lunes, 6 de octubre de 2014

El nobel que evitó la muerte de miles de mujeres

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Harald zur Hausen halló que el virus del papiloma produce cáncer de cuello uterino. Está en Bogotá.

Harald zur Hausen está este lunes en el país por invitación del Gimnasio Moderno de Bogotá, donde será el conferencista principal de un evento académico. Su agenda la complementan reuniones con periodistas y autoridades de gobierno, no antes de un desayuno con el equipo de Manuel Elkin Patarroyo, viejo amigo suyo.


El nobel alemán Harald zur Hausen compartirá sus experiencias con estudiantes de Bogotá.
Foto: AFP
El nobel alemán Harald zur Hausen compartirá sus experiencias con estudiantes de Bogotá.
Su nombre es sinónimo universal de lucha contra el cáncer de cuello uterino. Toda una vida de investigación sobre la relación entre los virus y el cáncer le permitieron al médico alemán Harald zur Hausen descubrir que el virus del papiloma humano (VPH) integraba material genético al de las células del útero y las transformaba en cancerosas. Este hallazgo, que le dio un nuevo rumbo a la forma de estudiar causas y tratamientos de las enfermedades malignas en el mundo, lo hizo merecedor del Nobel de Medicina en el 2008.
A sus 78 años, zur Hausen sigue brindando sus aportes científicos a la relación de los microorganismos con la producción del cáncer, al punto de que hoy puede plantear con certeza que el origen de casi la mitad de los tumores está vinculado con algún agente infeccioso, como virus, bacterias o parásitos.
Pero no todo fue fácil para este disciplinado alemán. En la década de los setenta y en contra de las teorías científicas que se imponían, zur Hausen se atrevió a postular que el VPH tenía un papel protagónico en el desarrollo del cáncer uterino, principalmente en mujeres con actividad sexual frecuente.
Se abrió paso entre los detractores y asumió que, si las células de los tumores habían sido afectadas por un virus, el material genético (ADN) viral tendría que haberse escondido entre el genoma (ADN) de las células del útero y desde allí les ordenaría –a estas últimas– que se multiplicaran sin parar, dándole origen al cáncer. Era un vuelco en un mundo que solo aceptaba que a las células entraban virus completos o partes de estos para dañarlas.
Y no paró. Durante los diez años siguientes se dedicó a investigar uno por uno los más de cien tipos de VPH conocidos hasta entonces, y no descansó hasta que les esculcó todas las intimidades de su ADN. Ya familiarizado con estas, las empezó a buscar en biopsias tomadas a mujeres con cáncer cervical.
En 1983 encontró el ADN de los tipos 16 y 18 del VPH, camuflado, muy orondo, entre el de las células cancerosas: por primera vez se hallaba la causa del cáncer en un virus. Al año siguiente, logró reproducir los resultados a partir de procesos de clonación. No había duda.
Los escépticos bajaron la cabeza y, desde entonces, gracias a su teoría se han dado saltos gigantescos en la comprensión de este tumor y de los factores que predisponen a las infecciones y a la permanencia prolongada de los virus en las células y su papel en los mecanismos de malignización. Hoy, el mundo científico piensa distinto. No en vano, estos avances permitieron el desarrollo de la vacuna contra el VPH, disponible desde el 2006.
Una vida de ciencia
Harald, como lo llaman sus amigos, entre ellos el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo, nació en Gelsenkirchen (Alemania) el 11 de marzo de 1936 y se graduó de médico después de estudiar en Bonn, Hamburgo y Dusseldorf.
Se inició como catedrático en el Instituto de Microbiología de la Universidad de Dusseldorf, y después de tres años se trasladó a Filadelfia (Estados Unidos), donde su afición por los virus lo llevó a trabajar en el laboratorio viral del Children’s Hospital y como profesor asistente de esta materia en la Universidad de Pensilvania. En 1969 volvió a Alemania y se vinculó al Instituto de Virología y como profesor de la Universidad de Wurzburgo.
La ‘terquedad científica’ lo ubicó tres años más tarde en la recién fundada Universidad de Erlangen-Núremberg y en la Universidad de Friburgo, en 1977, donde sus investigaciones alcanzaron la cima. Desde 1983 hasta su jubilación, en marzo del 2003, fue presidente y miembro del consejo directivo de la fundación del Centro Alemán de Investigaciones Oncológicas (DKFZ, por su sigla en alemán).
Pero en ese trasegar por laboratorios, el nobel no ha estado solo. Entre sus coequiperos está Ethel-Michelle de Villiers, su esposa, microbióloga experta en clasificación taxonómica de virus, con quien tiene dos hijos, también dedicados a la ciencia.
Su carrera le convirtió en una grata costumbre recibir los galardones más reputados de la ciencia, incluido el Nobel. En su galería cuenta, entre otros, con los premios Robert Koch (1975); Paul Ehrlich y Ludwig Darmstaedter (1994); Charles Rodolphe Brupbacher (1999), y Raymond Bourgine (2006). Esto, sin contar múltiples doctorados honoríficos de prestigiosas universidades.
Su tercera visita al país
Harald zur Hausen está este lunes en el país por invitación del Gimnasio Moderno de Bogotá, donde será el conferencista principal de un evento académico. Su agenda la complementan reuniones con periodistas y autoridades de gobierno, no antes de un desayuno con el equipo de Manuel Elkin Patarroyo, viejo amigo suyo. El alemán visitó a Colombia por primera vez en los setenta, cuando vino al Instituto Nacional de Cancerología y al Instituto de Inmunología de la Universidad Nacional. Volvió en el 2011 para recibir un doctorado honorífico de la Universidad de Santander.

CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO

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