lunes, 6 de octubre de 2014

Colombia, enfocada en la medicina


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Avanzar del concepto de vacuna biológica a vacuna sintética tomó más de un siglo, el tiempo que va de Pasteur a Patarroyo. Este cambio de enfoque significa que las limitaciones que tienen la producción y el almacenamiento de vacunas, como la necesidad de mantenerlas a muy bajas temperaturas, lo cual es imposible en muchos lugares del planeta, desaparecen para dar paso a compuestos químicos mucho más estables y fáciles de preservar, distribuir y aplicar. 

En la actualidad disponemos de 15 vacunas biológicas cuando son más de 500 las enfermedades que podrían prevenirse mediante vacunación, lo cual representa 17 millones de muertes evitables cada año.  Resolver ese problema es un logro de tan descomunales dimensiones que solo el tiempo permitirá apreciar en toda su magnitud. 

El de la ciencia es un camino largo y espinoso, con muchos fracasos y pocos éxitos, pero que resultan vitales para el bienestar y la supervivencia de la especie humana, idea que parece muy lejana a las posibilidades de entendimiento de quienes gobiernan el sector salud en Colombia. A veces resuenan en los medios las voces “autorizadas” que reclaman “la vacuna ya”, incluido el actual señor ministro de salud, para quien los 30 y pico de años de investigación han sido un desperdicio, lapsus apenas mitigado por el hecho de que él no es científico, no se preparó para saber de seres humanos, parásitos, virus o bacterias sino de concreto y hormigón armado.  ¿Que dirá de Harald Zur Hausen, que tiene 78 años y le ha dedicado toda su vida a investigar?  

Algo parecido sucedió con los magistrados del Consejo de Estado, que le impusieron unas condiciones difícilmente alcanzables para que pueda reanudar su trabajo, paralizado hace 4 años, para el cual los micos son vitales. Los magistrados produjeron el fallo con lo que a su leal saber y entender constituye “tráfico de especies animales”, por el dicho de interesados, sin consultar a los que saben, a la comunidad científica, y desconociendo estudios serios que demuestran que los micos utilizados son colombianos. 

El hecho triste y muy lamentable es que desde el gobierno Uribe se le ha negado sistemáticamente a Patarroyo y la FIDIC todo apoyo financiero, se le acusa, descalifica y estorba con argumentos teñidos de verde, cosa que debe tener muy feliz a la industria farmacéutica que ve en él un obstáculo enorme para sus pretensiones de llenarse los bolsillos a costa de la enfermedad y el dolor de la humanidad.
Cuando el país entienda que la industria farmacéutica es un negocio canibalesco, en el que todo vale, todo se compra y todo se vende a quien pueda pagarlo, podrá apreciar en lo que vale el trabajo de un hombre que no solo le ha aportado más que nadie a la ciencia de punta hecha en Colombia sino que, además, ha tenido que hacerlo en contra de las trampas, la incredulidad y el escepticismo de nosotros mismos. 

Fernando Márquez

Inmunología, cardiología y maternidad se han beneficiado con aportes de investigaciones nacionales.


Las vacunas sintéticas han sido uno de los avances científicos más destacados a nivel internacional.
Foto: Archivo / EL TIEMPO
Las vacunas sintéticas han sido uno de los avances científicos más destacados a nivel internacional.

Quizás el avance científico colombiano que ha alcanzado una mayor resonancia internacional es el del médico y químico tolimense Manuel Elkin Patarroyo, quien en 1987 desarrolló la primera vacuna sintética contra la malaria.

Este aporte significa uno de los hallazgos en medicina inmunológica más importantes de los últimos años; y los alcances de su investigación, a lo largo de los años, han servido para establecer los parámetros para la elaboración y producción de vacunas en laboratorio. Con este método se deja de lado la forma tradicional, con el microbio causante de la enfermedad infecciosa entero, mutado, muerto o con un fragmento de este.

De acuerdo con Patarroyo, este avance “representa un cambio de paradigma en la medicina” y abriría las puertas para la prevención y el manejo, por medio de vacunas, de más de 500 males infecciosos, que afectan a dos terceras partes de la humanidad y matan cada año a cerca de 17 millones de personas.

Este tipo de estudios en inmunología se han prolongado por más de 30 años, tiempo en el que el científico ha analizado más de 38.000 moléculas del parásito Plasmodium, que mata a más de medio millón de niños menores de 5 años anualmente en zonas como el África subsahariana y Suramérica. 

El trabajo de Patarroyo es avalado por más de 330 publicaciones en revistas científicas de la categoría de Science, Nature, The Lancet y Chemical Reviews (la más importante del mundo en el campo de la química).

Una versión 'nano' del marcapasos
En el 2011, el ingeniero electrónico colombiano Jorge Reynolds anunció la creación de una versión nanotecnológica del marcapasos electrónico que él mismo inventó en 1957.
Se trata de un dispositivo del tamaño de un cuarto de grano de arroz, cuyas pruebas médicas ya han sido hechas en animales y que se espera pueda ser utilizado en humanos en los próximos años, lo que lo convertiría en la versión superoptimizada.

La invención original de Reynolds cumplía exactamente las mismas funciones de su versión minimizada, pero se ‘sonrojaría’ al saber las dimensiones de su modelo actual.
El primer marcapasos electrónico externo consistía en un aparato de 50 kilogramos con un tocadiscos de 78 revoluciones y electrodos conectados a una batería de carro de 12 voltios que, con el tiempo, fue evolucionando, principalmente en cuanto a sus dimensiones.

Esta transformación ha hecho que aquel enorme aparato que los pacientes arrastraban en una canasta con rodachinas sea ahora una unidad del grueso de 3 monedas juntas, con la que son salvadas 70 millones de personas cada año –se calcula que cada diez minutos alguien recibe el implante de un marcapasos–.

A comienzos de siglo, Reynolds empezó a diseñar el nanomarcapasos, el cual prolonga la vida útil de la batería considerablemente.

Con este novedoso modelo se pasa de los 12 años de duración actual a por lo menos 50 años. Además, provee nuevas funciones y características, como la posibilidad de que los pacientes y sus médicos tengan información detallada sobre sus funciones cardíacas en dispositivos móviles, a partir de alertas actualizadas.

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