lo que ha causado un aumento de los individuos con grado universitario o de posgrado. Sin embargo, muchos de estos profesionales prefieren irse al extranjero para realizarse. Esta dura realidad ha causado grandes costos a las economías de la región ya que pierden el dinero que han invertido en educar a estos profesionales.

Según la Unesco entre los años noventa y la primera década del siglo XXI la cifra de profesionales que abandonaron América Latina para irse a algún país desarrollado creció un 155 por ciento. Por ejemplo, tan solo en 2007 cinco millones de médicos, ingenieros, arquitectos y otros abandonaron sus países de origen para ir principalmente a Estados Unidos. Pero para muchos de estos inmigrantes la llegada a un país desarrollado no significa su realización profesional. Más del 60 por ciento de ellos termina trabajando en empleos que no se corresponden con su formación.

Los gobiernos latinoamericanos son conscientes de que la ‘fuga de cerebros’ además de traerles graves pérdidas económicas, impide el progreso científico y tecnológico de sus países. Por eso han empezado desde la segunda década del siglo XXI a adoptar políticas de Estado para llevar a cabo procesos de repatriación. Por la novedad de estos programas todavía es muy precipitado evaluar su éxito.

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